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Una mañana cualquiera en el departamento, con Zabdiel y Erick discutiendo sobre quién le tocaba lavar los platos la noche anterior y no lo hizo, por lo que durante el desayuno estaban tomando leche en vasos de plástico desechables:

— Yo los lavé antes de ayer, ¡le tocaba a Christopher!— exclamó Zabdiel.

— Acordamos que mientras Chris estuviera haciendo turnos nocturnos tú los lavarías durante las noches y él en las mañanas— contrarrestó Erick amenazándolo con una lonja de pan.

— Baja eso o te lanzo una cuchara.

— ¡Cállense! ¡Parecen una pareja de ancianos!— pidió paz el azabache recostando su cabeza de la mesa.

— Alguien debe poner orden aquí— Erick tiró la lonja de pan a la mesa antes de levantarse de su silla y ponerse los guantes de hule para lavar los platos.

— Te pareces a tu vieja.

— Si no lo hago yo, no lo hará nadie— comenzó con los vasos.

— Eres toda una mamá, Erick— rió Christopher junto con Zabdiel.

Erick les lanzó agua con espuma.

•  •  •

Cerca de las 09:00 p. m. Christopher resivió varios mensajes de su madre, lo que lo alegró y animó. Habló con ella por lo menos unos cuarenta minutos, hasta que cayó dormido. No duró tanto como le hubiera gustado, porque una llamada interrumpió su sueño.

— ¿Hola?— contestó sin mirar el número.

— ¿Vendrías a mí si te lo pido?— escuchó una voz al otro lado de la línea.

— ¿Quién es?— preguntó confundido, reconocía esa voz.

Sabes quién soy, creí que te molestaba mi voz— y con eso su cerebro hizo pin, era Richard.

— ¿Dónde conseguiste mi número?— preguntó sentándose en el colchón.

En la lista de empleados— contestó, recordándole que es el dueño del café donde trabaja—. Necesito que vengas, de verdad— su voz se escuchaba débil, sin la arrogancia que siempre suele usar, como la noche en que hablaron tras el café.

— No quiero, ¿por qué tendría que hacerlo?— murmuró Christopher cansado, la pereza reflejándose en sus facciones.

Porque saltar al vacío es mi segunda opción si no puedo verte justo ahora.

Chris se paralizó, la mano con la que sostenía su teléfono tembló ligeramente:

— ¿D-dónde e-estás?— preguntó levantándose rápidamente de la cama.

¿Conoces los edificios abandonados de la Cuarta y Peña?— la voz de Richard se escuchaba más débil, Christopher escuchó el viento a través del auricular.

— Sí, está a dos calles de mi edificio.

Entonces sabrás qué hacer— y colgó.

Christopher tomó su abrigo y se puso unos tenis como puso, pasó corriendo por la sala donde Errick hablaba por teléfono con su novio y Zabdiel veía una película:

— Christopher, ¿a dónde vas?— preguntó Zabdiel extrañado, el no suele salir de casa a esas horas en sus días libres.

— ¡Tengo que hacer algo rápido, pero volveré pronto!— con eso abrió la puerta y salió corriendo del departamento.

No le tomó más de diez minutos corriendo como ladrón llegar a la explanada de los dichosos edificios. No sabía en cuáelde los seis se encontraba Richard, así que tomó su teléfono y marcó al último número del registro. Dos tonos pasaron y el moreno contestó:

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⏰ Última actualización: Nov 18, 2020 ⏰

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Sacrifice |Ristopher|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora