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— ¿Quieres quitar esa cara?— le reprendió Maya algo molesta—. Vas a espantar a los clientes con tus malas vibras.

— Lo siento— susurró cortando unas cuantas manzanas para las ensaladas de fruta.

Maya había notado que Christopher se mantenía muy cayado, más de lo normal; sus ojos denotaba cansancio, aparte de estar levemente enrojecidos. Maya no lo conocía lo suficiente como para saber la situación por la que había pasado, pero era lo suficientementecapaz de entender que él necesitaba su espacio para pensar aunque esto interrumpa su trabajo como mesero.

La chica soltó un suspiro quitándose el delantal y tomando unos bandejas del estante:

— Quédate hoy en la cocina, yo atenderé— tomó su hombro derecho dándole un leve apretón como apoyo—. Tómate tu tiempo, lo que sea que te suceda, debes enfrentarlo— y con estas palabras pasó por la puerta doble hacia el salón.

El azabache siguió con su tarea en la cocina, siendo vigilado por el chef Henry por petición de Maya.

Al cortar la fruta y envasarla, llegó un momento en el que las palabras de Maya retumbaron en su cabeza como un botón de alto. No podía permitirse seguir en ese estado, demostraría que le afectaba demasiado y que no era tan fuerte como quería aparentar hasta ese momento en que aquel chico de piel morena, ojos oscuros y cabello rebelde y rizado entró a su hasta ahora tranquila existencia.

Dios, ni siquiera sabía su estúpido nombre.

Con decisión en su mirada, dejó las ensaladas, se quitó el delantal, tomó su bandeja y salió a atender a los comensales del café.

No sabe decir si fue un error haberlo hecho.

Estaba justo frente a él esperando en la barra por un pedido. Sus ojos se encontraron por unos segundos, Christopher notó el cinismo y algo más en ellos. Lo ignoró, y siguió su camino, tomando una libreta y un bolígrafo para atender a sus primeros clientes del día.

•  •  •

Aproximadamente una hora después contaba las mesas que había atendido y seguía un buen ritmo. El trabajo ocupaba su mente casi totalmente.

Casi, él seguía ahí.

Tomaba su café late en una linda tasa verde mientras revisaba algo en su teléfono, le pareció que esperaba a alguien, no es que le importara.

Minutos después la campanilla sonó anunciando la entrada de un nuevo cliente, y vaya que lo era, no lo había visto allí antes. El joven de piel bronceada se dirigió directamente al mostrador de postres, donde pidió a una de las meseras un plato con rosquillas rellenas de crema.

Miró en su teléfono por unos segundos y luego miró hacia atrás, Christopher pensó por unos segundos que miraba hacia él, pero esa idea se borró al recordar que el molesto moreno se encontraba justo detrás

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Miró en su teléfono por unos segundos y luego miró hacia atrás, Christopher pensó por unos segundos que miraba hacia él, pero esa idea se borró al recordar que el molesto moreno se encontraba justo detrás. El muchacho se movió con su plato lleno de rosquillas hasta sentarse frente al moreno que dejaba su teléfono sobre la mesa:

Sacrifice |Ristopher|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora