Hace unos años mi marido se suicidó.
Dos años antes de morir tenía problemas del corazón y empezó a tomar excesivas medicinas, como a segundos efectos terminó padeciendo cáncer de higado.
Debido a todas sus enfermedades su mente quedó totalmente nublada y solo pensaba en morir: "pronto me moriré", "debería morirme ya", "debería suicidarme". Múltiples veces intentó suicidarse y cada vez que lo intentaba la policía, los bomberos y ambulancias tenían que venir.
— Bebería prepararse para la muerte de su marido. Muy pronto morirá. - me decían los policías cada vez que veían a mi marido intentándolo de nuevo. — No creo que sus hijos quieran ver eso.
Pasado un tiempo, mi marido empezó a pensar en el suicidio colectivo: intentó quemar la casa, empezó a afilar cuchillos por las noches y cada vez más se estaba volviendo violento, nos pegaba a mis hijos y a mi. Como cada día las cosas iban empeorando, había días que no podía dormir del miedo y les decía a mis hijos que no se alejasen de mí.
Vivíamos en una pequeña casa pero yo no podía seguir pagando la hipoteca, así que decidí hablar con la familia de mi marido y llegamos a un acuerdo en el cual él iba a vivir cerca del hospital, en casa de sus padres. Por otro lado, por razones de trabajo y por los hijos, yo me mudé a un pueblo cercano.
A finales de noviembre del mismo año, un día como cualquier otro, la madre de mi marido me llamó.
— Mi hijo ha desaparecido.
— Tranquila- suspiré, pensé en los sentimientos de la anciana por un momento. — Seguramente habrá ido a casa de algún amigo y pronto volverá.- colgué rápidamente, no quería mantener relación alguna con esa familia.
En diciembre, recibí una carta.
Murió.
Meses después se realizó el entierro y su madre me dio una botella de aluminio con las manos temblorosas y con lagrimas en los ojos.
— Cuando vino a casa me dijo que te la diera, ya que era un preciado recuerdo para él.- secó sus lágrimas. — Nunca me quiso decir que es pero quiero que lo cuides.
Guardé la botella en mi bolso y cuando llegué a casa la dejé debajo de la cama, entre las cajas de la ropa.
Durante estos dos años he escuchado constantemente un un "pum, pum, pum..." cerca de mi cama y más de una vez, cuando mis hijos vienen a mi cuarto, con los ojos clavados en las cajas de debajo, con un tono pesado y con los brazos muertos, repiten la misma oración.
— Papá está escondido debajo de la cama sonriendo.
ESTÁS LEYENDO
Relatos cortos de Terror
HorrorSi por las noches no puedes dormir o tus pensamientos hunden tu mente, no hay nada mejor como leer unos relatos de miedo que podrían llegar a hacer que uno o más escalofríos se abran paso por todo tu cuerpo.