Yo vivía en un pueblo aislado. La playa quedaba a unos minutos. Era una playa de olas muy grandes y la profundidad aumentaba drásticamente porque cerca había una gran fosa marina. Casi nadie venía a esta playa porque era muy peligrosa, solo algunas personas amantes de los deportes de riesgo. Como siempre había vivido ahí me agradaba la playa a pesar de su peligrosidad, hasta que...
Cuando tenía nueve años, antes de empezar las vacaciones, quedé con mis amigos para tirar petardos. Dentro del grupo amigos había una niña que era pequeña y muy pálida. Ella vivía con su abuela porque su padre era un alcohólico y muy problemático. Mi madre cuando le explicaba que quería jugar con esa chica siempre hacía muy mala cara y no me dejaba salir. Como aquel día quería salir de todas formas, mentí a mi madre.
— He quedado con mis amigos para ir a tirar petardos, pero ella no vendrá.
Llegué a la playa a las 8 pm. Escuché como muchas voces se mezclaban y pensando que serían mis amigos me acerqué rápidamente. Al instante, cuando llegué, no sé si fue porque todos tenían demasiadas ganas o qué pero todos empezaron a encender sus petardos. Pasados unos minutos me di cuenta de que aquella niña no estaba pero decidí no pensar más «Ya llegará» pensé y seguí con los petardos.
El rato pasó volando, todos chillaban, reían, se lo estaban pasando bien, pero el fin estaba por llegar, ya solo quedaban unos cuantos petardos, los más grandes. Les pedí a mis amigos que esperásemos a la niña porque estaría mal tirarlos sin ella, pero todos respondieron al unisono.
— Ella no vendrá.
«Tienen razón, ya es muy tarde y seguramente no vendrá.» Pensé y acepté lo que todos dijeron. Los fuegos artificiales siempre me habían gustado, no entendía como una cascada tan bonita de colores podía llegar tan lejos y brotar de un tubo tan pequeño. Como niño que era, tenía muchísimas ganas de ver la flor de colores en el cielo oscuro así que decidí no preocuparme por ella. Sabía que estaba mal, pero mi mente solo estaba por divertirse.
Mis amigos encendieron uno de los cohetes, apuntándolo hacía el mar, sabíamos que eso estaba prohibido pero queríamos pasarlo bien. La luz de la pirotecnia travesó la oscuridad del mar haciéndolo brillar. Miré el bonito reflejo que se producía en la superficie del agua y observé de un lado a otro la mezcla de colores que se formaba encima del agua, fue entonces cuando vi algo flotando. Mis amigos dejaron de hablar, así que supuse que también se habían dado cuenta de aquello.
Lo que estaba flotando era una niña, estaba flotando cara arriba al ritmo de las horas, dejándose balancear por ellas. Aún habiendo visto el cuerpo de la niña ninguno de nosotros chilló, al parecer todos sabíamos quien era ella. Seguimos observando el mar mientras de manera seguida los fuegos artificiales subían e iluminaban la oscuridad.
Al día siguiente, nuestro profesor nos dijo que la niña había desaparecido y que la estaban buscando. Ese mismo día, nosotros nos reunimos a la hora del patio y hablamos de lo sucedido, ahí nos dimos cuenta de que ninguno de nosotros le había dicho a sus padres que ella iba a venir a la playa.
Nosotros no hablamos acerca de lo que sucedió aquel día a nadie. Yo no tenía a quién contárselo, ninguno de nosotros tenía a quién contárselo, ni a nuestros padres ni a los adultos del pueblo. Nadie quería que nos relacionásemos con ella.
Pasaron los meses y no encontraron el cuerpo de la niña. Su padre ingresó a un hospital cercano y su abuela murió unas semanas después.
Cuando empezó el nuevo curso, después de las vacaciones de verano, todos habían olvidado su existencia-
Pasados diez años, decidimos quedar entre todos, para hablar de como nos iban las cosas. Solo se pudieron presentar dos de todos los amigos. Entonces, uno de ellos, algo ebria dijo:
— Aquel día- lloró. — Nosotros le dijimos que se fuese y ella... Caminó por la arena recto, recto, hasta que se ahogó en el mar. Todos nos quedamos mirando... mirando sin hacer nada, sin decir nada.
Recordé a la niña de pálida piel, boca arriba flotando al ritmo de las olas y los ojos de mis amigos clavados en ella. Un fuerte escalofrío recorrió mi cuerpo y unas lágrimas intentaron salir de mis ojos.
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Relatos cortos de Terror
KorkuSi por las noches no puedes dormir o tus pensamientos hunden tu mente, no hay nada mejor como leer unos relatos de miedo que podrían llegar a hacer que uno o más escalofríos se abran paso por todo tu cuerpo.