Embestidura

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Iba al camino y cruzó por la pradera, desde la distancia ubicó un sitio que le pareció conocido. El trote de Darko se había vuelto silencioso, escurridizo, era un andar manso que bailaba al ritmo de la alta hierba.

Sin saber por qué Link comandó a su montura tierras adentro, pese a que el lugar era una trampa mortífera y pese a que su lógica le dictaba que en ese sitio no tenía ningún asunto.

El rechinido de las patas de los guardianes sonaba como un eco a la distancia, era como un aullido peligroso y amenazante, una advertencia silente para los viajeros y para cualquier ser vivo que se atreviera a cruzar por esas tierras.

Las orejas del corcel bailaron y miró a su amo con cierto nervio, el joven estaba absorto y completamente perdido, tenía la mirada en blanco como si su mente se hubiera perdido en otro sitio.

Y siguió andando, trotando hasta que la espesura de los arboles le dio cobijo y la extensa llanura se fundió con las estructuras de piedra. Entonces abandonó a su amigo equino, el cielo pardo murmuraba cosas pero el joven ya no escuchaba nada, desde hacía horas que el espíritu que solía invocar con su tableta sheikah se había marchado; siempre lo hacía, iba y volvía, jamás entendería la naturaleza de aquel lobo extraño.

Escuchó un relinchido inquieto y de pronto miró al cielo, no sabía cuánto tiempo se había perdido en su propia mente, estaba empapado porque llovía a raudales como si no hubiera un mañana, las piedras se habían oscurecido y aquel lugar mostraba un semblante casi tétrico.

Con un salto diestro se encaramó a la estructura, caminó pausadamente y se detuvo en seco. Una lágrima solitaria escurrió por su mejilla y con cierta pesadez liberó la tableta sheikah de su cinto, tal y como pensaba; al mirar la fotografía se dio cuenta de que había estado ahí en el pasado y rememoró aquel instante como si la escena estuviera pasando frente a sus ojos.

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Los murmullos de los campeones bailaban en su cabeza, no le importaba, sólo tenía oídos para la voz de su princesa.

En tono firme y pausado la futura soberana finalmente lo nombro como su caballero, acababa de poner fin a un ritual tan antiguo como las mismas leyendas de Hyrule, a una ceremonia de embestidura que él había esperado con verdadero anhelo, y que no por nada agradecía a Daruk por habérsela propuesto a la futura soberana.

Después de un tiempo levantó la mirada, sus ojos y los de ella se cruzaron, parecieron sonreír en el silencio; los de él con el corazón, los de ella quizás por instinto porque al siguiente segundo se dio la vuelta como si quisiera huir de sus propias emociones.

La princesa se alejó sin decir nada, la vio marcharse y dio un suspiro triste, estaba consciente de que ella no lo quería, eso le dolía, no entendía por qué pero de verdad le dolía mucho, desde siempre se había esforzado porque ella lo mirara, se había convertido en caballero por ella y únicamente para ella.

Tales of The Breath ofDonde viven las historias. Descúbrelo ahora