Capítulo 9: Volando voy...

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3 de octubre de 2019, 15:04; Santa Cruz de Tenerife

Como os decía anteriormente, Gabriel apareció sin avisar y me pegó un susto tremendo, casi le lanzo la bandeja a la cara. Él y su sentido del humor...

—¿Y bien? ¿Has pensado ya lo que vas a hacer?— dijo mientras miraba su móvil.

—Hombre, pues después de sorprenderme de esta manera, lo único en lo que pienso es en matarte de alguna manera terrible...

—¿Vas a aceptar esa oferta o no? Tengo a más gente esperando, y sabes que es una gran oportunidad para lanzar tu carrera.

—Suenas a representante discográfico, oye... A ver, lo he estado pensando, sí, y tiene sus pros y sus contras, lo peor es que van a partes iguales, así que ahora mismo no estoy segura de nada, me siento como si fuera a tirarme a una piscina.

—Sé que es duro para ti, pero o te lanzas a la piscina, o no aprenderás a nadar nunca. Esto que he dicho es figurativo, no dudo de tus capacidades acuáticas reales.

—JAJAJA, mira que te pones filosófico a veces. Bueno, creo que he tomado una decisión ya. Tienes razón, habla con quién tengas que hablar, nos vamos a Canadá— le contesté totalmente decidida, o casi.

—¿Nos? No pretenderás que vaya contigo, ¿no? A ver, te tengo aprecio, pero de ahí a irme a Canadá contigo...

—No lo decía por ti, tonto. Es que no quiero ir sola y me preguntaba si puedo llevarme algún acompañante conmigo.

—Sí, no hay problema. Ah, otra cosa, el dueño de tu futuro piso en Toronto acepta mascotas, así que puedes llevarte a tu gato.

—Piensas en todo, como te quiero Gabi— Y le di un beso en la frente.

—Eso te lo podías haber ahorrado... Bueno, ya nos veremos el día que te vayas en el aeropuerto, por cierto, tienes que bajar al sur, el único vuelo directo sale de allí, desde los Rodeos solo salen vuelos nacionales, y los pocos que cruzan el charco tienen 58478927098472 escalas.

En esto me doy la vuelta para coger la comida de la barra.

—No creo que eso sea problema. Antes de que te vayas, cuando vuelvas a visitarme, al menos avisa, que me has dado un susto de muerte

Cuando me vuelvo, ya Gabriel ha desaparecido.

—¿Gabi? Joder, ya me ha dejado sola otra vez...

Ahora tocaba almorzar y pensar qué iba a decirle a Fran, al fin y al cabo él no sabía que me iba a Canadá, esto lo iba a pillar bastante por sorpresa. Cuando acabé de comer volví al trabajo, allí estaba la fiera esperando para cazar a su siguiente presa... Es decir, estaba Lucía cronometrando a los trabajadores (entre los que me incluyo) para saber si llegaban a tiempo de almorzar. Sí, nos cronometra. Su nivel de control es excesivo. Tuve la suerte de acabar rápido de comer y de volver a mi puesto de trabajo, algo que muchos no podrán decir, si te pasas un solo minuto de la hora que ella ha establecido previamente, te echa, sin más. Solo espero que mi jefa canadiense sea mejor que esta, porque si es peor, soy capaz de coger el primer vuelo de vuelta y seguir trabajando con Lucía.

—¡Pero si es mi redactora favorita, y llegas a tiempo! ¡Fantástico! Tengo trabajo para ti— soltó ella con una sonrisa de oreja a oreja nada más verme.

—Que miedo das cuando te pones así... ¿Qué tengo que hacer?

—Pues esta vez vas a tener que hacerme de "taxista", digamos...

—Explícate— dije, cruzándome de brazos

—Necesito que subas al aeropuerto de Los Rodeos a recoger a un nuevo redactor que he contratado para que te sustituya cuando tú te vayas. Viene de Madrid

Estas cosas solo me pasan a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora