Carmesí: La torre

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Proveniente de la isla Paé, cubierto por el manto de la noche eterna, llegando al valle esperanza en una oscuridad estrellada. Está nuestro protagonista, un dragón macho, que sus ojos no se pueden apreciar por su túnica. Él sabía que se celebraría el festival del corazón, cuando despierte el sol. Pero las tinieblas son lentas, solo pensaba en su soledad interminable.

En un mundo misterioso, al principio se puede contemplar los valles y los manglares, donde se encuentra el lago Carolina, cerca está la cordillera amatista. Llamada así por los grandes pilares morados, que decoran las cavernas. Sin embargo, llegamos en una época muy hermosa, el festival del corazón, que estas criaturas celebran cada año. Justo aquí; está nuestro protagonista, un dragón rojo macho, que parece solitario, pero esperando su nuevo comienzo con cautela. Mira la luna blanquecina, cuya luz refleja en la masa de agua, y suspiraba cansado entre lágrimas, como cristales dorados, según parecía en su mirada de ojos verdes, que Levantó su pata, y mirando el resplandor lunar con un rugido reclamó, un amor real y sincero.

Sin embargo, sé tocaba su corazón que era una gema de sangre, donde están estampados los recuerdos de su generación, que muy pocos se pueden descubrir, por los fragmentos oscuros, que le causaban heridas profundas. En los bosques se escuchó una melodía; presidida por el resonar de los grillos, pero a Carmesí parecía no importarle, tal vez no era su problema; a la inversa se levantó del colchón de hojas muertas.

Sentía que no estaba solo; por eso Carmesí miró en el bosque profundo, mientras a la distancia; reluciente entre los arbustos, llegó a ojear una bufanda color amatista. Cuando la observó detenidamente; sus ojos comenzaron a lagrimear. Hasta podía oler el aroma a claveles y agua de rosa, que parecía provenir del interior del boscaje, donde siendo un dragón de fuego, le dolía recordar las cenizas como la destrucción de lo que solía amar.

Carmesí comenzó la larga caminata, entre los diversos caminos de pedruscos, atraído por el dulce aroma. Percibía el frío de la noche estrellada. Mientras se deja contemplar por la luna del fondo, la silueta de una estructura, recubierta por el mismo manto de árboles. Entonces, se detuvo al verla, parecía destrozada y que nadie vivía hay. Pero ensima de los adornos dorados de la puerta, colgaban unos banderines con el símbolo de una criatura extraña. Que según no conocía, por el contrario, estaba preocupado porque sentía como se le ponía la piel de gallina.

Cuando se acercó. Siguiendo el camino más antiguo, el viejo dragón llegó hasta la entrada, donde había varias estatuas de marfil; algunas sin cabeza ni manos, que se pudieran observar a simple vista. Carmesí seguía escuchando la sencilla balada, que parecía venir del interior de la estructura de piedra, pero al acercarse mas a la puerta, podía notar que estaba entre abierta.

Se escuchaba el resonar de las banderas; contra el muro de bloques robustos, cuándo miró adentro, parecía una zona de guerra; con diversas armaduras. Las cuáles relucían, con el mismo símbolo de una criatura extraña, pero había algo que atrajo su atención. El ojo anaranjado en los cascos, que relucía en los estantes, le trajo malos pensamientos. Solo miró por la pequeña ventana la luna llena, y lágrimas como cristales; impregnaron sus ojos verdes.

En ese momento, observó una mariposa azulada, que danzaba entre sus cuernos. El dragón no sabía que pensar de sus flanjas blanquecinas, pero su aroma le hizo volver a levantarse del suelo. Ella alzó vuelo, y con delicadeza se fue hasta los escalones de granito, que tenían incrustaciones de cuarzo. Carmesí dio algunos pasos; inclusive se paró enfrente de la escalinata, donde se comenzó a escuchar las mismas melodías como si fuesen de flauta.

LIFE IN THE DRAGÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora