El padre de Helios

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En aquellos tiempos remotos, donde se deja ver el espeso bosque. En aquel clima montañoso, que se podía sentir la neblina. A la vez que una antigua choza de maderos viejos, parecía resonar por el viento, se llegaba a escuchar por los sondeos de la tormenta, donde la luna estaba oscurecida; como sus ojos azules, por su túnica de color negro; parecido a la noche. Mientras camina con dificultades, podía sentir un fuerte ardor en la espalda, pero siguió concentrado en llegar, porque de todos modos, le alcanzaría su dichoso final.

Entonces, se dirigió hasta la vieja cabaña, por lo que llegó hasta la puerta. Estaba tembloroso como gelatina, mientras golpeaba, en sus manos débiles sostenía; un pequeño culto blancuzco—. ¡Ayuda! —gritó, al golpear con fuerza. Solo podía ver por las ventanas, un oscuro fondo, donde había el resplandor de una vela, pero aparte de eso; no había nada más.

A los pocos minutos, un joven cazador se despertó por los gritos, mientras preparaba la escopeta, fue hacia la entrada con pasos suaves; para que no se diera cuenta de su presencia. Donde podía definir sus pasos; por los viejos tabiques de madera. Sin embargo, la vela estaba casi derretida, y no parecía que habían forzado la cerradura.

Este entreabrió la puerta, solo con una mano, que estaba inquieta como su mirada—. ¿Me puedes ayudar? —se escuchó entre un relámpago que dejó distinguir sus ojos azules. Mientras aquel hombre, lo levantó flexionando las rodillas, podía observar las venas de su cara, y le preguntó—: ¿Tú eres un caballero? —al denotar su capa con el diseño de una quimera—. Si lo soy —contestó, al parpadear con dolor, que le hizo gritar al poner su mirada en el bulto blancuzco—: ¡Necesito que lo ayudes!

Sin embargo, estaba asustado al observar; un bebé de ojos azules como su padre, que parecía querer que lo cargara el joven cazador—. No puedo —dijo incómodo, al poner la mano sobre el mesón—. Tengo principios —Aclaró, mirando el brillo de la vela como la cera derretida de esta. Pero las gotas de lluvia se reflejaban por la ventana, donde recorrían en el cristal translúcido; como las lágrimas de aquel caballero—. Los principios no importan —contestó este, al denotar la oscuridad del bosque—. Si no proteges a los que amas, no vale la pena —aseguró, cayendo al suelo, donde se contemplaba el resplandor de la luna.

—¿Qué fue lo que te pasó? —Se preguntó el cazador con los ojos temblorosos, mientras golpeaba la mesa de sobresalto—. ¡No puedo hacer nada! —gritó por coraje. Porque llegaba a distinguir las marcas de sus brazos; que parecían serpientes de coral. Y sin embargo, el caballero dijo alzando la mirada, donde le hacía frente a sus ojos carmesí—: verdad. No puedes hacer nada por mí. —Dirigió la mirada hacia los ojos de su hijo—. De acuerdo. —Se tragó su orgullo el cazador—. Lo cuidaré como si fuera mi hijo —comentó, al tomarlo de los brazos del caballero. Podía denotar su cabello amarillo como el oro, que relucía por la plateada luz de la ventana. A los pocos minutos, la vela del mesón se apagó como la vida del caballero. Por consiguiente; dejó un silencio sepulcral.

En el presente. El viento hace retumbar las ramas de los robles, donde había un camino de piedras, que parecía llegar hasta la salida del bosque. Por la luna, se distinguían los cuervos, al igual; que su estrepitoso canto en el cielo oscuro. A la par que Emilia pasaba por aquellas estatuas, que las podía observar; entre un arco de ramas, donde las enredaderas poseían flores azules, que le dejaron contenta. Sin embargo, mientras caminaba; había un pequeño estanque, que dejó ver su reflejo y le hizo detenerse, porque llegaba a mirar el broche de su pelo—. Tengo que hacerle un regalo, ¿Pero cuál? —se preguntó Emilia, mirando como este brillaba en la masa de agua. Pero se concentró en llegar hasta la casa de campo; porque de repente recordó«: ¡mis tías se molestaran! ¡Si deje abierto el granero!» le pasó por la cabeza, mientras se mordía el labio.

LIFE IN THE DRAGÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora