-¡Ey, amigo!¡Despierta!- Le balancea un desconocido a su derecha- ¿Tienes fuego?
Al abrir los ojos no puede casi ni distinguir la larga silueta de la voz ronca que le despierta de su ligero sueño. La farola desprende una fuerte luz y le cuesta alzar la vista, después de unos segundos, ve al joven de voz ronca mirándolo fijamente con unos vivos ojos negros.
-¿Fuego?¡Oh, si, toma tío!- Dice entre carraspeos, aclarándose la voz y terminando de espabilarse. -¡Genial! ¿Puedo? -La calle es de todos, chaval.
El joven al que ahora observa mejor, toma asiento junto a él. Al principio le resulta extraño, parece muy joven, aunque lleve barba de tres días y va vestido con una ropa impoluta a pesar de su desgarbado aspecto facial. Pero por aquellas calles nada era de extrañar. Cuando enciende el pitillo, el olor de la maria llena el ambiente y el se recuesta más contra la farola.
-Eres bueno. -¿Qué? -Cuando me acerque vi tirado tu cuaderno y tu pluma, toma. Me gusta. -Como a todos. -¿No te gusta? -Vamos a plantearlo así, a todo el mundo le gusta las flores ¿verdad? Y los prados verdes con ese césped que llega hasta la cadera, esos paisajes tan mágicos y lejanos de esta maldita ciudad corrupta, ¿no? -Claro. -Aún así pisamos las flores y el césped, las cortamos, mueren y las tiramos, devastamos los prados y montamos más ciudades de mierda. No te equivoques no soy una naturalista. Pero mis poemas, mis relatos, son como esa naturaleza, muy bonitos, a todo el mundo le gusta, pero después se pasa, se tira y se vuelve mierda. -Curioso. Así que alguien que tiene talento, no valora su talento, ¿por eso estas aquí tirado?¿eres un poeta más perdido por el mundo? -Estoy aquí por ser libre, no por felicidad, por libertad, estar aquí tirado, me hace sentir libre. Tu no tienes tan malas pintas como este viejo poeta, dime ¿qué haces aquí hablando con un vagabundo? -Empezar a ser libre.
Y la noche les acogió a maestro y alumno de buen grado, bajo la luz de la farola, viendo jóvenes yendo y viniendo de fiestas, a taxis, coches y autobuses pasar dejando atrás el olor de gasolina. Apenas decían nada, de vez en cuando se miraban, como si el futuro y el pasado se mirasen. El joven silbaba y mientras el poeta retomo la escritura mientras su compañero le pasaba el pitillo de mariguana. Y las horas pasaban, como se pasaban el pitillo, como se pasaba las hojas y terminaba y empezaba otra melodía.
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Recuerdos extraviados.
AvventuraCada acción de nuestra vida, por pequeña que sea valdrá la pena si se vive como la deseamos. Y eso pensaba un viejo poeta que paseaba de un lugar a otro, porque aunque no tenía nada, el mundo era suyo.