Capítulo 2

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Las alarmas de prisión aullaron ante el peligro. Fuera solo se oían pasos que corrían de un sitio para otro, soldados que acudían a una orden y la otra, y altos mandos con las voces un tanto temerosas por lo que se avecinaba. Todo el mundo se estaba asegurando de cuidar la vía terrestre por la que, pronto, haría su aparición Zi Tao. Yo sonreía ante su ingenuidad. ChanYeol había sido demasiado tonto al poner fin a nuestro acuerdo días después de hacernos aliados.

Miré hacia el techo, esperando la aparición del traidor que me dejó entre rejas durante años. Poco después, los puestos de los militares fueron atacados. La maniobra de distracción perfecta. Tras los disparos, se escuchó una explosión, cayendo cascotes desde el techo hasta el lado de mi celda. Sonreí. Para mí, él era tan predecible. No había un ápice de sorpresa si no me tenía a su lado.

Ayudados por arneses, muchos de sus hombres bajaron desde el helicóptero que resonaba en lo alto para custodiar la puerta de la habitación. Tras ellos, su sonrisa cínica apareció para situarse entre dos de los barrotes de mi celda.

- Cuanto tiempo, mi amor – lució su sonrisa endiablada, forzándome a seguirlo de forma natural.

- Por fin viniste a por mí – me acerqué a él sonriendo y con lágrimas en los ojos -. Sabía que no te olvidarías de mí.

Se apartó para dejar que algunos de sus hombres cortaran con una sierra mecánica los barrotes. Tan pronto como terminaron, fui libre. Corrí a sus brazos, como lo hubiese hecho tiempo atrás.

- Nos vamos a casa – susurró en mi oído. Yo tan solo asentí.

Por primera vez en mucho tiempo, probé el aire fresco al ir colgado de uno de los arneses en los que íbamos a escapar gracias al helicóptero. Vi cómo los hombres de Zi Tao se iban retirando poco a poco, siempre con cuidado de que su jefe no corriese ningún tipo de riesgo. La voz de una persona me hizo mirar atrás.

- ¡SeHun! – JongIn me miró desde el suelo. No podía verlas, pero estaba seguro de que había lágrimas no derramadas en sus ojos. Me dolió que me viera así, escapando y creyéndome un traidor. Absorto en la figura de mi amigo, que se iba perdiendo en la lejanía, mi arnés fue subiendo hasta que alguien tiró de mí para ponerme a salvo en uno de los sillones del helicóptero.

- ¿Quién era? – preguntó Zi Tao. Yo me quedé callado, con lágrimas retenidas que no quería que nadie viese -. ¿Quién era? – insistió.

- Nadie importante – contesté seco, con el corazón encogido al hablar así de mi mejor amigo.

- SeHun... - lo miré con furia, su tono de voz era irritante, algo que no había percibido hasta el momento.

- Déjame en paz – gruñí -. Solo volvamos a casa.

Todos se quedaron en silencio por el tono que había utilizado y porque decidí sentarme en el extremo contrario al de su jefe. Nada me importaba más en ese momento que el rostro de mi amigo, decepcionado al verme partir.

-OOOO-

No creía que, en mis primeros minutos de libertad, lo que más deseara fuera estar solo y metido, de nuevo, entre cuatro paredes. Pero así fue. No quería tener relación con ninguno de los miembros de la banda más cercanos a Zi Tao y, menos aún, con él. Sabía que tenía un plan, que tenía que comportarme de forma muy diferente si quería llevarlo a cabo y con éxito. Pero mis sentimientos no me dejaban.

La puerta se abrió de pronto, haciendo que gruñera al ver a la persona tan indeseable que había pasado por ella.

- SeHun... – su tono era suave, lo que me hacía sentir escalofríos. Cuando se ponía así, no era de fiar -. Yo... No soy muy dado a las palabras, ya lo sabes. Pero sé que debo usarlas para arreglar esto – intentó poner su mano en mi muslo, pero yo me alejé. Mi mirada le dejó bien claro que debía mantener las distancias -. Lo siento. Siento haberte dejado atrás sin contemplaciones – mi corazón se estrujó al escuchar aquello -. Sé que estos meses no han debido ser fáciles para ti. Te abandoné. Y habrás sacado como conclusión que no me importas, pero eso no es as...

- ¡Es así! – grité y lo enfrenté, cara a cara -. Si me hubieses demostrado, al menos, una vez que te importaba, quizás la cosa hubiese sido muy diferente. Pero, día a día, me demostraste que no era más que tu juguete. Por eso, me dejaste atrás. Juguete usado, juguete desechado. Estoy loco, no tonto, Zi Tao.

- Entiéndeme – dejó su mano en mi mejilla, haciendo que sintiese el calor de JongIn, que lo viese a él -. Nunca he sentido un sentimiento puro y bueno. Esta es la primera vez y, hasta que no me hice a él, no supe cómo actuar. Ahora... - puso mi rostro entre sus manos y me acercó a él -..., sí sé cómo hacerlo.

Zi Tao tapó mis labios con los suyos y pidió permiso con su lengua para entrar en mi boca. Yo le respondí, movido por un mar de sentimientos y sensaciones que no sabía definir. Todo con él era demasiado extremo e inexplicable. Él me hacía sentir lo que nunca nadie había logrado. Pero ese sentimiento no estaba bien. Él no me amaba. Él no me cuidaba. Yo no era libre a su lado, solo era un juguete, cosa que había aprendido hacía tiempo.

Me liberó de su atadura y volví a respirar. Una parte de mí deseaba rendirse a él, pero la otra me decía que me alejara, y, por muy loca que estuviese, mi cabeza me decía que le hiciera caso a la segunda opción.

Los labios de Zi Tao buscaron algo más que mis besos. Fueron paseando por mi cuello. Yo me dejé hacer. Necesitaba que él estuviese convencido de que lo había perdonado para poder llevarlo hasta prisión. Así, paso a paso, mi ropa fue cayendo al suelo y mi cuerpo cediendo a sus caricias. Gemí como llevaba años sin hacer, acaricié su piel sabiendo que pronto vendría la despedida y me entregué a él aun amándolo.

A la mañana siguiente, desperté entre sus brazos, sabiendo que ya estaba convencido y que solo me quedaba jugar. Y el juego comenzó con una ronda de sexo antes y durante la ducha. Mi corazón dolía con cada palabra de amor que salía de sus labios, con cada gesto durante el sexo que demostraba que quería cuidar de mí. Pero el daño ya estaba hecho. Había perdido mi confianza al abandonarme y había permitido que entrara en mi vida una persona que me importaba lo suficiente como para no querer decepcionarlo.

En fin, mi corazón dolía por saber que, como él hizo, yo iba a traicionarlo. 

Crazy In LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora