Me senté cómodamente, retrepado en mi asiento y con las piernas sobre la mesa. Supo a victoria el teclear de mis dedos sobre los números de teléfono, tanto así que, para mostrar mi alegría, imité el sonido de cada tono de espera. Una voz al otro lado de la línea, un tanto agitada y llena de preocupación, me atendió.
- ¡Hola, JongIn, viejo amigo! – hablé, lleno de emoción -. ¿Te acuerdas de mí? Soy SeHun, el amigo al cual disparaste a sangre fría...
- ¡Dime que no eres tú quien tiene a mi hija! – gritó aterrado, entre lágrimas. Yo puse mi mano sobre mi boca.
- No me digas que no me la podía llevar para jugar con ella un ratito... SeHun no quería ser malo, ni lastimar a JongIn – gimoteé -. Creí que igual que tú te llevaste al ser que más quiero, a mi juguete favorito, yo me podía llevar al tuyo – la última frase la dije lleno de odio.
- Te juro que como le hagas algo...
- Parece que no entiendes la situación, cerebro derretido – sonreí de la misma forma terrorífica en la que lo hacía ZiTao -. Tengo a tu hija, en mis manos, en una cámara de gas que se pondrá a funcionar en veinticuatro horas, llamándote con un móvil que nadie puede rastrear y con una furgoneta cuyo rastreador me encargué de lanzar al mar – tomé aire -. ¿Y sigues teniendo los santos cojones de creer que eres tú el que mandas aquí?
- ¿Qué es lo que quieres? – preguntó algo más calmado.
- Así me gusta, que arrastres tu lengua por mis pies – reí de forma escandalosa -. ¿Tu cerebro de mosquito no te da para suponer lo que quiero?
- No puedo liberar a ZiTao así sin más.
- No pretendo que lo hagas solo. Iré contigo.
Hubo un tiempo de silencio en la llamada. Sabía que JongIn se debatía sobre qué debía hacer. Salvar a su hija era lo más ético y humano, pero eso le traería muchos problemas con la justicia, sobre todo, con la organización en la que trabajaba.
- Está bien – suspiró derrotado-. Dime qué es lo que quieres hacer – mi sonrisa se hizo más retorcida ante el triunfo de mi plan.
-OOOO-
Miré desde el coche blindado de JongIn el recinto que íbamos a asaltar. Había tanta vigilancia como antaño, pero llevando como escudo a uno de sus hombres nadie podría dañarme.
- Dime que estará bien... - susurró JongIn, mirando al frente, pensativo.
- Ya te he dicho que aún quedan cuatro horas. Te la entregaré sana y salva – no dejé de mirar ni un momento hacia mi objetivo.
- ¿Por qué debería confiar en ti? – me miró, a lo que yo respondí de la misma forma.
- ¿Acaso la gente debe confiar en ti por el simple hecho de ser policía? – sonreí de medio lado, con cinismo -. ¡Vamos, JongIn! En mis momentos más bajos, te aprovechaste de mí. Me hiciste creer que yo te importaba, que te habías enamorado de mí, y yo me creí todo el cuento de que era especial para alguien. ¿Crees que te hace mejor el hecho de estar del lado de a lo que todos llaman justicia? Pero, ¿alguna vez te has preguntado qué es esa justicia? Países altamente desarrollados aprovechándose de los recursos de aquellos que no pueden ni comer para ser fuertes para luchar por sus tierras y sus derechos. Jugar con el miedo de las personas, de no poder tener para alimentar a sus familias o de no poder costearse un techo en el que refugiarse y encontrar algo de calor entre tanto cinismo y hielo que impregna la humanidad... ¿Esa es tu justicia? Pues, ¿sabes? Dame el papel en donde está escrita para limpiarme el culo con ella – JongIn bajó la cabeza -. Pero, ahora, no estamos aquí para discutir sobre nuestras convicciones. ¿Tú quieres salvar a quien más amas? Pues yo también. Así que adelante.
El sonido del motor puso en marcha nuestro plan. Solté todo el aire que tenía en los pulmones antes de darle al acelerador. El coche cogió mucha fuerza gracias a la distancia que había dejado entre el edificio y nosotros, y sin oponer mucha resistencia, las verjas del lugar cedieron ante nosotros, así como el muro del edificio.
Aprovechamos la consternación para bajar del coche. En cuanto los soldados se agolparon alrededor de nosotros, yo utilicé a JongIn como escudo protector. Mi antiguo compañero levantó los brazos, mientras rogaba que bajaran las armas, explicando todo lo que había sucedido y que necesitaba su colaboración para salvar a su hija.
Todo el alboroto llevó hasta allí al jefe de todo aquello, Park ChanYeol, quien, entre dientes, aceptó llevar ante mí a ZiTao y sus hombres. Todos se quedaron perplejos al verme, sobre todo, mi ojos de gato. Los ayudé a subir a la furgoneta, poniéndome yo al mando. JongIn se acercó a mí, rogándome con la mirada para que soltara a su hija.
- En dos horas, sabrás de ella – le prometí.
Todos vieron, impotentes, cómo me llevaba a todos aquellos individuos a los que tanto tiempo y esfuerzo habían dedicado para atrapar. En cambio, yo tan solo podía echar pequeñas miradas a ZiTao, quien estaba echado en el sillón, quejándose de una herida que tenía en el costado. Sin embargo, pese al dolor, sus ojos no dejaban de escudriñarme.
- Pensé que te habías cansado de los chicos malos – dijo, entre quejidos.
- Los chicos malos no me agradan, pero tú eres mi chico. Es muy diferente – sonrió levemente antes de caer inconsciente.
-OOOO-
ZiTao estuvo un par de días inconsciente. Su cuerpo estaba severamente lastimado por las torturas a las que lo habían sometido, además de haber perdido bastante sangre por la herida en su costado. Hubo varias horas en las que tuve que enfrentarme a la posibilidad de quedarme sin él para siempre, pero Yixing consiguió estabilizarlo. Su fuerza lo ayudó a ir recuperándose poco a poco.
Nada más despertar, susurró mi nombre, moviendo sus ojos en todas las direcciones hasta que me senté junto a él, en la cama. Me dolía verlo tan débil e indefenso, y, a la vez, amaba sentirlo tan necesitado de mí. Me tumbé junto a él, como me lo pidió. Fue la primera vez que Zi Tao buscó cobijo en mi pecho, y lo único que necesité para saber que debía protegerlo y cuidarlo en adelante.
Los días pasaron y, con ellos, los días de debilidad de Zi Tao. Fue sorprendente ver cómo en semana y media, Zi Tao había mejorado. Nadie había podido detener sus ganas de empezar, de nuevo, a practicar artes marciales. En mi rostro, solo podía haber una sonrisa dulce y orgullosa, al mismo tiempo que una mirada calmada y amorosa.
Por mi parte, Zi Tao buscó para mí una sala lo suficientemente elevada como para que pudiera poner mis lazos y hacer todo tipo de acrobacias en ellos. Siempre que recordaba, adoptaba la última posición que aprendí en prisión. Me ayudaba a respirar de forma acompasada y a reproducir en memoria todo lo que había pasado a lo largo de mi vida. En eso me encontraba, cuando el sonido de unos pasos me indicó que alguien se acercaba, lo que hizo que optara por volver al suelo.
- No quería interrumpirte – Zi Tao respiraba algo agitado por el ejercicio de lucha reciente. Lo escaneé de arriba abajo. Pantalones de chándal negros, una camiseta de tirantes gris que mostraban sus musculosos brazos a la perfección y unas vendas a modo de guantes en las manos-. ¿Estás bien? Pareces pensativo.
- Me gusta pensar cuando estoy en esa posición – me acerqué a él lentamente y de forma seductora.
- ¿Y en qué pensabas? – sus ojos miraron de forma descarada hacia mis labios cuando solo unos milímetros nos separaban. Mis manos acariciaron su pelo y su nuca mientras recargaba mi frente sobre la suya. Sus brazos nos fundieron en un abrazo, dándonos tanta tranquilidad que cerramos los ojos para disfrutar más de aquel momento.
- En que no importa dónde estemos. Tú eres mi hogar, porque solo tú me puedes hacer amar tan locamente. Contigo soy yo.
Zi Tao me acercó aún más a él y me besó tiernamente. Se separó de mí solo cuando el aire nos fue necesario. Su sonrisa me puso algo sonrojado.
- Yo también me siento en casa.
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Crazy In Love
FanfictionHistoria inspirada en Harley Quinn y El Joker, aunque con matices.