‹Carrie Simons›
Mis pies arden de molestia.
Llevo horas parada en el mismo sitio y no consigo que un maldito auto se detenga.
Contoneo un poco mi cuerpo y giro de vez en cuando, pero nadie parece interesado en mi material. Si supieran que yo tampoco lo estoy, razones más importantes me tienen aquí.
Subo unos centímetros más mi falda y me acomodo el escote, cuando veo acercarse un lujoso auto negro. Es probable que alguien con bolsillos muy gordos ande necesitado de cariños, no sería el primero y en estos días me vendría muy bien, así que me acerco y doy unos pasos fuera de la acera, mis labios hacen lo suyo y una sonrisa ladina se proyecta en mi rostro cuando creo que ya he logrado detenerlo. Avanza despacio y el vidrio de la ventanilla comienza a deslizarse, doy otros pasos y estoy a punto de acercarme cuando un envase, de lo que creo es un batido, impacta en mi pecho y seguido de eso una chica grita:
"Es lo que mereces por puta".
Entrecierro mis ojos y respiro profundo mientras veo el auto alejarse a toda velocidad.
—¡Malditas perras! —grito ardiendo de rabia por lo que han hecho.
Quiero creer que sus cerebros no son tan diminutos para imaginar que todas venimos a este lugar por las mismas razones. En verdad quiero pensar que la gente no te juzga sin antes conocerte.
Decido que es momento de irme, ducharme y dormir, dada las condiciones en que se encuentra mi vestimenta, no creo que alguien siquiera me deje subir a su auto. La otra opción es quedarme semidesnuda en la calle, pero ni siquiera lo pienso, nunca me he expuesto de esa forma.
Palpo mis bolsillos traseros en busca de esos pocos dólares que me servirían para el transporte y emprendo mi camino hacia la parada de autobuses.
De nuevo un mal día.
Casi voy arrastrando los pies con desánimo mientras me repito mentalmente que todo va estar bien. Escucho un auto venir tras de mí y subo a la acera de inmediato, de reojo noto que trata de alcanzarme y acelero el paso alejándome antes que un segundo envase vaya a parar a mi rostro. No mido que tan rápido voy, sin embargo, estoy segura que me sigue y eso empieza a molestarme y asustarme a la misma vez. La parada de autobuses ya está cerca, aun así, no lo pienso y corro hacia otro lado.
Escucho el ruido constante de las bocinas de un auto, por lo que decido detenerme un momento. Jadeo y me apoyo en mis rodillas mientras veo como el hombre que antes estuvo detrás del volante, baja y se acerca a mí. Soy consciente de que es un extraño y que no hay muchas personas a mi alrededor a esta hora, sin embargo, mantengo mi posición y espero a que hable.
—¿Por qué huyes? —pregunta. Alzo mi rostro y adopto una postura recta, llevo mis manos a mis caderas y observo al hombre de traje y peinado casi perfecto, que me mira sin expresión alguna, como si acabara de notar que no soy lo que busca.
—¿Por qué me seguías? —digo.
—Creí que podrías acompañarme —frunce el ceño como si algo de lo que acaba de decir no fuese obvio para mí. Claramente se le nota que trae para pagar el mejor lugar al que podría ir en mucho tiempo.
"Esta es nuestra oportunidad", me digo.
—Por supuesto —sonrío, me pide que lo siga y vamos a su auto. Durante el trayecto, le explico sobre mis servicios y lo guío a un motel no muy lejano y algo decente. Sin preguntas o queja alguna, paga por un par de horas y nos adentramos en la habitación.
Por extraño que parezca esperaba que al menos me sujetara de la cintura o alardeara de sus dones, pero no ha sido así, desde que subí en su auto hasta ahora que estamos solos en la recámara, ha permanecido en silencio, ni siquiera se me ha acercado.
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Confesiones De Un Motel
Historia CortaDespués de años de creer que los recuerdos no regresarían, que los demonios no atacarían y que no habría más punzadas en sus heridas, vuelve otra vez el dolor de la culpa y a su vez el frío de la soledad, tras una historia trágica de confesiones y s...