p r ó l o g o

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    El sol se consumía ardiente en el horizonte, llevándose consigo la ligereza de la briza del verano. El aire comenzaba a tornar el ambiente frío, tan pesado que causaba la sensación de opresión en el pecho. El ambiente contrastaba en extremo con el fondo cálido que teñía el cielo de aquel día.

   La hierba casi seca rozaba mis piernas y arañaba mis nudillos mientras caminaba intentando controlar mi respiración y guiar mi mente hacia la claridad, por lo menos al blanco o el vacío, pero las escenas de los minutos anteriores me regresaban al descontrol total.

   Miraba hacia atrás constantemente, esperando que no hubiese un rastro mío visible, que no hubiese huellas, un camino que condujera al lugar. Las copas de los árboles se agitaban con el aire, al igual que los arbitrarios espacios donde yacía la hierba más alta, vociferando el siseo característico del campo. Cualquier guía o mínima evidencia de la existencia de algo fuera de lo común en ese lugar, develaría aquel suceso que mi oscuro secreto ocultaba. Un paso en falso y la investigación seria guiada sobre mi cabeza.

   Juro que ese momento se encontraba del otro lado de la línea de lo que esperaba. Uno se imagina justo la satisfacción plena y el reconforte, al aire que viene con el triunfo. Pero siento como si el alma se me hubiese ido del cuerpo. La lucha constante contra mis demonios había sacado lo peor de mí. El juego había terminado. Cantad por ello.

   El estómago me escuece, como si el vacío hubiese sido llenado por un ácido que me estremecía desde dentro. Temblaba. Ahora entiendo la manera en que la venganza se servía fría. Las puntas de mis dedos quemaban, se congelaban. Mi corazón latía descontroladamente, el nudo de mi garganta quemaba y no podía emitir un sonido por más inaudible que este fuera. Mi vista se desenfocaba a momentos por la adrenalina y, justo en los tramos donde mis pasos debían ser los más prudentes, sentí como todo a mi alrededor se tornaba incoherente.

   De pronto el ruido de la sangre agolpándose en mis oídos se volvió un zumbido que se acrecentaba con cada segundo, avanzando y consumiendo el terreno de mi noción del entorno. Tomó un segundo para que todo se nublara.

Todo se tornó oscuridad a mí al rededor.  

La navaja goteaba fría a mi lado.



D I R T YDonde viven las historias. Descúbrelo ahora