Cruza el amor, yo cruzaré los dedos

The sweetest thing

Las horas seguían pasando, lo que antes era mediodía ahora ya eran las 14hs. La temperatura de ese día tan caluroso seguía aumentando pero ambos, indiferentes, continuabamos charlando. Volvimos a abrazarnos aunque esta vez sin motivos, quedando nuevamente muy cerca. Sucedió lo predecible.

Nos besamos.

Los labios de John eran realmente suaves, francamente los más suaves que alguna vez habían tocado mis labios. La tranquilidad y la armonía que sus besos y labios me transmitían, no se comparaban a absolutamente nada. Fue sin dudas, "el beso" que todos alguna vez en la vida tenemos con una persona, en el cual sentimos que ese alguien, está realmente destinado a estar con nosotros. 

Una gran sonrisa se había instalado en nuestros rostros desde ese momento, el mundo dejó de importar y no teníamos siquiera noción del tiempo; cuando miré mi reloj eran las 15hs - habíamos estado prácticamente 3 horas en un lugar de lo más caluroso, solos, y sin darnos cuenta -.

Nos levantamos apurados como si eso fuese a hacer la diferencia en cuanto a llegar más temprano cada uno a su casa, y comenzamos a caminar. En el largo trayecto a casa, las risas y las conversaciones eran cada vez más distendidas y llenas de complicidad, como si nos conociéramos desde mucho tiempo antes. Era extraño ver como concordabamos tan perfectamente el uno con el otro.

Mientras caminábamos, él me contaba sobre sus cosas. Además de estudiar, él trabajaba en un lugar familiar cerca del colegio en donde estudiaba. Además, nos sorprendimos cuando nos dimos cuenta que viviamos a tan sólo 3 cuadras de diferencia... y nunca nos habíamos cruzado.

John me acompañó hasta casa y ahí fue en donde el momento comenzo a hacerse todo más extraño aún: ninguno de los dos quería despedirse. Esta vez los abrazos y los besos, eran más. 

Después de un largo rato, John se fue a su casa. Sonrientes, la historia había comenzado a cambiar. O eso creíamos...