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Hace tiempo que los recuerdos más antiguos de su corta vida no volvían a su cabeza, pero ahora, sin poder evitarlo, Jisung se acuerda del primer día que vio a sus padres.

Le pareció raro que ambos fueran hombres, porque todos en el lugar donde él vivía hablaban sobre tener un papá y una mamá, no dos papás. Pero eso lo superó a los pocos días

Lo que le pareció aún más raro fue cuando, al cabo de unos meses, cuando se había acostumbrado un poco a vivir con ellos, le anunciaron que debían irse a vivir a China.

Se acuerda ahora, como si todo volviera a pasar y él no pudiera borrarlo de la mente, de que lloró mucho, de que gritó, lloró todo el rato durante aquel viaje tan largo en el que se dirigían a un país donde Jisung no entendería nada de lo que los demás decían, y ni los besos de sus padres podían consolarlo, pues él hasta se tapaba la cara para evitarlos.

Llegó a esa ciudad donde todos hablaban una lengua extraña y por todos lados había símbolos tan complicados que daban miedo. ¿Cuándo dejó de sentir ese miedo?

Han pasado tres años desde entonces, pero Jisung ha perdido la cuenta, porque hace mucho tiempo que las letras chinas le parecen bastante interesantes y bonitas.

Se mira al espejo y pronuncia algunas palabras en chino. Aún suenan incómodas y a veces, por más que se esfuerce, se confunde en la pronunciación. Le gustaría hablar con fluidez como todos los demás.

Su padre Taeyong llama a la puerta.

-¿Qué haces, cariño?

-Nada, ahora salgo.

-¿Te pasa algo?

-No-, dice Jisung, pero sale un «no» bastante triste.

Taeyong entra al cuarto de baño y ve ahí a su hijo: tan frágil, tan pequeño que podría dormir como un gato en el lavatorio.

-¿Qué le pasa a mi niño?

Y sin esperar una respuesta, Taeyong toma en sus brazos al pequeño y se lo lleva al salón principal. Lo tiene abrazado sin decir nada, dándole besos en el cabello y a Jisung se le escapan algunas lágrimas silenciosas.

-Te quiero-le dice su padre en en chino, ya que todo este tiempo le estuvo hablando en coreano-. Que suerte hablar dos idiomas, no todos pueden presumir de hablar más de uno. ¿Tú cuál prefieres?

-El chino-contesta el niño con la voz muy bajita.

-Pero cuando te hablo en chino no respondes.

-Porque se me olvida. El coreano no me gusta.

-A mí sí. Me gusta que hables tu idioma antiguo y tu idioma nuevo.

Casi todos los padres son adivinos, está claro, porque Jisung comienza a sospechar de que el suyo se ha dado cuenta de cuál es el motivo de tanta tristeza.

-¿Alguien te insultó en la escuela, alguien te dijo algo que no te gustó?

-Sí, pero no me importa.

-¿Qué te dijo?

-No me acuerdo.

-Bueno, si alguna vez te acuerdas me lo dices.

Quiéreme a mí » jichenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora