Capítulo 1. Demasiado tarde.

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Narra Katsuki.

Aquel día. El momento en el que mi corazón empezó a latir descontroladamente al pensar en una persona, sin querer matarla.

Era una cálida mañana de mayo, normal y corriente para cualquier estudiante que se encontrase en el instituto, pero muy distinta para mí, ya que por primera vez sentí algo por alguien, eso que llaman mariposas en el estómago, aunque pensándolo detenidamente, me daba asco a mí mismo. ¿Cómo podía haber caído yo también en ese estúpido juego que llaman amor? No quería que sucediera tan pronto. Más bien, no quería que sucediera.

Me dirigía al despacho del director, solo, como de costumbre, ya que nadie se atreve a juntarse conmigo, para que me otorgara una amonestación debida al destrozo que le hice en la mesa a Kirishima, otra vez. Los demás integrantes de la clase no comprenden mis emociones, ni si quiera intentan hacerlo, ¡¿qué se supone que deba hacer cuando ese pelo volcán imbécil no deja de escribir gilipolleces en mi mesa?!
Parece que lo hace aposta para que la gente me odie aún más.

Entre todos los murmullos que el humillante espectáculo que acababa de montar había dejado, ahí estaba él. Mirándome fíjamente con una mirada penetrante que expresaba todo lo que sus pensamientos sin manifestar decían. Se le notaba decidido. Sin dudar demasiado, se levantó de su silla con el amago de defenderme y callarles a todos con un acto de madurez, pero, como era de esperar de él, su uniforme se quedó enganchado en el asiento, causando una leve abertura en su pantalón que empeoró aún más la situación.

A decir verdad, me sorprendió que se fuese a imponer ante la clase por mí, ya que yo siempre le traté mal y él es muy tímido, y no pude evitar apartar la mirada, disimulando el sonrojo que apenas había aparecido en mi rostro.
—Joder.— Se me escapó esa palabra al pensar en lo ridículo que debía de verme en ese momento, y eso fue suficiente para llamar su atención. Lo que menos quería en ese momento.

Él deshizo el nudo mal hecho de su corbata e intentó tapar el agujero con ella vendándola a su pierna. Aún no había vuelto a mirar al frente pero sentí su presencia acercarse cada vez más a mi cuerpo, seguida de un rápido y brusco agarre de mi muñeca que me condujo fuera del aula. Una vez situados en en pasillo más lejano al lugar del que acabábamos de escapar, me soltó. Él era el único que se preocupaba por mí, no solo en ese instante, sino siempre.

Cuando íbamos al colegio, él estaba solo, y yo era el último que le ofrecía apoyo emocional, de hecho, le acosaba. Por alguna razón, los recuerdos de nuestra infancia me atormentaron y sentí que no merecía tener a alguien como él, imaginé todo lo que había tenido que pasar por mi culpa y una lágrima se derramó por mi mejilla, a lo que el reaccionó con un sincero abrazo que demostraba su empatía. Sus brazos rodearon mi espalda, haciéndome más vulnerable de lo que ya era, pero no me disgustó. Habían pasado años desde que algo así sucedía y lo único que anhelaba en ese momento era que el tiempo se detuviese.

¿Acaso no tiene ningún resentimiento hacia mí después de toda la mierda que le causé?

A continuación le miré a los ojos. No podía distinguirlo nítidamente ya que mis pupilas seguían inundadas por mis lágrimas, pero noté un pequeño rubor en sus mejillas. Era evidente que estaba nervioso, aunque es normal, viniendo de mí en cualquier momento podía estallar e insultarle, o al menos esa es la mala fama que tenía.
Me di cuenta de que debí apreciarle antes. ¿Estaba aún a tiempo de compensar los incidentes del pasado?

Ese sería el momento perfecto para declararse a la persona que te gusta, pero, ¿de verdad una persona como yo le podría agradar a una persona como él?
Me quedé en silencio. Ni si quiera le agradecí el saltarse la sesión de matemáticas conmigo para consolarme.
Quizás no era lo suficientemente solidario como para cumplir con sus estándares. Quizás no sea nadie importante en su vida. No debería serlo. Ya es demasiado tarde para serlo.

Las inseguridades crecieron en mi interior repentinamente. Soy un inútil.

Salí corriendo sin decir una sola palabra.
Intenté olvidar todo lo que había sucedido hace un mero instante poniéndome los auriculares y escuchando mi grupo de rock favorito. La letra representaba exáctamente cómo me encontraba en ese momento, así que me alegré de no ser el único que se haya sentido así.

Me interrumpió el director, dando por finalizado este flashback, obviamente para hacerme pagar por el tema de la mesa. Después de un mal rato de gritos y quejas, por fin me pude marchar a casa.

Hoy no solo llegaba con una amonestación, también con una confusión temiblemente grande hacia lo que sentía por aquel chico.
Así es, él fue el que me cautivó; Izuku Midoriya. Siempre respondía al apodo que le dí de Deku, sin embargo, a partir de aquel día ya no le consideraba un idiota.

Al menos no del todo.

Katsudeku | Realismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora