La persecución

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La última reunión que sostuve con Romero fue el 13 de mayo de 2014, a partir de esa fecha no me volvió a contactar. Ignoro las circunstancias de su desaparición, y tampoco sé el estado en que se encuentra. Sospecho que Ignacio me confió aquellos registros para resguardarlos. Si bien los leí, me percaté de que en la mayoría de los casos no se podía rastrear a los protagonistas, y más teniendo en cuenta que Ignacio era el autor de casi la totalidad de los documentos. Sin embargo, no puedo negar que todo el asunto del cubo me despertó mi curiosidad.

Lo que al cabo de meses empezó como investigaciones esporádicas sobre el tema, derivó en un exclusivo interés por todo aquello relacionado con el tema del cubo. Indagué en bibliotecas, revistas y en la red y me costó encontrar tan sólo una referencia a todas aquellas historias recabadas por Romero. Al principio sospeché que todo el asunto se trataba no más que de la invención de una mente perturbada, influenciada, por el relato de un prófugo de la justicia cuyos pensamientos se vieron turbados por la persecución. No obstante, del vasto material examinado y luego de un tiempo no pude dejar de encontrar referencias, aunque remotas, del tema que me estaba obsesionando. Recordé además que un cubo es el destino de la peregrinación impuesta por el Islam; el Tefilín es un cubo que encierra la palabra de Dios para los hebreos; también que el antiguo culto a Saturno hace uso del hexágono como símbolo, el cual no es sino la representación en el plano de un cubo, ¿qué oscuro azar habrá modelado la tormenta de ese planeta precisamente en la forma de un hexágono? El cubo, ya sea en la forma plana del hexágono o su descomposición en la cruz, es al mismo tiempo (dependiendo del culto) la referencia de una divinidad creadora como de una destructora.

A la par que crecía el interés por el tema, se acrecentó también el temor. Comencé a sentirme perseguido, y aún hoy no hay esquina que doble sin percatarme de la presencia de alguien siguiendo mis pasos. Siento que el hombre que sirve mi café por las mañanas es el mismo que se despide de mí al llegar a mi edificio. No puedo pisar un espacio público sin sentirme contemplado por una multitud de caras que parecieran representar el mismo semblante. Ignoro si soy víctima de la persecución que padeció Lieschen Müller o si compartiré el destino de Ignacio Romero.

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