REBELDE

15 1 1
                                    

        Después del aguijonazo que sentía por el disparo, caí al suelo y me sumí en un estado de inconsciencia. La nada, no tiene inmensidad puesto que es nada, no tiene nada porque si no, no sería nada. Y entonces estaba en una casa de madera en medio del campo, y a mi lado en el sofá, la vi, a mi novia muerta. Lau Ramírez, de estatura mediana, cabello castaño y ojos grandes castaños que cuándo me miraban atravesaban mi carne para mirar mi alma. Me sonreía hasta que vio mi cara y lo flaco que estaba, me preguntó que me había pasado y le conté todos los sucesos de la huida y todo lo que había hecho para huir.  Pero ella solo me regañaba por haberla dejado sola y me decía que como podía haber salvado a la guardia, que si ya no me acordaba de ella y ya estaba buscando a otra. Se sacó un cuchillo y me lo clavó por la espalda cuándo yo ya me marchaba dirigiéndome hacia el campo con las flores silvestres en flor soltando polen al viento.

Me desperté, suspendido a dos palmos del suelo,  tenía los brazos y las piernas encadenadas al techo y al suelo por lo que mi cuerpo quedaba en el aire. La habitación estaba oscura pero se veía la luz de la chimenea, esta tenue luz iluminaba un sofá de cuero negro, no había lámparas. Notaba dos respiraciones en la sala. Una de ellas venía del sofá pero me daba la espalda y no veía bien quién era, la otra era una persona de pie a mi espalda. Oí un chasquido de los dedos de la persona del sofá y la persona a mi espalda me golpeo varias veces en la zona lumbar con una tanda de puñetazos. A otro chasquido la oleada paro.

Entonces vino la pregunta de la persona X del sofá: ¿Por qué salvaste a la guardia de la prisión cuándo se rebelaron tus compañeros?-Usaba un modulador de voz para que no pudiera distinguir ni su acento ni el sexo al que pertenecía.

No contesté, esta vez no fue un chasquido, fue una palmada y el sujeto a mi espalda me clavó un bisturí por la espalda entre las costillas.

-No volveré a preguntártelo.-Sonaba frustrada pese al distorsionador.

-Ni yo mismo lo sé.-Se hizo un silencio algo tenso en la sala, y el que estaba a mi espalda salió de la habitación por una puerta que no podía ver. La habitación seguí en penumbra y pese a mis cadenas, la chimenea y el sofá no veía nada más.-No quería que le hicieran daño...

-Matas a todo el que se pone en tu camino: compañeros, psicólogos, guardias. Pero hay un caso en particular en el que no matas. ¿No lo ves raro?¿Por qué ella? Es la única que te había disparado antes.-Parecía divertido, confiado. Intenté abalanzarme sobre él/ella. Pero las cadenas me detuvieron e hicieron que me dolieran aún más las heridas que ya tenía desde hace tiempo y las recién adquiridas en este interrogatorio.-Tranquilo tigre. ¿No te suena de nada la agente a la que has salvado?

Ahora que me paraba a pensarlo, tenía el pelo castaño, ojos grandes castaños y la cara muy parecida a la de mi novia, pero mi novia estaba muerta y esta guardia era más alta y fuerte que ella.

-Dime lo que estas pensando. Tal vez, aciertes y todo.-Se estaba levantando la figura del sofá. Llevaba un elegante traje de noche femenino que dejaba la espalda al aire, el traje iba a juego con la sala puesto que era negro como el azabache. Mientras se giraba hacia mí, vi que era la guardia a la que salve, se estaba quitando el modulador de voz de la cara (una pequeña máscara adaptable a la parte inferior de la cara). Cuando la vi así, me recordó a mi novia, no, no me la recordó es que eran la misma persona, idénticas como dos gotas de agua.-Me di cuenta de mi parecido con ella cuándo registramos tus pertenencias, la foto que siempre llevabas en tu llavero. Mis compañeros también se dieron cuenta, pero gracias a ti, ya no están aquí. ¿Verdad?

Sangre en las esquinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora