Capitulo 5

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No tenía cuerpo. Odiaba cualquier forma que pudiera verse o tocarse. Su mente se había abierto a los misterios y podía comprenderlo todo. Ahora veía miles de millones de vidas en su mente en cada uno de los segundos de la historia del universo. 

En su interior sintió que todo fue un sueño y ninguna persona existió en realidad; todas estaban en su mente. Desde la perspectiva dónde se encontraba cualquier cosa de la creación era un fugaz pensamiento. Aunque transcurrieran millones de años, todo iba a permanecer igual, siempre estaría solo, consolándose con sus criaturas imaginarias. 

Era una mente que lo abarcaba todo, desde la más pequeña mota de polvo hasta la más grande de las estrellas del universo. Un mundo infinito en constante expansión que sólo existía dentro de él. No había nada más… Esa era la verdad. Ni luz, ni oscuridad. 

Y con esa certeza tenía el poder de entrar en la mente de cualquiera y ver sus pensamientos. No dejaba de ser irónico. De pronto comprendió que cuando el hombre se niega a creer en Dios, no es más que un pensamiento reflejado en su propia mente por intentar olvidar su soledad. Negándose a sí mismo, todo lo demás existía. El mundo es así porque las mentes son pensamientos de un Dios que está solo. Todas y cada una de las cosas creadas se relacionan unas con otras provocando así la ilusión de lo que esperaba realmente lograr, que el que no existía era él y por eso el hombre jamás daría con una prueba de su existencia, si había alguien meticuloso en su trabajo, ese era el Padre. 

Él era la única criatura capaz de convencer a Dios de que el universo que había creado no era más que un engaño, era el único que podía demostrarle que si lo destruía no pasaba nada porque en realidad nunca existió. Era el que se empeñaba en romper las reglas y no sentía el menor aprecio por creación alguna. Si conseguía demostrar que todo era fatuo y las criaturas conocían esa única verdad, éstas enloquecerían y Dios abandonaría la estúpida ilusión que le mantenía soñando sin descanso, disfrutando de ella como un niño con sus juguetes. Era consciente de que si renunciaba al universo, él sería el primero en regresar a su lugar, el que le correspondía por derecho de primogénito. Dios volvería a ser una sola cosa. Bastaba con que uno de esos estúpidos títeres se diera cuenta de ello, sólo tenía que conseguir que uno solo tomara consciencia de lo que realmente era, y cuando lo lograra... 

Esa era la Pregunta. ¿Cómo actuaría Dios si despertara dentro de su propio sueño? Hacía dos mil años hubo un hombre que conocía la verdad, pero el Padre le blindó haciéndole creer que era una persona como el resto de sus congéneres. Y al mismo tiempo era Dios. Si hubiera conseguido convencerle de la verdad, el mundo se habría acabado y con él su condena eterna. Pero ese hombre no quiso escucharle cuando le ofreció todo el poder, una vida infinita, una existencia de excesos sin tener que dar cuenta a nadie, ya que nada tenía por qué existir. Podía destruir todas esas cosas molestas que le rodeaban, todos los que le buscaban para matarle porque no eran nada. Lo intentó como hombre, siendo Barrabás, y al no conseguirlo le habló directamente. A pesar de que le mostró la realidad con todo lujo de detalles, le respondió que él era hijo de Dios. Que nunca le serviría a él ni se autoproclamaría dueño del mundo, sino su siervo. Estaba tan emponzoñado de ese amor correoso, tanto cariño tenía a esa vida suya y la de sus semejantes que se dejó matar por esas marionetas. Lo tuvo tan cerca... Pudo destruir todo con que Jesús hubiera dado el sí en la cima de aquel monte.

Él buscaba la destrucción de lo que su mente creadora se empeña en preservar y amar. Cuanto más empeño ponía Dios en hacer algo perfecto, más se arriesgaba él por destruirlo. Si amaba a las personas, más difícil le resultaba acercarse a ellas para mostrarles "la verdad". Ese maldito amor, esa palabra hueca y estúpida, esa invención por la que la gente se preocupaba más por los demás que por sí mismos... Si tan solo pudiera mostrarles que no existían los demás... Su espíritu se incendiaba con el fuego de la ira por la impotencia de vencer a esa mentira tan poderosa sobre la que Dios había edificado su mundo perfecto. 

Atravesando El EspejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora