Capítulo n°3

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ZED

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ZED

No puede creerlo, ¡estoy otra vez en Cabo Cob! Con min amigos y mi familia. ¡Por Dios! Qué bien se siente. Ayer quedé realmente atónita al ver como se encuentra actualmente Alex, esta súper guapo y muy fornido; y no hablemos de Key, está hecha toda una modelo con sus curvas despampanantes y su hermosura condicional.

―Oye, Zed, hoy a la noche iremos a una fiesta en la playa contigo. ¡Hay que celebrar tu llegada! ―anunció Key.

Dormimos mucho para mi gusto, debido al largo viaje que tuvimos, pero ya lo recuperamos y ahora estamos todos juntos desayunando en la casa de nuestros amigos, a excepción de nuestros padres. Luego de darle un sorbo a mi café, conteste:

―Me parece bien.

―¡Claro! Todos iremos ―divagó Aslan. Él es el fiestero del grupo, le encantas las fiestas de cualquier tipo, solo espero que no tome demasiado alcohol o empezará a hablar muchas idioteces.

―¿Qué dices, Alex?

―¿Qué? ―levantó su mirada perdido y nos miró interrogante, ¿acaso no prestó atención? ―Ah, la fiesta. Me parece muy bien ―se encogió de hombros y me regalo una sonrisa amigable, que por cierto es muy hermosa. Me pregunto qué le pasa.

Terminamos de desayunar hablando sobre nosotros mismos y como estuvo nuestras vidas durante los años que no nos vimos. De último momento, se nos ocurrió dar un paseo por la playa descalzos, tal vez así seguiríamos hablando sobre nosotros. La conversación si siguió durante el transcurso de la caminata, la arena cubría nuestros pies descalzos y la brisa era embriagadoramente perfecta. Key me contó que dio su primer beso en la primaria con el chico que le gustaba, pero que no pudo tenerlo como algo más por la culpa de Alex, quien se había puesto celoso, y solo fueron amigos. Luego me contó que tuvo novios en la secundaria y Alex se enfurecía por aquello. Alex siempre fue así, muy sobre protector con su hermana. Aun no entiendo cómo tiene confianza con Aslan.

Alex seguía igual de raro, apenas lo había oído reír de algunas cosas que contaba Key, pero no dijo nada más, no conto nada sobre su vida. Así que me acerqué a él para saber que le ocurría:

―Oye, Alex, ¿todo está bien?

Me sonrió ampliamente, creo que si lo hace otra vez va a matarme.

―Sí, ¿por qué no lo estaría?

Me encogí de hombros sin saber que decir, pero también estaba sonriendo. Estaba claro de que no iba a decírmelo. De arrebato, tomé un poco de arena húmeda en mi mano y se la lancé, esta terminó estrellando en su ancha espalda .

―¡Oye!

Y pronto nos encontrábamos los cuatro en una guerra de arena humada, se pegaba por el cuerpo y se adquiría dentro de la ropa provocando una picazón terrible. Terminamos dentro del mar nadando, además de sacar la irritable arena del cuerpo, y jugando como tales niños pequeños éramos hace años atrás. Luego de que la tarde transcurriera divertida, Aslan fue por cervezas y nos dedicamos a descasar mientras observábamos el horizonte. El sol se escondía entre las nubes y el mar, sin duda el atardecer era un paisaje muy bonito.

Nunca digas AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora