Capítulo n°4

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ZED

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ZED

Gruño. Siento como la luz impacta a mis ojos y, como instinto, me tapo la cara rápidamente con la sabana. Mi cabeza estalla a mil y mi estomago se revuelve. Maldita resaca. Lentamente abro mis ojos, pero los vuelvo a cerrar y sigo así hasta poder acostumbrarme a la iluminación del sol que traspasa por la venta. Muevo mi cuerpo y choco con otro, me estremezco y rápido me levanto, pero me relajo al recordar lo sucedido. Key durmió conmigo. Miro a mí alrededor y efectivamente estoy en mi vieja habitación.

Las figuritas de viejas animaciones que poseían los caramelos o chicles, siguen pegadas por toda la bacera de la cama de algarrobo, mi viejita cama. El armario, con todos mis viejos peluches sobre ella. Mi mesita de noche, con su lámpara rosa decorada con flores. Y las paredes decoradas por mariposas origami que hacía mi padre. Todo estaba en su lugar, como lo recortada, todavía se encuentra mi cajón con viejos libros para niños, algunos con historias u otros para colorear. Sonreí por inercia, la mayoría son buenos recuerdos.

Voy directo al baño porque mi vejiga explota y una vez que me lave las manos, me miro al espejo. ¡Dios, mi aspecto es horrible, parezco un zombi mal maquillado! Mis ojos están rojos, mi cabello esta revuelto y no tuve tiempo de desmaquillarme, así que estoy con todo el maquillaje corrido por mis terribles ojeras. Me doy un baño rápido, tratando de sacar algunas manchas pegajosas de alcohol y del sudor. Si que fue una gran fiesta.

Key sigue durmiendo y de vez en cuanto suelta algunos ronquidos. La dejo dormir tranquila, bajo a la cocina y veo que en la mesada que hay dos antiácidos y dos analgésicos, se supone que uno es para mí y el otro para Key. No hay mucho ruido en casa, así que supongo que deben estar en la casa de al lado. Me sirvo un vaso de agua y salgo al patio trasero, para decir verdad, es una mañana tranquila para una noche movida. Miro con detenimiento aquel lugar donde antes había un árbol, y encima de su copa se encontraba nuestra casita. La casita del árbol donde Alex me besó. Ahora ese lugar fue suplantado por una casilla, supongo que debe ser para guardar herramientas o algo así.

No me había percatado de que alguien estaba sentada en una de las sillas de la pequeña isleta que se encuentra allí. Es una chica de pelo rubio y cuerpo delgado, no le puedo ver la cara ya que está de espaldas hacia mí.

―Hola.

Mi saludo la sobresalta y me mira intrigante. La chica es linda, pero no la reconozco, me pregunto si Key la conoce o si debe ser una amiga suya.

―¿Buscas a Key?

―¿Quién eres? ―me interroga, casi susurrando. Después de echarme una mirada de inspeccionarme, su mirada cambia a una totalmente distinta. Pero, ¿qué le pasa?

De la nada, se levanta del asiento, no me había percatado de que traía una maleta mediana, retrocede unos cuantos pasos. Frunzo el seño, acaso... ¿Tiene miedo?

―¿Qué haces aquí y quién eres? ―pregunta con una voz aguda. Dios, que voz. Iba a responder, pero ella se adelanta y no tranquila, sino que empieza a gritar con su horrible voz, haciendo que mi cabeza empiece a doler debido a la resaca: ―¡Alex!, ¡ayuda!, ¡una ladrona!, ¡me quiere robar!, ¡Alex!

Nunca digas AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora