Cinco.

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Día 4: Villanía.

Advertencias: Asesinato de personaje.

Genero: Muerte, tragedia, angst.

Aclaraciones: Ninguna.

¡Disfruten la lectura!

...

La luz era nula, estaba encerrado en una recamara con olores putrefactos, a orina y heces y se encontraba confundido, la sangre goteaba desde su frente hasta el suelo lleno de gotas de secas de esta misma.

Un chico frágil de origen asiático se encontraba en una cama vieja con un colchón que contaba con los resortes tan marcados que al acostarse en ella se clavan en el cuerpo lastimándolo.

Sus brazos temblaban y sus piernas con muchos moretones ya no soportaban a débil y enflaquecido cuerpo, no podía mantener su ojo abierto, oraba, en su mente rogaba porque sus ojos se cerrarán de una vez y jamás volvieran a abrir. Las lágrimas salían de su ojo sin control, la sangre y vómito era lo único que podía palpar en su boca. 

Escuchó unas pisadas fuera de la solitaria habitación, la luz proveniente que se colaba por el umbral de la puerta reflejaba dos pies que esperaban fuera de la aquella habitación. El pequeño se encogió tanto la cama, como si quisiera volverse uno con ella. Tenía miedo, mucho miedo.

— Kubo... Amor... — Y entró, aquel temible monstruo entro. Aquel monstruo que tanto amaba.

Kubo soltó un chillido, no quería que él se acercara más a él. — No me temas, amor... Por favor, no tengas miedo. — Leo, ese era el nombre de aquella bestia, la persona que lo enamoró hace unos años.

Tenían 18 años cuando comenzó todo. En la Universidad, la vida llena de oportunidades, al inicio de la carrera con un camino lleno de luz, así es como veía su vida Kubo.

Y todo mejoró o al menos creyó que así fue cuando conoció a Leonardo San Juan. El chico de intercambio que venía de un país tan hermoso como México, el muchacho que le prometió todo, que le comparo con una rosa.

Lo que inició como una amistad, dos chicos que se juntaban a la hora de comer y charlaban por horas por medio de whatsapp, se terminó convirtiendo en un amor por ambas partes, sus corazones latían con demasía cuando sentían la presencia del contrario cerca, las ansias que tenían de verse y de hablar perdiéndose sus ojos era obvio por parte de ambos, no era muy difícil darse cuenta, Leo y Kubo se estaban enamorando.

Meses después, en un día de Noviembre Leo reunió el  valor necesario para preguntarle a Kubo y Kubo con lágrimas en sus ojos acepto, claro que le dijo que sí, Leo era su Romeo, su príncipe, su amor, era todo para Kubo.

Después de unos meses llegaron los pequeños celos, Leo solía molestarte ligeramente cuando Kubo charlaba de más con sus compañeros de aulas, cuando se dejaba abrazar y aceptaba los cumplidos de los otros. Kubo sonreía, esos pequeños celos le parecían tiernos, reía y abrazaba a su novio asegurándole que solamente él vivía en su corazón. Solamente él.

Pasados semanas y Leo comenzaba con celos intermedios, le gritaba y le dejaba de hablar, Kubo se empezó a sentir culpable, Kubo dejó de hablar con sus amigos, dejó de comer con ellos y aceptar salidas con ellos, quería alejarse de ellos lo más pronto posible, no quería que su novio se molestase, no soportaba cuando Leonardo le gritaba groserías a diestra y siniestra, su último deseo era pelear con él.

Y después de dos semanas, Leo volvió a ignorarlo en un intercambio de clases cuando Kubo le pregunto si quería almorzar con él. Ese día no pudo evitar las lágrimas, estaba empezando a sentirse desesperado, fue ahí cuando comenzó todo. Un amigo suyo lo vio llorando discretamente en una jardinera de la universidad.

— Kubo, ¿estás bien? — Corrió a abrazarlo. Kubo sorprendido por la muestra de afecto se derrumbo, tenía semanas sin ser abrazado, sin ser besado y sin ser querido. Se aferró a su amigo, lloró hasta quedarse sin lágrimas.

No se dio cuenta que Leo lo estaba observando desde lejos, muriendo por celos y coraje.

Llegada la última hora espero fuera de la clase de Kubo, para llevárselo a rastras detrás de un callejón abandonado. Y ahí fue, fue el día que la bella rosa perdió su primer pétalo. El golpe llego tan rápido como un abrazo y su novio pidiéndole a gritos perdón, Kubo no salía del shock, la mejilla le ardía de manera que quemaba, y las suplicas implorando su perdón se hacían lejanas. Kubo por miedo asintió, perdonando a Leo. Gran error.

Y como ese golpe empezaron a llegar otro y otro, siempre seguido de disculpas, disculpas que eran aceptadas para después encerrarse en su habitación llorando por culpa de su ciegues, Kubo estaba ciego de amor. La rosa cada día iba perdiendo más y más pétalos.

Pero eso no fue lo peor, la calamidad se desato cuando un chico nuevo de intercambio le regalo una flor seguido de una invitación a una cita. Y fue ahí cuando Leo dejo al chico nuevo en el suelo inconsciente y a Kubo con una paliza que lo dejo postrado en su cuarto en los dormitorios del colegio por varios días.

Kubo supo que era momento de terminar lo que había empezado y tanto perdono. Otro grave error.

— ¡Si no eres mío, no serás de nadie! ¿Entiendes? — Gritó Leo mientras lo encerraba en el sótano de la casa que estaba rentando en Japón.

Kubo pidió auxilio, uno que jamás le brindaron. Leo levanto una demanda por desaparición. Kubo empezó a ser buscando por todo Japón, por todo Japón menos en la casa de su novio.

Leo lo alimentaba, le besaba y lo bañaba de vez en cuando, Kubo tenía miedo pero no podía decir nada por miedo, un miedo que nadie le quitaba y al final terminaba siendo una golpiza más. La rosa iba perdiendo cada vez más y más pétalos.

Así como los besos y los baños fueron desapareciendo, también lo hicieron las comidas. Kubo empezaba a enflacar de una manera alarmante, los huesos se marcaban a su piel y su cara, antes redonda ahora desfilaba un par de pómulos filosos. A Leo ya no le parecía atractivo, ya no lo quería, pero quería que fuese suyo para siempre.

Ahora, su diversión era las golpizas que le proporcionaba a Kubo.

— Un día de estos... Me vas a asesinar... — Dijo Kubo con un pequeño hilo de voz que le quedaba.

Leo sintió su sangre hervir, nunca le dio permiso a Kubo para hablar, tenía que aprender a respetar a sus autoridades.

— Cállate. — Y empezaron los golpes, de nuevo. El cuerpo del nipón no era tan fuerte, ya no soportaba los golpes, y uno certero en la herida que tenía antes lo hizo cerrar su ojo. La rosa perdió el último de sus pétalos.

Leo comenzó a menear a Kubo, buscando que este despertara, pero no lo hizo. No volvería despertar. Desesperado cargo el cuerpo muerto de su novio y lo subió a su coche. Bajó en un callejón oscuro y lo dejo ahí, se limpiaría de culpa.

Regreso a su hogar y durmió aferrado a su almohada, pidiendo perdón, de nuevo.

La mañana siguiente la policía toco a su puerta, le comunicaron, habían encontrado el cuerpo de su novio, muerto.

— No se preocupe joven, encontraremos al asesino. — Dijo tocando su hombro, brindándole los pésames. Leo cerró la puerta después de despedirse de los policías.

No tenían que buscar nada, el villano era él. Él era la bestia que mato a la bella, a su rosa. Él que mato al amor de su vida.

Y después de mucho tiempo, lloró arrepintiéndose de todo.

...

Esto, de nuevo fue escrito con ayuda de mi Kubo; al igual que me dejo abrazándolo y mimándolo por que no quiero que se vaya nunca  ; - ;

gracias por leer, día 5 terminado.

Se despide, Taco. ❤️

Seven » KubanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora