P E R E Z A

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"La pereza (en latín, acidia) es el más «metafísico» de los pecados capitales, en cuanto está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia de uno mismo."

Steve abandono el laboratorio de manera abrupta. Apenas podia dar pasos concretos se sentía aturdido, sus palmas sudaban y en el cuerpo le invadía una sensación de hormigueo.

—Señor Rogers ¿Se encuentra bien?— Interrogó Jarvis, quien le tomo del hombro causando el impacto del rubio.

—¿E-Eh? Yo... Sí, estoy. Estoy bien es solo que... Necesito un poco de aire.— Respondió jadeante tratando de abandonar esa postura encorvada que había adoptado.

—En todo caso, acompañeme, le preparare un té para que logre relajarse.— El mayordomo dirigió al ojiazul al jardin principal.

La brisa era fresca, un alivio. Steve permanecía reclinado con la cabeza echa hacia atras ¿Que tiznados le había dicho? Maldición ahora el chico quien tendria de proteger a toda costa acababa de confesar sus sentimientos hacia el ¿Y como podia negarse? Abandonar el empleo.

No era sencillo, no era como si pudiese ir a encarar a Howard y decirle "Si, bueno... Mejor no." Gracias a ese hombre tenia una vida estable, su titulo en Juliard, su lugar en la academia de policía. Tantos favores que devolver se resumían solo a cuidar de su hijo.

—Jarvis... ¿Puedo preguntarte algo?—  Inició el rubio dejando la pequeña taza de te sobre un plato a juego. —Usted, ahm ¿Conoce las preferencias de el joven Stark?—

El mayordomo no pudo evitar la sensación de desternillarse por la pregunta, negó con la cabeza  sin despegar la vista de su recurrente actividad, podar los rosales de la Señora Stark. —Entonces ya se lo ha comentado...—.

—¿Disculpe?—.

—El joven Anthony nunca se ha demostrado indistinto a mantener su interés mas haya de un solo genero, señor Rogers.— Respondió el domestico. 

El rubio bajo sus fanales para admirar esa cruz plateada que pendía de su cuello, notando con detenimiento como aun quedaban las marcas de los labios menores, la remembranza de aquel momento le abofeteaba en su veneración. Empuño con fuerza el objeto religioso. 

—¿Y ustedes, lo ven como algo bueno? Quiero decir...—.

—Quiero decir que como el fiel y servicial mozo de una de las familias mas adineradas de Estados Unidos, limito mis comentarios.— Alego el lacayo. —Pero, en caso de que usted este interesado en saberlo, no tengo problema absoluto y tampoco para el señor Howard y señora Maria.— 

—Es como si me hubieses invocado, Jarvis...— Dijo una voz femenina, delicada y amigable. Era obvio de quien se trataba. Ambos de los hombres se pusieron de pie para recibir a la señora de la casa. Se veía hermosa, pulcra, cada signo de su edad pintado en su rostro lo portaba como si joyas costosas se tratasen, con total orgullo.

—¿Madam, su clase de pintura?— Pregunto el mucamo acercándose para entregar una rosa fresca a la mayor. 

—Excelente. Unas clases mas y por indagaremos en el abstracto.— Con una sonrisa, la mujer tomo en sus manos aquella flora al tiempo que se viraba a Steve. —Señor Rogers, me imagino que ya esta un poco familiarizado... ¿Gusta que le de un recorrido? El jardín no es la única zona linda de nuestra morada.

† • STONY  P E C A D O S   C A P I T A L E S  STONY • †Donde viven las historias. Descúbrelo ahora