1. Muerto en Vida

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Actualidad

El Club Eternal.

Aiden atravesó las puertas y comenzó a abrirse paso entre el mar de cuerpos sudorosos, moviéndose junto a la música que el DJ transmitía.

«Nuevo record». Solo había hecho alrededor de media docena de pasos cuando el deseo por mover a golpes a los estúpidos que osaban interponerse en su camino lo atravesó.

Como si su necesidad no fuera ya lo suficientemente fuerte, una insolente fémina intentó arrojarse sobre él en un muy falso y sobre actuado accidente. Con un fluido movimiento Aiden esquivó el accidente y siguió su camino sin prestarle más atención ni sentir el menor remordimiento por la forma en que la mujer cayó desperdigada en el suelo, revelando la ropa interior bajo su intento de falda... si es que a esa cosa microscópica se le podía llamar ropa interior.

Él realmente no entendía que era lo que intentaban lograr las mujeres de los últimos siglos actuando y vistiendo, más y más como zorras desvergonzadas.

«Con perdón de las zorras».

Por la forma en que actuaban, incluso frente a sus parejas, sinceramente dudaba que hubiesen escuchado hablar de palabras tales como pudor o fidelidad.

Y los hombres no eran mejores. ¿Realmente creían que su apariencia era prueba irrefutable de que estuviera en busca de un harem? Era bastante insultante que lo creyeran tan idiota como ellos, para interesarse en ese tipo de mujeres.

Sinceramente.

El hecho de que tuviera una muy buena apariencia no lo hacía un cazador furtivo detrás de toda criatura de dos patas...

«Incluso cuatro...» Pensó con auto desprecio.

Antes de poder llegar a la barra, donde lo esperaban, había tenido que deshacerse de otros pobres intentos de abordarlo y atraer su atención, por parte de varios hombres y mujeres del lugar. Incluso algunos pobres bastardos habían intentado iniciar una pelea con él. Por favor. Solo una mirada suya y los tipos se repensaban, incluso el estar dentro de la misma ciudad.

De todas formas, por más que lo intentaran, ninguna de esas mujeres merecía una segunda mirada de sus ojos... O para el caso tampoco una primera. Demasiado bajas, altas, rubias, morenas... Todas estaban llenas de defectos, y nunca estarían a la altura suficiente. Ninguna podría alguna vez compararse con su amor.

En toda su vida solo había habido y habría una mujer para él. Nada ni nadie podría cambiar eso... Ni siquiera el que llevara cuatrocientos setenta y siete años, cinco meses y doce días muerta.

No es que los hubiese contado.

Simplemente un hombre podía decir cuánto tiempo llevaba muerto en vida.

La única causa por la que aún no había golpeado a todos en el lugar hasta que sus ideas se acomodaran, fue Iza. Su hermana era una dulzura de mujer cuando quería serlo y la responsable de que él no hubiera muerto siglos atrás. Así mismo, podía ser un real dolor de cabeza cuando empezaba con sus reprimendas. Aiden podía jurar que la razón de que duran tanto tiempo era porque tenían vida propia.

—Llegas tarde. —Aiden se sacudió de sus pensamientos para prestar atención al hombre frente a él.

Con su largo cabello rojo y sus llamativos ojos violeta, su hermano atraía tanta atención como él.

—Estoy aquí, ¿no?

—Encantador como siempre. —Acotó Nathaniel, a la vez que levantaba la copa en sus manos para dar un largo trago del líquido en su interior.

—Nathaniel. Si quieres quien acaricie tu ego, puedes buscar a alguien en este antro productor de perdición.

—¿Antro productor de perdición? —Cuestionó su hermano enarcando una ceja.

Aiden rodó los ojos.

—Mi querido hermanito. —Suspiró Nathaniel seriamente. —Para ti todo lugar donde se junten dos o más personas es un antro de perdición en potencia. ¿No crees que ya va siendo tiempo de que encuentres a alguien?

—¿Es eso por lo que me llamaste? —Un brillo de inminente violencia apareció en los ojos de Aiden.

—Nadie va a poder remplazarla. —Siguió su hermano, ignorando deliberadamente su reacción. —Pero al menos deberías buscar a alguien para que caliente tu cama. Y quizás con el tiempo llegues a tener sentimientos por ella.

—Nathaniel. —Siseó; su cuerpo temblando, a punto de estallar.

—Ahora que ya he hecho de mensajero, vamos a lo importante. —Dijo Nathaniel, cambiando radicalmente la dirección de su conversación e ignorando el inminente estallido de Aiden.

—¿Iza? —Las oleadas de ira drenaron de su cuerpo tan rápido como habían llegado.

Nathaniel asintió.

—Sabes que ella se preocupa por ti y quiere que seas feliz. Aunque se equivoque completamente con la forma, solo está tratando de ayudarte.

—Lo sé.

—Eres su hermano especial. Y por más que quiera esconderlo cuando están juntos, verte ir por la vida como zombi durante casi cinco siglos creo que la está llevando a su límite.

—Lo sé. —Repitió Aiden sombríamente.

—¡No tú también con la maldita culpa! Ustedes dos podrían volver loco hasta a la persona más cuerda.

—No es su culpa.

—Sí, bueno, házselo entender a ella. Lo único que Iza ve es que si ella no hubiera tomado la decisión que tomó por ti, ahora no estarías sufriendo.

—No. Estaría muerto.

—Pero no sufrirías.

—¿Realmente me quiere muerto? —Aiden hizo una mueca interior al pensar en su querida Iza conspirando contra su vida. En cierto retorcido punto le resultaba interesante ver que aún podía sentir dolor frente a ciertas cosas.

—¿Me hubiese pedido que hiciera todo ese teatro de que encuentres a alguien si fuera así?

«No». Pensó.

—Me sorprende que aceptaras ayudarla con la emboscada.

—Sabes que normalmente no lo hubiese hecho, pero me ahorró pensar una excusa. Necesitaba hablar contigo a solas y hacerlo fuera de la casa es la forma más fácil de que Iza no se entere de que esta conversación siquiera tuvo lugar. Sabes que nada en la casa se le escapa y no creo que la quieras metida en esto.

—¿Y qué sería esto exactamente? ¿A qué viene tanto misterio?

—Alguien ha estado rondando tu tumba.

Reborn (Renacida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora