-Laura, ¿te pasa algo?
Algo no marchaba bien. Carlos podía notarlo. El tono de su voz le bastaba para darse cuenta.
-¿Eh? No, no me pasa nada -dijo mientras abría el libro. -¿Dónde nos quedamos ayer con James y Christine? ¿Recuerdas la página?
-Laura, te pasa algo. No intentes mentirme, que nos conocemos...
Carlos se moría de ganas por poder hacer algo por ella. Odiaba que ella estuviera mal, aunque fuera sólo un poco.
-Que estoy bien. Es una tontería -trató de restarle importancia ella.
-Shh, deja el libro y ven aquí -dijo, palmeando el borde de la cama donde estaba sentado a su lado.
Laura suspiró y se sentó junto a su mejor amigo.
-A ver, ahora cuéntame qué es lo que te pasa.
La chica tomó aire antes de empezar a hablar, avergonzada, aunque sabía de sobra que podía confiar en él.
-Pff, es sólo que estoy bajo mucha presión en la uni, Carlos... Quizá no sea lo mío, y esa chica, Diana, tenga razón... Sé que es infantil, y que no debería importarme lo que dijeran los demás de mí, pero es que mi vida es un constante no sentirse lo suficientemente buena para nada; no soy lista, no soy guapa, ni especialmente buena persona, y lo único que se me da bien es leer libros y estar contigo, y...
Antes de que siguiera hablando, Carlos abrió los brazos, y Laura, agradecida, se arropó entre ellos. Su amigo olía a ropa limpia y a libros y a miel y a su champú favorito, un aroma que se le antojaba íntimamente familiar.
-Nada de lo que has dicho es verdad, Lau. Es mentira que no seas lo suficientemente buena. Venga ya, ¿cómo puedes decir que no eres lista cuando estás todo el rato dándome lecciones? Además tus estudios van genial...-dijo él, pasando una mano por su pelo.
-Pues porque me esfuerzo...
-Y eso también es muy importante, que eres constante y no te rindes. Y venga ya, ¿tú mala persona? Si eres la chica más generosa que conozco, en serio... Sabes que tengo razón. -Hizo una pausa.- Y no es posible que seas fea... -dijo él, susurrando, pero se calló cuando Laura se separó de él un tanto, desesperada.
-¿Que no soy fea? Por Dios, Carlos, estás diciendo una mentira tras otra, y tú ni siquiera puedes verme.
La chica se arrepintió al instante al ver una mueca de dolor en su rostro.
-Lo... Lo siento, Carlos... No quería decir eso... Lo siento. Sabes que hablo sin pensar. Soy idiota.
Carlos respiró hondo y sonrió con amargura, pero también con calidez.
-No eres idiota. Y no pasa nada. No has dicho nada malo.
Y era verdad. No era ella lo que le hacía daño. Pero no poder verla... Carlos había perdido la cuenta de cuántas veces, de nuevo después de años de aceptar su irremediable condición, había deseado recuperar la vista. Por ella. Para ella. Pero había cosas que eran imposibles.
Un levísimo sollozo le hizo darse cuenta de que Laura estaba llorando. Y al mismo tiempo, sintió un dolor en el pecho, como si una garra helada estuviera oprimiendo su corazón. Laura casi nunca lloraba, y nunca en público, sólo con él. A Carlos ella le parecía fuerte, y él sufría tanto cuando ella lo hacía...
Impulsivamente, alzó las manos y tanteó hasta tomar entre ellas el rostro de su amiga. Sus mejillas estaban empezando a humedecerse.
Algo estalló dentro de él.
ESTÁS LEYENDO
A través de tus ojos
Romance"Ojos que no ven, corazón que no siente." Carlos sabía que el refrán se refería a otro tipo de ceguera, pero lo encontraba casi irónico. Porque su corazón sentía.