CAPÍTULO 4: Leyendas.

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En cuanto llegamos me bajé lo más rápido que pude de nuestro extraño vehículo para desparramarme sobre el suelo.
No sabía que un pegasso podía marear tanto.

- ¿Te encuentras bien? -Preguntó Seokjin.

- Perfectamente. -Contesté. Inmediatamente me puse en pie. Seokjin se acercó a mi y posó su mano en mi cabeza acariciando mi pelo.

- No me toques. -Dije apartando su mano.

- Oh... Lo siento. -Dijo sorprendido. -Vamos dentro, te enseñaré tu nuevo hogar. - Seokjin comenzó a caminar hacia el palacio. Parecía decepcionado.

Comencé a seguirlo a unos metros de distancia. En cuanto estuvo en frente de el enorme portón éste se abrió lentamente.
Supuse que alguien la abrió desde dentro, pero una vez que la traspasamos, no había nadie. Con todo lo que había visto desde que llegué a este mundo no me sorprende.
Seokjin me guió hasta llegar a un enorme pasillo sujetado por arcos de columnas griegas rodeadas por enredaderas. A lo largo del pasillo se extendía una alfombra muy fina, con flores de color marfil y detallados adornos dorados. La parte derecha del pasillo estaba al descubierto, dejando ver un jardín con una solitaria y pequeña fuente en su centro.
A la izquierda de éste habían puertas de madera que supuse que eran habitaciones.
Una vez que llegamos al final del pasillo, Seokjin abrió la última puerta de todas y me hizo una seña para que entrase.

Al entrar lo primero que vi fue una cama enorme. La decoraban unas cortinas de seda que caían desde el techo y la rodeaban por completo. Las sábanas eran blancas mientras que los cojines y cortinas eran de un tono rosa pálido. En comparación con el exterior del palacio, todo era pálido y de tonos claros y elegantes.

-Ésta será tu habitación, espero que sea de tu agrado. -Dijo Seokjin desde la puerta. -Eres muy afortunada. Un alma ni siquiera podría soñar con entrar al palacio de un Dios.

- Dudo que alguien quisiera estar aquí por voluntad propia. -Pensé.

- Dispondrás de una sirvienta a la que puedes pedirle lo que quieras. Tendrás a dos guardas en la puerta vigilando las 24 horas, así que no intentes escapar, ya sabes que los centauros son rápidos. - Dijo Seokjin. - Mientras no causes problemas, podremos llevarnos bien. -Añadió con una sonrisa.

- ¿Podré tener libertad algún día? -Pregunté.

- Lo siento, pero por ahora es imposible. Namjoon está haciendo lo posible por investigar tu... situación. - Dijo Seokjin con una mano en la nuca. - No te preocupes, cuando no esté ocupado vendré a hacerte compañía. Espero que te gusten los chistes. - Añadió guiñando un ojo. -Nos vemos a la hora de la cena. Tienes ropa de recambio en ese armario y el baño está en esa puerta del fondo. -Dijo mientras cerraba la puerta.

¿Desde cuando los dioses cuentan chistes...?
No va a retenerme aquí por mucho tiempo, eso seguro.
Observé la habitación de nuevo, pensando en como escapar.
Pude llegar a la conclusión de que escapar por la puerta era imposible, así que le eché un vistazo a la ventana.
Habían unos 30 metros de distancia hacia el suelo lo que significaba que un paso en falso podría matarme.

...

Espera, ¿no se supone que con su protección soy inmortal?
Si ahora estoy en otro reino bajo el mando de otro dios, significa que vuelvo a ser inmortal, lo que quiere decir que me puedo arriesgar. No podría estar fuera mucho tiempo, pero al menos investigaría los alrededores y podría planear la huída perfecta.

Rebusqué en el armario hasta encontrar un pañuelo perfecto con el que taparme la cabeza. No podía correr el riesgo de que alguien del palacio me reconociese.
En cuanto me aseguré de que los centauros estaban distraídos, abrí la ventana y comencé a descender por los huecos de la pared.
Durante la bajada me resbalé varias veces, pero de alguna forma una extraña fuerza me hizo recobrar el equilibrio.
Por mucho que miré alrededor y busqué a mi posible aliado no encontré a nadie.

-Habrá sido mi imaginación. -Pensé mientras me dirigí hacia la salida del palacio.

Finalmente me encontraba en libertad para explorar el lugar.
No muy lejos del palacio, había una ciudad con aspecto medieval. Si quería encontrar información ese era el lugar indicado.

Una vez entré a la ciudad comencé a vagar por las calles del lugar. Las calles estaban repletas de seres humanos. Escuché a dos personas hablando sobre este mundo, así que me quedé a escucharlos.
Por lo visto, no todas las almas que llegan aquí toman la forma de un humano, muchas de ellas pasan a tomar la forma de criaturas mágicas como los centauros o las arpías que mantenían el palacio de Seokjin. También oí hablar de las bestias de la noche. Eran almas condenadas que como castigo quedaban transformadas en bestias que deambulaban por el bosque en busca de habitantes que hayan perdido el favor de su dios. Esta era una información muy valiosa.

Más tarde me dirigí a lo que parecía el mercado de la ciudad. Había gente gritando para llamar la atención de los posibles compradores y otros que andaban de un lado a otro ajetreados.
Allí vendían toda clase de objetos extraños y desconocidos para mi persona.
Uno de los comerciantes llamó mi atención. Era un elfo.

- ¡Colmillos del Reino de las Bestias! ¡No los encontrarás en ningún otro lado! -Gritaba a toda voz.

La gente empujaba y se apegotonaba a su alrededor intentando obtener alguno de los colmillos.
¿Qué tenían de especial un par de huesos?
Me dirigí a un hueco un poco mas alejado con la esperanza de escuchar a alguien que tuviese información útil.

Lejos de todo el ajetreo pude ver a una humana de aspecto anciano descansando en una silla de madera.
Al menos debía tratar de sacarle algo de información a alguien y, quién mejor que una ancianita, así que me acerqué a preguntarle.

-¿Porqué todos quieren colmillos del reino de las bestias?- Pregunté. La anciana miró en mi dirección y contestó.

- El Reino de las Bestias es un lugar al que las almas como nosotros les es imposible siquiera imaginar. Se dice que una vez que entras a esa gran isla, no puedes volver. -Explicó. -Supongo que eres una recién llegada, ¿verdad?

- Está en lo cierto, pero ¿porqué nadie vuelve de esa isla? -Volví a preguntar.

- Nadie sabe que ocurre allí, pero la leyenda cuenta que el reino más antiguo tiene la clave para salir de este mundo, y por eso nadie vuelve de esa tierra. Otros dicen que el Dios de las Bestias ejecuta a todo el que se atreve a poner un pie en ese reino. Aún así, nadie sabe si realmente es cierto. -Explicó la anciana.

-Entonces si voy a ese reino, ¿hay una posibilidad de que pueda volver? -Pregunté. Si eso era cierto, volver no sería tan complicado.

-Puede, pero es una simple leyenda niña. No todo es lo que parece. Hay demasiados secretos en las profundidades de este mundo, ten cuidado. -Me advirtió. -Puedes darme una cesta que debería estar delante tuya? -Preguntó. Tomé una cesta que se encontraba a sus pies y la dejé en su regazo.

-¿No puedes ver? -Le pregunté.

- Depende de los pecados que hayas cometido fuera de este mundo, el castigo será distinto. Mi castigo fue la ceguera, aunque me alegro no poder ver la miseria de este mundo. -Contestó. Me pareció cruel el hecho de que haya sido condenada a este mundo y encima tener que pagar con su vista también. Aunque si lo piensas... ¿Qué pudo haber hecho una débil ancianita para merecer eso?

-Toma. -Dijo extendiendo el brazo en mi dirección. Era una piedra de un pálido tono magenta. -Te ayudará en tu viaje. Ten cuidado con las brujas de este reino. No todas son tan amables como yo.

-¿Qu- . -En un instante, la anciana había desaparecido dejándome estupefacta y más confundida que antes.

-Creo que debería volver al palacio antes de que se den cuenta de mi desaparición. -Pensé.

Beyond Gods✔ | BTS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora