Dos.

5 1 2
                                    

Escuchó la voz de Hoseok, su mejor, su único amigo verdadero, justo al doblar la esquina que conducía a la calle en la que estaba su casa, oculta desde allí por los árboles del jardín y el pequeño muro.

-¡Jungkook!

Se detuvo y, al verlo, dejó las dos bolsas en el suelo. Hacía mucho calor, muchísimo, lo que anunciaba un verano que se haría insoportable a medida que avanzara más. La urbanización en la que vivían, aunque cercana a la pequeña comunidad, tenía muchos desniveles y cuestas, así que aprovechó la parada para descansar y agradeció no hacerlo al sol.

Las ramas de uno de los frondosos árboles de los señores Min lo protegieron mientras Hoseok trotaba  en su dirección. Le envidio su manera de vestir, esa musculosa tan abierta que dejaba ver parte de su pecho y sus costillas, junto con esos vaqueros apretados. El, en cambio llevaba una camisa cerrada desde el cuello y unos vaqueros algo rasgados.

Todavía le costaba aceptar que nunca podría ni en sueño llevar una de esas musculosas, un solo short de baño, ni siquiera una camisa abierta hasta el torso como solían hacerlo algunos de los chicos en el lugar.

Nunca más.

-¡Caray, chico! -resopló Hoseok al llegar junto a el
-. No sabes las ganas que tengo de motorizarme, aunque sólo sea para venir a tu casa.

-¿No dices siempre que esto es mucho más tranquilo que el centro del lugar?

-Sí, ya, pero...

-¿Vienes a bañarte? -le preguntó el pelicastaño, dudoso, al ver que su amigo no llevaba la bolsa con el bañador.

-No, no puedo. Te he visto de lejos y sólo quería preguntarte qué haremos esta noche.

-Vamos al Casino, ¿no?

-Bueno -accedió el pelinaranja.

-Oye -no esperó ni un momento más; quería, más bien... tenía que contarselo-. ¿Recuerdas al chico del sábado?

-¿El que no paraba de mirarte con cara de éxtasis concentrado y dolor de estómago?

-Sí.

-Claro que lo recuerdo, ya te dije que es muy guapo.

-Pues acabo de verlo.

-¿Ah, sí? -se quedó en suspenso Hoseok-. ¿Y...?

-Hemos hablado.

-¿Qué? -la cara de su amigo cambió por completo-. Cuenta, cuenta.

-Nada, que iba por la calle, he tropezado, me he caído...

-¿Qu te has caído? -se alarmó su amigo, propio de él pelinaranja ponerle el doble de exageración a las cosas.

-Una buena culada -asintió.

-¡Oh, Dios, qué vergüenza! -y cerró los ojos-. No me digas que él...

-Estaba allí-le confirmó sus sospechas jungkook-. Pero es que además ha aparecido como por arte de magia, ¿entiendes?

-Y te ha ayudado a levantarte.

-Sí.

-¡Lo sabía, lo sabía! -celebró Hoseok-. Ya te lo dije. ¿Qué tal?

-Nada.

-¿Cómo que Nada? -su voz se llenó de incredulidad-. ¿Cómo se llama?, ¿Quién es?, ¿Han quedado?

-¡Eh, eh, alto! -lo detuvo el pelicastaño-. Me he caído, estaba allí, me ha ayudado y eso ha sido todo.

-¿Le has dejado escapar?

-¿Qué querías que hiciera? ¡Por Dios! Mira que eres...

-Oye, kook-ah, ¿tú crees en las casualidades?

-No sé -se encogió de hombros.

-Pues yo no -dijo firme su amigo-. Lo dejaste colgado el sábado y estaba esperando su oportunidad.

-Hoseok por Dios.

-¡Niegalo!

-La ha tenido y no me ha dicho nada.

-Porque es tímido, ya se le notaba. ¿A qué estaba nervioso?

-Bastante -afirmó jungkook-. Se ha asustado más que yo al verme en el suelo.

-Normal. ¿Qué quieres? Si le gustas, no pide el número, tu no le das pie, y él es tímido...

-Hobi...

-Yo no digo nada -se  defendió el-, Pero ya sabes lo que pienso: que necesitas un poco de marcha después de lo de Mark.

-Bueno, vale ya, ¿no? -se quejó con amargura Jungkook.

Hoseok bajó la cabeza. En su rostro, caían uno que otro pequeño montón de mechas anaranjadas, apareció una sombra de culpabilidad. Su amigo lo vio morderse el labio inferior; se había dado cuenta de que acababa de meter la pata, algo por otra parte, habitual de en él.

-Vale, lo siento -dijo-. Te juro que no volveré a mencionarlo.

-No es eso -manifestó con cansancio-. Es que... -no encontró palabras para explicar lo que sentía, así que acabó suspirando antes se agregar-: Bah, déjalo, no me hagas caso. Todavía sigo sensibilizado.

-A veces hablas tan fino -secundó su suspiro Hoseok levantando la cabeza-. ¿Por qué no dices simplemente que estás cabreado además de dolido?

Logró hacerlo reír, algo bastante difícil estas últimas semanas.

-Bueno, ¿te vienes o no?

-Te ayudaré a llegar a casa con esto -se ofreció Hoseok recogiendo las bolsas del suelo-, pero tengo que largarme a toda prisa.

-Eh, dame una -protestó Jungkook.

-Da igual, vamos.

Se resignó. Su amigo ya le había sacado cinco metros de ventaja calle arriba.

Donde esté su corazón. ||Vkook||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora