CAPITULO 11

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—Mira ahora, aquella parece un conejo. —¿Estás loco? —Willow vuelve la cabeza para mirar a Guy que está estirado junto a ella en la hierba mirando las nubes—. Si se parece a algo, es a un cisne. —Tú sí que estás loca, mira. —Señala hacia el cielo—. ¿No ves las orejas? —Eso es el cuello. —Orejas. —Oye. —Willow se da la vuelta y apoya la cabeza sobre las manos—. No sé cómo decírtelo, pero me parece que tienes un serio problema. —¿Ah, sí? ¿Y eso? —¿Sabes que es la prueba de Roschach? Debes haber leído sobre ella. Es una prueba en la que un psiquiatra te enseña unas manchas de tinta. —Ah, sí. —Guy se pone de lado para mirarla. —Vale, pues la cosa funciona aunque la mayoría de gente mira una de las manchas de tinta y dicen que se parece a una casa o algo, pero hay personas que dicen que parece... no sé, una araña... —O un conejo. —¡Exactamente! Y a esas personas se les diagnostica algún tipo de locura. —¿Qué quieres decir? —Bueno, eso de pensar que una nube parece un conejo... no puede ser buena señal. —Tal vez pensar que se parece a un cisne sea más preocupante —dice con un bostezo y se vuelve a dejar caer sobre su espalda—. Bueno, ¿de qué van esos deberes que deberías estar haciendo ahora? —Por favor, no me lo recuerdes —gruñe Willow. Por la mañana, cuando había decidido no ir al instituto realmente tenía la intención de pasar el día mirando el examen de francés o poniéndose con el trabajo. Lo que menos esperaba era pasar el día en el parque con Guy. Pero en las tres horas que han pasado desde el desayuno lo más complicado que han hecho ha sido remar, dar un largo paseo y sentarse en la hierba a charlar. Willow sabe que no debería estar haciendo esto y a pesar de ello, no puede parar. Porque aunque no ha conseguido procesar aún lo que ocurrió la noche anterior, y está muy atrasada con el trabajo, no siente la necesidad de hacer nada que no sea estar allí sentada hablando con él. La chica que mató a sus padres, la chica que se corta, esa chica está a miles de kilómetros de aquí. Aquí y ahora, Willow es simple y llanamente una chica pasando el día en el parque con un chico. —Bueno. —Guy le da un codazo—. Venga, cuéntame. 

  

—Voy super atrasada en la clase aquella que os gusta tanto a todos, Mitos e Idiotas, o como quiera que se llame —dice Willow arrancando una brizna de hierba—. Tengo un montón que leer y ya debería haber empezado a escribir el trabajo. —Intenta usar la hierba como un silbato—. ¿Por qué no me funciona? Pensaba que se podía usar la hierba como un silbato o algo así. —¿Mitos e Idiotas? —Guy se ríe—. Está bien, a Andy le gustaría. Y sí, se puede silbar con una brizna de hierba pero no lo he hecho desde que tenía cinco años, así que no me preguntes. —Eres de gran ayuda. —Willow suelta la hierba que sale volando con el aire—. ¿Sabes de qué se supone que tengo que escribir? Sobre Deméter y Perséfone, pérdida y redención, como después de que Perséfone baje a los infiernos están muertos el uno para el otro. O sea, que esto tendría que ser bastante fácil para mí. Lo más seguro es que sea la única de la clase con experiencia en el tema, ¿no? —Willow hace una pe- queña pausa—. Aunque, ¿sabes qué? No se trata de la pérdida, sino sobre el renacimiento, como logran volverse a unir... —¿Has escogido el tema tú? —Guy parece sorprendido. —No... ¿cómo se llama? Adams. Él me lo encargó. —Sí, bueno, toda una muestra de sensibilidad por su parte. —Bueno, seguramente ni siquiera sabía lo que estaba haciendo. —Por lo visto no. —Guy vuelve la cabeza y la mira atentamente—. Mira, si realmente te está costando tanto tal vez te pueda ayudar. Debo tener mis apuntes por alguna parte, a lo mejor si los consultas encuentres por dónde empezar. —Se vuelve a girar y observa las nubes. —Gracias —dice Willow—. ¿Qué... qué estás haciendo? —Guy está estirado boca arriba mirando las nubes, pero con los brazos en alto, estirados. Los mueve como si quisiera... —¿Qué crees tú? —Mmm, si tuviera que adivinarlo, diría que estás intentando dirigir el tráfico o una orquesta. —Casi, casi. En realidad estoy intentando mover las nubes para que estén más cerca la una de la otra —dice, con toda seriedad—. ¿Ves aquella que parece un conejo, vale, un cisne, y la que parece un pastel de cumpleaños? Pues las estoy acercando. —Vale. —Willow se incorpora de golpe—. Ya te he dicho que ver un conejo no era buena señal, pero es evidente que se te ha ido la olla, esto es precisamente... —¿Lo has visto? —le interrumpe Guy—. La he movido, ¡no lo puedes negar! Y relájate, no estoy loco. Estoy usando una antigua y respetada técnica. —¿Eh? —Es del Manual de magia para chicos, descatalogado desde 1878, lo compré en el centro. Este es el truco número diecinueve. Cómo controlar el clima y dejar a tus amigos boquiabiertos en las meriendas al aire libre. —¿Meriendas al aire libre? 

WillowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora