14. David - "Al fondo del abismo"

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UN MES DESPUÉS

Una bala me roza la sien izquierda. Un centímetro más y mi vida habría llegado a su fin.

—¡Dispara a matar! —le exijo en voz alta a Ibrahim al notar que evita herir de muerte a nuestros enemigos—. ¡No tengas piedad!

Tal como muchas otras, es una mañana gris dominada por el pánico, la tensión y la hostilidad; emociones cotidianas para los habitantes de las ruinas.

—¡Son tan sobrevivientes como nosotros! —replica Ibrahim como si nada. Lo golpearía si no tuviera las manos ocupadas en mi arma—. ¡Solo están hambrientos!

—¡Tan hambrientos que no dudarán al matarnos para robar nuestra comida y llevarse a nuestra gente! —interviene Max, también disparando—. ¡Son ellos o nosotros!

Ibrahim cierra los ojos y maldice en silencio. Detesto que se volviera tan dócil en el último tiempo. Él asegura que ha madurado, pero yo no veo su cambio de tal forma. Para mí, su sensibilidad no es más que debilidad.

Las balas van y vienen sin cesar. La barricada hecha de escombros y chatarra nos protege, pero no resistirá para siempre. Los ladrones están cada vez más cerca del refugio que creíamos secreto hasta hoy. Es el tercero en lo que va del año, y el único que he podido llamar "hogar".

Puede que, si acabamos con el grupo de asaltantes que intenta atravesar el muro, el resto de su gente no se entere de nuestra ubicación. No obstante, no podemos correr el riesgo de quedarnos aquí. Tendremos que irnos de todas formas, pero matarlos nos dará algo de tiempo para preparar la nueva mudanza y pasar lo más desapercibidos que podamos.

A Ibrahim no le queda otra opción que disparar. Tal como dijo Max, son ellos o nosotros. Así ha sido desde que fuimos arrojados a lo que en el otro lado llaman el Viejo Arkos, mientras que nosotros las apodamos como "las tierras muertas".

Me levanto sobre la barricada y le disparo a la primera persona que veo. Es un hombre que lleva una metralleta en sus manos y una capucha que cubre todo su rostro a excepción de unos ojos cuyo color no alcanzo a distinguir. El sujeto es mucho más robusto que la mayoría de las personas que queda con vida en las tierras muertas; ha de robar una considerable cantidad de comida y suplementos a la semana, lo que lo mantiene fuerte y saludable. Es cuestión de ver sus brazos fornidos y sus ágiles movimientos para comprobarlo.

No merece vivir.

La mayoría de los habitantes de las tierras muertas roba para sí mismos o para sus bandas formadas por ladrones, violadores y asesinos. A diferencia de ellos, Ibrahim, Max, Ben y unos cuantos más de los nuestros buscamos recursos para alimentar a la pequeña comunidad de sobrevivientes que se ha convertido en mi familia desde hace meses. La llamamos "Renacer".

La destrucción de la mayor parte del país lo cambió todo. Libertad y las ciudades aledañas fueron rodeadas por pilares de seguridad capaces de detectar cualquier materia que los atraviese, ya sea humana o no. Cualquiera que ose pasar, así como Timmy, es aniquilado por drones inteligentes cargados con una potente munición capaz de desintegrar hasta el material más resistente.

Según nos han contacto los miembros de la comunidad, no hay modo de ser invisible ante los pilares o los drones. Se ha intentado todo, pero nada ha funcionado, ni siquiera atravesarlos bajo tierra mediante un túnel. Los pilares son tan sofisticados que incluso tienen la capacidad de detectar movimientos subterráneos. Ha pasado más de un año de intentos concluidos en muertes y fracasos.

De no ser por dichos pilares, ahora estaría del otro lado.

Estaría con él.

En cuanto a los pilares limítrofes del mar, estos han sido convertidos de tal forma que alteran los sistemas de cada aeronave o embarcación que intenta entrar o salir de nuestro país, excepto aquellas aprobadas por el gobierno como algunas aeronaves protectoras. Los habitantes de las tierras muertas y los civiles, en cambio, estamos completamente encerrados. Ni los constelacianos ni los eternos pueden ayudarnos.

Renacidos [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora