El hermano menor de mi exnovio no se inmuta ante el arma apuntada en su dirección. Es como si me rogara sin necesidad de hablar que le disparase para darle fin a una extensa agonía.
Bajo mi arma, conmocionado.
—Jacob, soy yo —anuncio con la voz quebrada. No sé por qué me emociona tanto su presencia. Apenas lo vi un par de veces antes de mi partida a Sudamérica, época en la que estuve enfermo y aislado, y no lo volví a ver al regresar a Arkos. Tal vez tenerlo aquí será como mantener viva una parte de mi Aaron.
El rostro iracundo del niño se torna fruncido. Examina mi cara, diferente a la de hace un año. Ahora me veo más adulto, tengo un poco de barba, el cabello muy corto y unas ojeras marcadas debido a mis pocas horas de sueño cada noche. No me extraña que Jacob no me reconozca de inmediato.
El muchacho abre los ojos de par en par al caer en cuenta de mi identidad.
—¿David? —Le tiembla la voz—. ¿Eres tú?
Sonrío abiertamente como asentimiento. Jacob no sonríe en respuesta, sino que explota en llanto y se lanza hacia mí para abrazarme.
Guardo la pistola en mi cinturón y acuño en mis brazos al que solía ser el pequeño querido por muchos en Amanecer. Luce un poco mayor a cómo lo recordaba, pero sigue siendo un niño. No es de extrañar que esté llorando igual que uno.
Puedo notar que, tal como yo, ha acumulado lágrimas durante demasiado tiempo. Desconozco qué hizo para sobrevivir en las tierras muertas, pero es obvio que no lo ha tenido fácil. Si para mí ha sido una mierda, no quiero imaginar qué tan duro ha sido para él.
—Tranquilo —le digo al oír que sus sollozos se intensifican—. Estás a salvo.
Dudo que sea cierto. Puede que todos estemos muertos al final del día.
Detesto preguntar lo siguiente, pero tengo que hacerlo:
—¿Dónde están tus padres, pequeño?
El sufrimiento de Jacob se vuelve desgarrador. Me arrepiento de preguntarle sobre ellos.
—Están muertos. —Creo que dice. Sus palabras suenan poco inteligibles—. Muertos, tan muertos...
El pobre tiembla como un animalito asustado. Me parte el corazón sentir que se derrumba entre mis brazos. Permito que unas cuantas lágrimas sean deslizadas por mis mejillas, cuyo motivo me es incierto. No sé si lloro de felicidad o de lo mucho que este niño me recuerda a su hermano mayor.
Jacob acaba alejando su cabeza de mi pecho al menos tres minutos después. Las lágrimas han dejado huellas entre la suciedad que domina su cara. Su cabello castaño, del mismo tono que el de Aaron, está desaliñado y cubierto de ceniza. Claramente ha pasado mucho tiempo caminando entre las ruinas.
Quiero preguntarle cómo hizo para sobrevivir y así cambiar de tema, pero él se me adelanta al inquirir:
—¿Dónde está mi hermano?
Sus ojos reflejan el entusiasmo y su tristeza parece quedar atrás ante la esperanza de volver a ver a Aaron, mientras que mi dolor crece como la espuma.
"Tu hermano ha sido convertido en un monstruo", debería decirle.
"Él no te recuerda".
"Él ya no te ama".
Debería contarle todo. Debería admitirle que no volveremos a verlo. Tal vez sí nos reencontraremos, porque Abraham Scott prometió que Aaron vendría en mi búsqueda para matarme, pero él podría asesinar a Jacob y a todos los que quiero en el intento. Solo de pensarlo se me revuelve el estómago.
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Renacidos [#3]
Science FictionTercera y última entrega de la trilogía "Prohibidos". Se recomienda no leer este libro si no se han leído los anteriores. [Sinopsis en el interior]