Capítulo 2: Despecho

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El simple hecho de pensar en ese nombre le producía un tremendo dolor. Se pasaba largos ratos estudiando y analizando, en círculos y en un sinfín, la manera en que ese nombre se introdujo en su vida, para terminar teniendo una tremenda relevancia en la vida de Carlo Arreaga Reta.

Resulta que ese joven, Carlo, soy yo. 

Seguía recargado en el alféizar.
No sé por que seguía pensando en ella, ya había pasado bastante tiempo ya. O, por lo menos, el suficiente tiempo para que mi cabeza no estuviera invadida por ese maldito nombre. Podría haber estado pensando en distintas cosas: En mis estudios, en mi familia, o cualquier otra cosa que gire en torno a mi familia o círculo social.

Decidí, mejor, hacer algo productivo en lugar de seguir masacrando mis sentimientos. Cerré la ventana, puse el seguro y entonces me senté frente a mi escritorio.
Tenía que terminar aquel proyecto de mi escuela, se trataba de un ensayo de que me gustaría ser en la vida, pero no solamente del típico trabajo donde escribía qué quería estudiar o esas cosas típicas, tenía que realmente describir a gran detalle como me gustaría mi vida cuando fuera de 20, 40, o incluso 60 años.

Pero había un ligero problema; No sabía exactamente que quería en mi vida. Lo único que se acercaba a tener una idea de eso, era saber que quería estudiar medicina o negocios internacionales. Fuera de eso, No tenía planeada ninguna meta, ni tenía ambiciones sólidas. Supongo, que a diferencia de la mayoría de gente, no tenía como metas solamente ser exitoso, tener familia, un carro bonito y morir con mucho dinero. Realmente lo único que quería era ser feliz (Aunque claro, si termino con mucho dinero, no me quejaría).

Rellené la mayoría de aquel trabajo con metas pequeñas y rayando en lo tonto, parecidas a "Tomar un refresco en un día caluroso" y demás cosas así. Y es que, realmente si las consideraba como metas, por más pequeñas que fueran. Probablemente sólo para que, al cumplirlas, un sentimiento de realización y éxito resonara en mi ser. Al fin y al cabo, ese trabajo solamente era "relleno", pues ya estaba a punto de terminar el bachillerato, a mis 17 años. Realmente no influía ese trabajo en el promedio, más bien solamente era para "hacernos pensar" según la maestra que nos dejó aquel trabajo.

Al terminar ese trabajo, lo guardé en mi mochila para después entregarlo. Seguía lloviendo afuera, lo sabía perfectamente porque no había parado de llover durante un par de horas y el ruido se escuchaba fuerte detrás de la ventana. Inmediatamente volví a pensar en Victoria. Habían pasado ya 10 meses desde la última vez que la había visto frente a mí.

Nuestra historia había sido muy peculiar; Tan nefasta como agraciada. Aunque un poco más de la primera.

Aún sabiendo que haberla desechado de mi vida fue lo mejor para ambos; No podía dejar de extrañar aquel "amor" que ella me profesaba. Por lo menos, me hacía sentir más querido de lo que ahora podría sentir.

Conforme pensaba más en ella, me empezó a dar hambre. Salí de mi cuarto, bajé las escaleras y me dirigí a la cocina. Prendí la luz, abrí el refrigerador, y no había mucho. Agarré el bote de mermelada de fresa (Casi vacío ya), agarré un trozo de pan y unté la mermelada en él. Mientras comía el pan, recordé cómo fue la primera vez que Victoria se introdujo en mi vida.




Luces de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora