BAJO PRESIÓN

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Estar en el exterior no me ayudó tanto como esperaba. Las nubes me oprimían con un peso invisible que no ayudaba a aliviar mi claustrofobia. Mientras caminaba hacia la playa, me di cuenta de que el bosque parecía extrañamente vacío. No se veía ningún animal, ni pájaros, ni ardillas. Tampoco se oía el canto de las aves. Aquel silencio era siniestro. Ni siquiera se escuchaba el rumor del viento entre los árboles.
Sabía que la culpa de todo eso la tenía el cambio de tiempo, pero aún así me ponía nerviosa. La presión cálida y pesada de la atmosfera era perceptible incluso para mis débiles sentidos humanos, y seguro que para el departamento de prevención de tormentas presagiaba algo serio. Una mirada al cielo respaldó mi impresión: las nubes se estaban acumulando poco a poco pese a que al ras del suelo no soplaba ni una brizna de viento. Las más cercanas eran plomizas, pero en los resquicios se divisaba otra capa de nubes con un espeluznante color púrpura. Los cielos debían tener planeado algo espantoso para hoy, lo que explicaba que los animales se hubiesen ocultado en su refugio.
En cuanto llegué a la playa me arrepentí, ya estaba harta de aquel sitio. Casi todos los días me dedicaba a pasear sola por ella. Me preguntaba si era tan diferente a mis pesadillas, pero ¿a qué otro lugar podía ir? Bajé con cuidado hasta el árbol flotante y me senté en el extremo para poder apoyar la espalda en las enmarañadas raíces. Me quedé mirando el cielo hostil, a la espera de que las primeras gotas de lluvia rompieran la quietud.
Intenté no pensar en el peligro que corría Jacob y sus amigos. A Jake no podía pasarle nada. La sola idea era insoportable. Yo ya había perdido demasiadas cosas ¿Es que el destino pretendía arrebatarme también los escasos jirones de paz que me quedaban? Me parecía algo injusto, desproporcionado, pero quizá yo había quebrantado alguna ley desconocida o cruzado la raya que suponía mi condena. Tal vez mi error era involucrarme tanto en mitos y leyendas y volver la espalda al mundo humano. Tal vez…
No. A Jacob no iba a pasarle nada malo. Tenía que creer en eso o sería incapaz de seguir funcionando.
-¡Arggh! -gruñí, y me bajé del tronco de un salto. No podía estar quieta, era aún peor que pasear.
La verdad es que había contado con ver a Edward esta mañana. Aquello parecía lo único capaz de hacerme soportable el día entero. Últimamente la herida del pecho había estado supurando, como para vengarse de las veces en que la presencia de Jacob la había aliviado. Los bordes me escocían.
Mientras paseaba, las olas empezaron a levantarse y a estrellarse contra las rocas, pero el viento seguía sin soplar. Me sentía clavada en el sitio por la presión de la tormenta. Todo se arremolinaba a mí alrededor, pero donde yo estaba nada parecía moverse. El aire tenía una leve carga eléctrica, sentía la estática en el pelo.
A lo lejos las olas se veían más bravías que cerca de la orilla. Podía divisar como azotaban la línea de los acantilados y proyectaban grandes nubes de espuma blanca hacía el cielo. Aún no se apreciaba ningún movimiento en el aire, aunque ahora las nubes se acumulaban con más rapidez. Era una visión extraña, como si se movieran por voluntad propia. Tuve un estremecimiento, aunque sabía que solo era una ilusión creada por la presión del aire.
Los acantilados se recortaban como el filo de un cuchillo negro contra el lívido cielo. Al contemplarlos, recordé el día en que Jacob me había hablado de Sam y su “banda”. Pensé en los chicos -los hombres lobo- arrojándose al vacío. Tenía grabada en mi mente la imagen de sus cuerpos cayendo en espiral hacia el agua. Me imagine la sensación de libertad absoluta de la caída. También evoque la forma en la que la voz de Edward sonaba en mi cabeza: furiosa, aterciopelada, perfecta… El vacío de mi pecho se hizo más angustioso. Tenía que haber alguna forma de aliviarlo. El dolor se volvía más insoportable por segundos.
Si tan solo Jacob estuviera aquí, él era el único capaz de anestesiar el dolor de mis heridas. Pensar en Jacob me hizo sentir culpable. Yo lo estaba usando para calmar el dolor de mi pecho, mientras él estaba jugándose la vida por mí. De no ser por mí, Victoria no habría venido aquí para matar gente, sino que estaría en algún lugar lejano. Así que, si le pasaba algo a Jacob sería enteramente mi culpa.
Comprenderlo finalmente fue como una puñalada, y no pude evitar el caer de rodillas sobre la arena húmeda para intentar, sin éxito alguno, unir las partes de mi cuerpo que querían desmoronarse por la culpa.
¿Alguna vez me había parado a pensar realmente en el grave peligro que estaba poniendo a mi mejor amigo? Por más que él fuese un hombre lobo, y su misión fuera cazar vampiros, eso no quería decir que fuera inmune a ellos. Y Victoria tenía las mismas -no, más- oportunidades de matar a Jacob, que Jacob de matarla a ella ¿Y todo por qué? ¿Por qué no había dejado que James me matara el año pasado? No, esa no era la verdadera razón. Era él. Edward.
Una punzada de dolor atravesó mi pecho al pensar en su nombre tan abiertamente, teniendo que hacer más presión en mi pecho para evitar el desmoronamiento de mi alma. Ahora comprendía, ni siquiera era culpa de él. La que se había enamorado había sido yo. La que había insistido en conocer la verdad había sido yo. La que había imaginado un futuro a su lado había sido yo. La que había querido convertirse en una de su especie y pasar la eternidad junto a él había sido yo ¿Y para qué? Él no me amaba, nunca quiso que supiera la verdad, ni quiso convertirme. Él había intentado convencerme de quedarme en Jacksonville con Renée, y cuando se dio cuenta de que quería quedarme con él decidió irse y dejarme aquí, sola, y continuar con su vida ¿Qué estaría haciendo ahora? ¿Estaría con alguna mujer vampiro “distrayéndose” como él me había dicho antes de marcharse? ¿O salvando a alguien más de ser aplastado por una camioneta?
Un alarido de puro dolor escapó mis labios sin que pudiese evitarlo. Las lágrimas corrieron por mis mejillas sin mi permiso.
Había estado dispuesta a hacer cualquier cosa por él, a morir, a dejar todo atrás, incluso a mis padres ¡Mis padres! ¿Cómo se hubiesen tomado el que de un día para el otro su hija desapareciera? Renée y Charlie morirían de tristeza, y conociendo a este último, seguramente se echaría la culpa de todo. Si, él sufriría mucho. No, ya lo había hecho sufrir al dejarlo verme en ese estado zombi de los últimos meses. Había involucrado a Charlie en mi dolor sin quererlo. Había sufrido por mí y ahora estaba en peligro por mi causa, y todo por una persona que no me amaba, alguien que no había dudado un segundo en dejarme en medio del bosque sola ¡¿Pero qué había hecho?!
Esta vez las lágrimas corrían como ríos por mi rostro, mientras pequeños alaridos de dolor y vergüenza se escapaban de mis labios temblorosos. Como si el cielo entendiera mi dolor, comenzó a llorar conmigo dejándome completamente empapada unos segundos después, como si me hubiese metido al mar.
Me estaba derrumbando, ni siquiera mis brazos podían contener ya la precaria estructura de mi alma desecha. Me había equivocado enormemente, y ahora debía pagarlo. Dejé caer los brazos a ambos lados de mi cuerpo, mientras permitía que aquella conocida bruma volviera a habitar en mi cabeza. Si, permanecería de aquella forma por el resto de mis días, sería menos complicado y lo mejor para todos, incluso para Jacob. Tal vez incluso encontrara la forma de internarme en el bosque sin que Jake y sus amigos se enteraran, y dejaría que Victoria me matara. Eso libraría de cualquier peligro a Charlie, a Jacob y a los otros chicos.
Si, sería lo mejor. Ellos no debían pagar por mis errores.

Luna Nueva - Jacob & BellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora