Agoney
- Que no. – Bufé.
Ya decía yo que me parecía raro que Amaia y Alfred me invitaran a cenar sushi a uno de los mejores restaurantes de Barcelona con la excusa de que les apetecía verme y echarse unas risas.
No me iba a quedar con Elga. A ver, la quería muchísimo, por algo me escogieron Alfred y Amaia como su padrino, pero de ahí a quedarme toda la semana con ella porque sus padres quisieran pasar unas vacaciones "de relax sin la niña que ya se lo merecían" había un abismo enorme.
- Jo Ago nunca te pedimos nada, y hace un montón que no estás con Elga, ya casi no se acuerda de tu cara cuando te ve. – Aunque la cara de reproche de Amaia me pusiese de los nervios, la verdad es que tenía razón. Hacía mucho que no quedaba con ellos para ver a mi ahijada, a mi pequeña Elga, esa bolita de pelo moreno y ojos achinados como su padre de apenas 3 añitos. Pero a ver, seamos sinceros, ellos no tenían tiempo ni de respirar ni yo tampoco. Se turnaban a la niña a la par para no dejarla nunca sola, Alfred componiendo todo el día y Amaia llevaba la floristería como podía.
Siempre me han parecido una familia adorable. Se conocieron hace algunos años. Yo era amigo de Alfred desde hacía mucho. Ah, por si no lo he dicho, soy jefe de dirección de una asociación de ayuda y adopción de animales, estuve muchos años trabajando en varios empleos en mi ciudad natal, Tenerife, hasta que pude recaudar el suficiente dinero como para irme a Barcelona, la ciudad que siempre me tuvo enamorado para poder fundarla, y la verdad me va bastante bien, a ver ya no es por el dinero, que tampoco me falta, si no por poder ayudar a esos pobres animalitos a encontrar un hogar, o si no es así, al menos que tengan un sitio con comida y donde refugiarse.
Total, hace unos cuatro años, en pleno verano, que es una época mala ya que el índice de abandono de mascotas sube como la espuma, yo estaba trabajando en mi despacho y Nerea, mi secretaria, me avisó que alguien quería hablar conmigo en privado.
- Y por qué quiere hablar conmigo en privado? Si quiere adoptar mándalo a que hable con los compañeros que ellos le reconducirán bien.
- Dice que no es por eso, por lo que me ha dicho quiere hablar contigo en privado para comentarte una cosa muy importante. – Si Nerea me había llamado, sabiendo como estoy de trabajo para que este muchacho pasara, es que tenía que ser importante. Mas le valía porque menuda mañanita.
- Bueno... Que pase. ¿Por cierto, cómo se llama?
- Alfred García, me ha dicho que es un compositor y cantautor de aquí y hace tiempo oyó hablar de la asociación. – La verdad es que el nombre del chico me sonaba, pero no le ponía cara.
- Está bien.
En menos de 2 minutos el tal Alfred García estaba cruzando la puerta de mi despacho. Era un muchacho de estatura media, moreno, vestía con unos vaqueros oscuros rotos, una camiseta blanca de manga corta y unas Converse. Se me escapó una sonrisa al ver la pinta de bonachón que tenía con esas gafas redondas y esa sonrisa que hacía que sus ojitos se achinaran. Me levanté de la silla de mi escritorio y me dirigí a él para estrecharle la mano, la cual recibió con efusividad.
- Hola, tú debes de ser Alfred. Encantado, me llamo Agoney y soy el que se encarga de esta asociación. Bueno, yo y todos los empleados y voluntarios que hacen que esto funcione cada día. – Le señalé una silla delante de mi escritorio en la que se podía sentar para que quedase enfrente de mí. - Me han dicho que estabas interesado en hablar conmigo. ¿En qué te puedo ayudar?
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Planta 1 Consulta 22
RomanceAgoney vive en Barcelona, natural de Tenerife, se mudó para fundar su propia asociación para la adopción y refugio de los animales. Es un chico sin preocupaciones, vive por y para su trabajo. El día que Amaia y Alfred le piden que cuide de su hija...