27 de noviembre de 2017.
(Cinco meses después)Avancé por la calle iluminada débilmente por los focos de luz, dirigiéndome al almacén a poca distancia de la casa. Al llegar a la esquina, en la entrada habían algunos hombres borrachos riendo entre ellos, ahogados con el licor que seguramente habían comprado aquí. Al entrar, un olor a cerveza mezclado con vino tinto inundó mis fosas nasales, y una sensación parecida al hambre revolvió mi estómago.
Rápida compré lo que supuse sería lo más necesario. Escogí un paquete de galletas, dos sándwiches, una manzana y un pequeño refresco. Todo eso me salió a tres dolares y cincuenta centavos.
Salí del local mientras guardaba todo en la mochila, cuando una vez afuera, escuché una familiar voz a mi costado.— ¿Cómo es que siempre te encuentro en todos lados? — dijo. Al instante giré la cabeza en dirección a la voz, y ahí estaba él.
Sus ojos negros combinaban ingeniosamente con su obscuro atuendo, y su pelo del mismo color estaba corto.Se acercó y me besó en la mejilla, y pude sentir en él su típico olor a cigarrillo.
— Es porque siempre me andas siguiendo — dije al tiempo en que nos alejábamos. Pude percatarme de que traía la barba un poco larga.
— Eres todo un caso — rió levemente, y encendió un cigarrillo que sacó de su bolsillo. La luz que brotó del encendedor me permitió ver mejor sus ojos, sus ojos negros y perversos clavados en los míos.
Un leve y borroso recuerdo llega a mi memoria, donde lo veo a él cruzando la calle y su mirada penetrante posándose en mí. La imagen alocada desaparece tan rápido como llegó, y soy incapaz de comprender su significado.— ¿Quieres? — me dijo acercándome el cigarro a la boca y ubicándolo en la zona, haciéndome más fácil la tarea de aspirar su contenido. Su rostro estaba distinto, pero a pesar de eso se le veía calmado.
— Linda noche, ¿no? — comentó volviendo el cigarrillo a su boca y mirando al cielo. Yo no dije nada.
— ¿Estás alojando donde Oliver? — repuso después de un instante.— No — contesté, mirando al final de la calle — ya no.
— ¿No? — lo miré, y él me observaba curioso, pero no entrometido. Él hacía que todo fuera más sencillo.
— Ya no — repetí mirando el cielo. De veras era una linda noche, a pesar del frío.
— ¿Te irás? — adivinó rápidamente, como si hubiera leído mis pensamientos. Yo seguí observando el cielo, y respondí que sí con un meneo de cabeza
— ¿A donde? — lo pensé un momento. ¿Donde iría?. No lo sabía, solo estaba segura de que no seguiría aquí.— No sé. A otro lugar — dije obvia luego de un tiempo y lo miré. Su seño estaba fruncido, y su cigarrillo barato estaba entre sus dedos a punto de extinguiese — ¿Sabes a qué hora llegan los buses a la estación?
— ¿A donde irás? — volvió a preguntar sin tomar en cuenta mi pregunta, aunque dudo que me haya escuchado.
— Ya te dije, no lo sé — volví a mirar a la calle — ¿sabes a que hora llegan los buses? — insistí.
— Sabes bien que si te encuentran te enviarán a una correccional, solo tienes diecisiete — miró al frente muy seguro de lo que decía y mirándome nuevamente. Noté que sus ojos me dijeron algo, pero no lo supe descifrar.
— Martha, ¿sabes a qué hora llegan los buses a la estación? — pregunté con la voz alzada a la mujer del almacén de licores, sabiendo que de él no recibiría respuesta alguna.
— Cada quince minutos llega uno nuevo, hija — contestó desde el fondo. De inmediato empecé a caminar hacia el final de la calle, rumbo a mi próximo destino. Me permití verlo por el rabillo del ojo al doblar la calle, donde su silueta borrosa se encontraba de pié, estático.
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Awake[En Proceso]
Teen FictionCada vez que miro hacia atrás lo veo a él. Lo veo como un error, pero un error que debí haber cometido. "Creo que tal vez podría renunciar a todo, solo pídemelo", esa definitivamente es la mía. Él nunca me lo pidió, y yo jamás se lo dije.