— Ver a una chica llorar es más hermoso que ver unicornios mientras fumas hierba.
Una extraña voz me saca de mis lamentaciones y me hace enderezar. Ante mí veo a un chico desgarbado y borracho, delgado, medianamente alto, pelo negro y corto, de no más de veinticinco años, pero con una sonrisa que extrañamente me hace estremecer.
¿Qué mierda? — digo para mis adentros, sosteniendo su mirada de diversión y naturalidad.
Con la misma extraña expresión se acerca y se sienta a mi lado. Ahora que lo noto no está tan borracho como parecía, diría que mejor dicho está drogado, con cocaína para ser exactos, y al parecer el efecto esta pasando.
— Cada vez que me siento en este banco está nublado — comenta casual y con completa naturalidad observando a su alrededor, pero deja de ser natural cuando me percato de que el cielo está completamente despejado.
No digo nada porque no lo conozco, y porque siento que contestarle cualquier cosa no viene al caso, ya que por su estado podría malinterpretar lo que sea. Pasan unos minutos y nos quedamos en completo silencio, un silencio muy incómodo.
— ¿Y por qué lloras? — dice al fin — ¿Te perdiste, nena? — voltéo a verlo. Su mirada está extraviada en algún lugar, y se le ve que intenta con todas sus fuerzas de permanecer consciente, lo que cada vez le cuesta más.
— No — musito con timidez.
— Ah...— dice de vuelta, sonando desinteresado, pero a la vez no queriendo terminar el hilo de conversación.
Extiende su brazo en el respaldo del banco totalmente relajado. El sol ha comenzado a bajar cada vez más, y mi estómago ha comenzado a doler debido a los nervios.
— ¿Vives aquí? — pregunta después de un rato, mirándome con curiosidad. No sé por qué extraña razón todo el mundo me ha preguntado donde vivo. Sólo han sido dos personas pero, digo, ¿a ellos que les interesa?
— No — digo — ¿Y tú?
— ¿Yo? — pregunta entusiasmado por responder — yo vivo donde sea. Jamás me gustó la rutina.
Sonrío levemente por su manera de pensar.
— Huí de casa — comento ahora más segura. El tipo me regala una sonrisa de oreja a oreja y abre los ojos con sorpresa.
— Yo también huí de casa — exclama con la voz alzada, haciéndome soltar unas carcajadas — Soy Brais— extiende cálidamente su mano en forma de saludo.
— Layla — recibo su mano sonriendo. Tal vez esto de ir conociendo gente por el mundo empiece a agradarme.
— Layla — repite pensativo — “Noche”, eso es ¿no? — me mira con la misma sonrisa, mostrando sus dientes blancos con orgullo.
— Si — río.
— Lindo nombre — comenta quitando la vista de mí y mirando al cielo — hablando de noche, supongo que no tienes donde dormir.
— No — contesto desganada — apenas llegué ésta mañana y no he encontrado...
— Si quieres puedes dormir conmigo, digo, sólo si quieres — la naturalidad al hablar me sorprende de veras, es como si no le tomara el peso a nada de lo que estuviese diciendo.
— Eh, no lo sé, tal vez encuentre algún cuarto, o...— dudo, ya que no quiero fiarme de un completo desconocido.
— Es solo que, yo tampoco tengo donde dormir. Normalmente duermo en cualquier lado — dice y voltea a mirarme — como ya te dije odio la rutina — el sol ya ha comenzado a entrarse y la oscuridad de la noche empieza a caer lentamente — y solo digo que es mejor que te vean conmigo a que andes por ahí sola en la noche.
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Awake[En Proceso]
Teen FictionCada vez que miro hacia atrás lo veo a él. Lo veo como un error, pero un error que debí haber cometido. "Creo que tal vez podría renunciar a todo, solo pídemelo", esa definitivamente es la mía. Él nunca me lo pidió, y yo jamás se lo dije.