Capitulo 5

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Después de al rededor de cinco horas de viaje llegué a mi destino. La terminal de buses de la ciudad estaba cubierta por una ligera capa de niebla, y una pequeña llovizna caía sobre las calles.

Bajé del transporte sin saber que rayos hacer. Había venido antes a esta ciudad, pero nunca me memoricé un hotel, o al menos una calle.

Opté por caminar a cualquier lado. Anduve por las calles del centro, buscando con la mirada algún lugar donde poder pasar la noche, pero no logré encontrar absolutamente nada.

Era una mañana fría. Eran alrededor de las ocho, cuando al no hallar nada, decidí sentarme fuera de un local, el que supuse sería un lugar de comida. Miré a la gente pasar y pasar por un largo rato, una hora más o menos. De veras era una ciudad increíble.

Ahora me encuentro todavía en el mismo sitio. El frío ataca mi cuerpo, y me arrepiento profundamente de no haber echado algo más abrigador a la mochila. Miro al interior del local, donde gente de todo tipo bebe cafés y deliciosos pastelillos, mientras yo aún me encuentro aquí.

Digo, ¿a qué clase de mente se le ocurre huir sin siquiera saber a donde va?. Solo a mi, claro.
Él tenía razón al decir que era una tonta, porque de veras lo soy.

La mirada de una mujer me distrae, al mismo tiempo que me hace gestos para que entre. Me indico a mí misma un poco dudosa, para verla asentir con una sonrisa muy gentil.
No muy segura me pongo de pié, tomo mis cosas y le obedezco. Al entrar, un calor acogedor me recibe, y la mujer de hace un segundo ha desparecido. Resuelvo de igual forma, tomar asiento en una mesa con dos sillas, y trato de divisar a la señora.

El sonido de mis tripas retorcerse por el hambre es realmente asombroso. Debo admitir que me causa un poco de susto, ya que — estoy segura — nunca antes me había sentido tan hambrienta como en este preciso momento. Por alguna fuerza superior, llega a mi memoria el recuerdo de las galletas que él me obsequió, y sin dudarlo me pongo a revisar la mochila.
Sé que las he encontrado cuando siento el contacto del paquete abierto con mi piel. Ansiosa pongo las golosinas sobre la mesa, decidida a devorármelas —o mejor dicho, tragármelas — pero algo en el interior del bolso llama mi atención.

Hay un sobre blanco en el fondo, o más bien dicho, una envoltura. Con el seño fruncido pongo dicho objeto sobre la mesa. Es solo una hoja de cuaderno universitario arrugada, pero estoy demasiado segura que no es mía.

Atino a estirarla, donde al hacerlo, un pequeño montón de billetes aparece ante mis ojos. Totalmente confundida, veo un escrito bajo el dinero.

“Llámame cuando decidas volver”— sin siquiera pensarlo sé que él fue el responsable, ya que tiene la costumbre de en pocas palabras decir cantidades de emociones y sentimientos tan enormes como el número de  estrellas en el cielo.
Bajo el manuscrito está — obviamente — su número telefónico. Sonrío al recordar su rostro preguntándome al mismo tiempo desde cuando usaba celular, y extrañamente una sensación de tranquilidad y relajo se apoderan de mi cuerpo.
Examino el dinero, hasta caer en la cuenta de veinte dólares, y lo maldigo interiormente por ser tan así. Tan él.

— Su pedido señorita — un sobresalto viene a mí al escuchar una voz femenina. Levanto la mirada para encontrarme con la misma mujer de hace un rato frente a mis narices. De cerca puedo notar que es más joven de lo que parecía. Su cabello está tomado en un moño improvisado, su nariz es respingada, y unas hermosas y delicadas pecas cubren sus mejillas. Lleva puesto un uniforme que lógicamente es de camarera, y sostiene entre sus manos una bandeja, donde se encuentra una taza de té, y un apetitoso pastelillo de no sé que.

— Pero — la vuelvo a mirar a los ojos, con los que me observa fijamente — yo no pedí nada — aclaro sorprendida, y con el más disimulo posible trato de esconder bajo mis manos el dinero sobre la mesa.

— Oh, claro que sí — responde segura, con esa sonrisa en sus rosados labios.

— Eh, no. Claro que no — algunas personas han empezado a observarnos, y la mujer — ahora que lo noté, más bien una chica — me mira con un semblante que no sé que mierda quiere decir.

— Sólo acepta la bandeja y ya — dice, tratando de hacer el menos movimiento posible con su boca, y poniendo otra vez esa sonrisa ahora tan extraña.

— Eh...okay — hago caso a su orden y recibo la bandeja que pone en mi sitio. Acomoda el servicio, mientras las otras personas van quitando sus miradas puestas en nosotras. Una vez que termina, me regala otra forzada pero amable sonrisa y se dispone a marchar.
— Ni siquiera pienses que voy a pagar esto — musito lo más disimulada posible, y hablando muy en serio, pero la chica solo fuerza aún más la sonrisa y se retira.

La observo alejarse hasta pasar por una puerta y desaparecer de mi vista. Miro otra vez la bandeja. Se ve realmente delicioso, y mi estómago me suplica que me lance al ataque de una vez. Sin estar segura de lo que hago, comienzo a disfrutar de mi delicioso desayuno, ya que no sé cuando volveré a comer.  

Awake[En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora