No tenia otra opción sino no hubiera recurrido a aquel servicio. Estaba desesperado y lo necesitaba. Se armo de valor y llamo.

-Taxi, buen día.
-H-hola ¿pueden enviarme un auto a...

Si, ese era Lee Jihoon. 23 años, vida estable, buen empleo y terror a algo tan simple como utilizar el servicio de un taxi. Por eso lo primero que hizo cuando consiguió un empleo con buena paga fue conseguir un auto y olvidarse de ese tema. Todo era genial, el conducía a su ritmo, tranquilo, con la música que el deseara, perfecto. O lo era, hasta hace dos semanas, cuando por esquivar a un perrito que cruzaba la calle sin mirar, calculo mal y termino estampado contra un poste de luz. Su auto obviamente destruido y por ende, Jihoon sin vehículo.

Supo manejarlo. Decidió que caminaría mientras reparaban su deshecho auto. Su trabajo no quedaba cerca pero saliendo temprano y a paso lento, llegaba mas que bien. Sin embargo, no contaba con esos molestos días en que su sueño era mas fuerte y apagaba la alarma.

Eso es lo que paso esa mañana. Despertó de golpe algo confundido, y mirando el reloj pudo comprobar que eran las 7:16 am. Su horario de llegada era a las 7:30. No llegaría caminando. Se debatió por un rato, mientras corría arreglándose, entre si avisar que iría un poco tarde o llamar un taxi. Realmente no le agradaba la segunda opción pero su jefe era un maniático del orden y la puntualidad. Busco algún número en Internet y se decidió a llamar.

Corrió a esperar su transporte en la entrada de su edificio. Su cara expresaba enojo pero lo que realmente sentía era nerviosismo. Se movía de aquí para allá pero bien podía pasar por alguien que intentaba entrar en calor. Hacia un frió impresionante y el sol aun no se asomaba. No era de extrañarse en esa época del año pero eso sumaba bastante a su inquietud. Un auto amarillo estaciono y supo era hora. Inhalo profundo y entro.

-Buenos días. ¿A donde te llevo?

Un chico pelinegro que parecía tener su edad, o apenas unos años mas, lo saludo con una cálida sonrisa. Estaba aliviado de que no fuera un hombre mayor gordo de mirada pervertida, como los pocos taxistas con los que había tenido contacto. Saludo velozmente y le dijo la dirección a donde debía ir. El ambiente era bastante tranquilo, el joven taxista hablaba hasta por los codos, aunque Jihoon apenas y se riera un poco como respuesta. Pero le gustaba, era agradable, mejor que un silencio incomodo; mejor que alguien quejándose e insultando a los otros conductores.

Al ver ya las grandes letras del hospital, dejo escapar el aire que no sabia que estaba conteniendo. Si, el chico parecía agradable y buena persona pero el mundo esta lleno de lobos disfrazados de oveja. Pago su viaje y se despidió.

Por simple inercia, luego de comprobar en su reloj que eran las 7:32, miro hacia atrás. Pudo ver el Fiat amarillo del que acababa de bajar esperando a que el semáforo de la esquina cambie a verde. "17″ era el numero que se veía en letras negras en el característico pequeño letrero que tenia.

El día lo paso aliviado. No tomo una mala decisión después de todo. Sin regaños, sin viaje incomodo.

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