Capítulo LXI: La historia de un veterano.

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―Mírate, te ves espantoso ―Adrienna golpeó los barrotes con el pie provocando que Erwin se estremeciera―. ¿Has comido algo?

―La pregunta ofende, cariño ―murmuró Erwin. Adrienna abrió la puerta de la celda, caminó hasta él y se sentó a su lado.

―Esto es una mierda, las cosas haya afuera están muy mal. Pronto habrá un golpe militar y...

―¿Por que estas aquí? No te había visto desde que te escapaste ―le interrumpió Erwin. Adrienna destapó la cantimplora y le dio a beber un poco.

―Estoy preocupada, la mayoría de las personas te quieren muerto.

―Eso no me sorprende tanto como el verte aquí ―Adrienna suspiró, se recargó en la fría pared y miro al techo―. ¿Que sucede?

―Un miembro de la familia Reiss ha perdido la cabeza, aunque claro, con todo lo que esta pasado no lo culpo. Como sea, él posee un suero, no se para que lo quiera pero... ―apretó los puños―. En cierta forma me siento culpable.

―¿Por que?

―Fui yo la que se prestó para extraer el liquido para hacer el suero ―Erwin le dedicó una mirada que demostraba lo desilusionado que estaba―. Ni siquiera hace falta que lo digas.

―Adrienna, de todas las cosas que has hecho, ¿por que hiciste algo así? Estoy muy decepcionado de ti.

―Te dije que no hacía falta decir algo así. Es que eso no es lo peor...

―¿Podrías parar? Adrienna, se que todo esto va para mal, no se que tanto hayas planeado... Solo quiero que me digas algo ―la mujer miró a su padre, no lo había notado cuando llegó: su rostro estaba todo golpeado y demacrado―. ¿Por que estas haciendo esto?

―Es gracioso que lo preguntes, a mi hermano lo educaron para ser un líder, venir aquí y reinar, no se si eso mismo me pasaría ―sonrió a la nada―, pero me hubiera gustado ser una reina. El apellido de mi madre se perdió, Fritz, Dina Fritz. Mi madre tenía sangre real ―Erwin abrió el ojo bueno que tenía―. Es una pena que se tengan que conocer así.

Adrienna se puso de pie y sacudió su pantalón.

―Sin importar que, tu siempre serás mi padre. Erwin Smith ―besó una mejilla, el rubio soltó una lágrima y trato de sonreír.

―Y tu siempre serás mi hija, Adrienna.


Pasaba la media noche. Adrienna miraba uno de los pilares de la caverna, clavó la vista en la espalda de Eren, pese a su corta edad y el poco entrenamiento, su torso estaba solo un poco marcado. 

―¿Puedo irme a casa? ―alzó la voz y resonó en todo el lugar, bajó las escaleras y buscó a Kenny por todo el lugar―. ¡Bastardo! 

―Te he dicho que no ―le contestaron, volvió a rebuscar sin éxito alguno.

―Tch ―su vista se detuvo en una chica de cabellos rubios―. ¿Historia? Vaya, eres menos patética de lo que recuerdo ―las grandes ojos azules de la joven la miraron con rabia―. Kenny, me voy a largar ahora mismo...

―¡¿Eren?! ―gritó Historia, Adrienna miró detrás de ella, Eren había despertado―. Todo esta bien.

Dos hombres aparecieron, un hombre pequeño y robusto caminaba hacia ellos, mientras que Kenny caminaba en la dirección contraria. Adrienna caminó hacia él.

―¿Por que tengo que estar aquí? ―le tomó el brazo con fuerza e hizo que la mirara.

―¿Tu no poses algo que ellos quieran? ―la mujer abrió los ojos. Historia y su padre caminaban hacia Eren.

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