2.El tren salió por fin de la estación y los profesores se pasearon por los pasillos haciendo un recuento de los niños que había en total, cuidando que no faltara ninguno de los pocos que viajaban sin el acompañamiento de sus padres. Como era el caso de Clive, quien se encontraba extasiado mirando por la ventana contemplando el hermoso paisaje.
Una suave brisa acariciaba la rasa hierba del campo, y las flores de mil colores, se tambaleaban con armonía al son de esta. Los rayos de sol atravesaban la ventana del tren y lo llenaban de una agradable calidez primaveral.-Oye, ¿te apetece jugar a algo?- pregunté tratando de captar su atención.
-Vale...- respondió en un tono de voz tan bajo que me costó entender lo que decía.
-Tengo cartas, una consola, una libreta...- enumeré abriendo la mochila y depositando de uno en uno sobre la mesa la infinidad de objetos, en su mayoría inútiles, que se encontraban dentro de ella.
-¿Podemos jugar con la consola?- pidió con timidez desviando la mirada al suelo y entrelazado los pequeños pies.
-¡Está bien! A decir verdad yo también quería usarla...- carcajeé.
Saqué de la funda de la consola mi juego favorito (de carreras de coches), la encendí, y comenzamos a jugar por turnos.
Al principio tuve que enseñarle a manejar todos los controles, puesto que él confesó no haber tenido nunca antes una.
Eso hizo que me surgieran nuevas incógnitas. ¿Qué clase de niño no tenía una consola a esa edad? Cada minuto que pasaba a su lado incrementaba más mis ganas de conocerle, quería saciar con él mi curioso espíritu infantil volcando toda mi atención en su persona.-¡Vaya! Esto se te da mejor de lo que esperaba, eres muy bueno. Ya me has ganado cuatro veces.- reconocí elogiando su agilidad apretando botones.
-Gracias...- sonrió con un leve rubor a causa del inesperado cumplido.
Continuamos jugando durante más de media hora, pero el agotamiento provocado por el hecho de habernos levantado tan temprano para llegar a tiempo a la estación pudo con Clive.
Bostezó silenciosamente y sus pestañas se fueron cerrando con lentitud a la vez que su cabeza se ladeaba, cediendo ante el peso de la propia. A pesar de todo el cansancio que se apodera de él, intentó recobrarse sacudiéndose con delicadeza; no quería caer dormido mientras jugaba.-Si tienes sueño puedes dormirte un rato, aún quedan dos horas de viaje.- propuse al ver el somnoliento rostro de mi acompañante.
-No puedo, seguro que te molestaría si me quedo dormido.- negó con un toque de tristeza.
-¿Porqué iba a molestarme? No seas bobo y duérmete ahora, o luego no tendrás energía.- le regañé, obligándole a echarse a descansar.
-Muchas gracias...- bostezó.
Tras estas palabras, se acomodó en el amplio asiento y se quedó plácidamente dormido.
Yo simplemente continué la partida que había dejado a medias hasta que el cansancio y el aburrimiento me vencieron también.Traté de ajustar la inclinación del respaldo de mi asiento para dormir más relajado, pero este no se movió en lo más mínimo por lo que tuve que resignarme a dejarlo completamente recto, lo que me pareció en extremo incómodo.
Me fijé en el resto de los asientos que se encontraban a mi alrededor, y me percaté de que la mayoría de los pasajeros que los ocupaban habían sido capaces de reclinarlos sin problema alguno.
Resoplé con frustración y me crucé de brazos, indignado.
Mientras yo tuve que fastidiarme atrapado en mi defectuoso asiento, todos disfrutaron de una cómoda siesta. Incluso Clive, quien a pesar de tener el asiento sin reclinar al igual del mío parecía dormir con tanta tranquilidad... emanaba un aura de serenidad muy propia de su persona.
Su respiración era lenta y pausada, y de sus labios entreabiertos escapaban leves suspiros que indicaban que se encontraba sumido en un profundo sueño.

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Rosas de cristal
Mystery / ThrillerLa historia gira en torno a Leo, uno de los pocos supervivientes de un trágico accidente de tren en el que por desgracia fallecieron sus familiares y amigos, quién inesperadamente se reencuentra con uno de ellos diez años después... La historia se d...