Rosas de cristal

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-Niños, esta tarde daremos un paseo por la montaña para conocer la zona ¿qué os parece?- informó el profesor de música con entusiasmo.

La propuesta fue bien aceptada, montones de niños y padres se miraron mutuamente, emocionados.

-Papá, ¿crees que veremos muchos animales en el campo?- pregunté con entusiasmo.
Me encantaba la naturaleza tanto los seres que habitaban en ella, por lo que nunca perdía una oportunidad de observar a los pequeños animales que recorrían los campos.

-¡Seguro que sí! -respondió- ¿Te imaginas ver alguna ardilla?

A raíz de aquello comenzamos a conversar sobre los animales que nos gustaría ver a cada uno, por exóticos que fueran.
Todavía recuerdo cuando acordamos adoptar juntos un bebé delfín al hacernos mayores...
Si tan solo pudiera hacerle saber que aún recordaba de esos pequeños detalles... Pero no podía. No sabía dónde estaba, ni si se acordaría de mí. Había pasado demasiado tiempo, y era algo que me dolía.

Aquel día pasó sin pena ni gloria, y tras una exhaustiva excursión por el campo (en la que por desgracia no vimos apenas animales), volvimos al hotel al caer la noche.
El siguiente nos fue concedido para movernos a nuestras anchas por el lugar, por lo que mi familia y yo decidimos visitar el pintoresco pueblo.
Cabe destacar que insistí en que Clive pudiera venir con nosotros, pues al ser de los pocos que viajaban solos, los profesores no tenían nada planeado para ellos y pensé que se sentiría solitario, además de que no quería separarme de él.
Por suerte mis padres no se opusieron, así que el resto del día hubo una amplia sonrisa dibujada en mi rostro.

Por más que lo intenté, no lograba recordar nada más de aquel día. Quizá porque no pasó nada destacable o quizá porque no era relevante.
A pesar de eso, sí que recordaba con claridad los días siguientes.

-Bueno niños, para mañana hay programada una excursión por el campo, en la que visitaremos una garganta que se encuentra cerca aquí: la llamada Diamond Waterfall, y os contaremos un poco de su historia y su famosa leyenda. Tras esto pasaremos por el pueblo para merendar, y los que quieran irán con algunos de los profesores y unos guías a visitar unas antiguas cuevas cercanas.- relató esta vez la directora una vez llegamos al hotel por la noche, agotados.

-Parece que mañana será un día muy largo...-bostecé.

-Pues en cuanto cenemos te vas pronto a la cama, no como ayer, que te quedaste hasta tarde viendo la tele. ¡Y así claro que yo también tendría sueño!- me regañó mi madre.

-Si, si, lo que tú digas mamá.-le di la razón desganado, sin ánimo para discutir a causa del sueño.

-Y tú Clive ¿a qué hora te duermes?- le preguntó aprovechando que cenaba en la misma mesa que nosotros.
Dada su condición, mis padres decidieron hablar con la señorita Lucy y cuidar de él durante la semana que restaba, ya que yo estaba muy apegado a él y a ellos no les importaba hacerse cargo de otro niño, sería como tener un hermano durante una semana. Ella lo agradecerió de corazón y le dejó marchar a mi lado, aunque con la condición de que tenía que seguir durmiendo en la habitación que compartía con el resto de chicos que como él, viajaban solos.

-No sé, antes de que apaguen las luces del pasillo ya me he dormido...-respondió con un suave tono de voz por el que intuí que era algo que le apenaba.

Al terminar de cenar me subí con él a la habitación. A pesar de que dormía con otros chicos, tenía permitido pasar algo de tiempo en mi apartamento.

-Oye, ¿no estás emocionado? ¡Mañana vamos a ver las Diamond Waterfall! Mi tía fue a verlas una vez y me dijo que eran impresionantes.- exclamé emocionado, ansioso por que la noche pasara, dando lugar al día siguiente, a una gran aventura.