A JiMin siempre se le dificultó ver a través las lágrimas, y ésta vez no era la excepción. Estaba teniendo muchos problemas al dormir, y su cerebro estaba exhausto. Cada día que pasaba se encargaba de escribirle una carta a YoonGi diciéndole cuánto lo extrañaba y qué había hecho en el día. Al terminar, guardaba cada carta en un sobre y los almacenaba en un pequeño cajón de madera, siempre asegurándose de que no se empolvaran y que permanecieran impecables. Era como mantener una clase de diario. Su pueblo había sido olvidado por el gobierno de su país, pero no era como si verdaderamente le importara. Seguían ignorantes a cómo estaba la situación de la guerra y cuántos caídos habían tenido en las últimas semanas, pero JiMin ante tanta incertidumbre decidió no saber nada al respecto para no volverse loco.
Había escuchado rumores de que el ejército enemigo se estaba dirigiendo en la dirección del pueblo donde JiMin vivía, y cada noche que pasaba, rezaba para que aquellos rumores fueran simplemente eso: rumores. Las pocas veces en las que podía dormir tenía pesadillas, y en esas pesadillas el protagonista era YoonGi con varias balas dispersas por todo su cuerpo, rodeado de varios cadáveres y sumergido en su propia sangre. Eran imágenes que por más que las odiara, no podían abandonar su cerebro. Eran un constante recordatorio de que YoonGi podría estar agonizando en esos momentos por el dolor y el sufrimiento mientras que su pareja simplemente se sentía miserable con cada día que pasaba, no haciendo nada para mejorar su aspecto o para recibir a YoonGi con una casa limpia y llena de la calidez que el afecto trae consigo. Cada vez que pensaba eso JiMin se sentía culpable por tener una actitud tan negativa, y por eso se encargaba de dejar la casa completamente reluciente, poniendo de manera forzada una sonrisa en sus labios.
Comenzaba a desesperarse. Los días pasaban y era como si lo apuñalaran cada vez que se daba un cambio de estación. Tenía que soportar aquella soledad y aquella agonía, pero la carga se volvía cada vez más y más pesada, y las lágrimas más frecuentes. Todo parecía un ciclo interminable. El vaivén de horas, de minutos, de segundos, la falta de apetito, las ganas de simplemente terminar con su vida, la ignorancia a lo que pasaba a su alrededor; todo aquello se estaba amontonando poco a poco en su interior, y no sabría si podía aguantar tanto. Otoño se convirtió en invierno e invierno en primavera, y las flores nacían, pero JiMin se cerraba cada vez más y más en sí mismo. Algunas noches salía hacia los jardines que rodeaban el pueblo, se recostaba sobre el césped y miraba con atención las estrellas que posaban en la belleza nocturna, deleitándose con el brillar de las mismas, preguntándose cuáles seguían vivas y cuáles se habían encontrado con el inevitable destino: la muerte.
Todo le recordaba a YoonGi y a su miserable condición. Todo parecía decirle que los finales felices no existían, y que cada vez que escuchaba relatos de héroes de guerra regresando a casa tras derrotar al enemigo parecían simples cuentos inventados para levantar las esperanzas de las almas corrompidas por la tristeza y la miseria. A JiMin no le importaba si ganaban la guerra o la perdían, él simplemente quería tener a YoonGi de vuelta. Seguiría esperando sólo porque era lo único que podía hacer, seguiría yendo todas esas noches a aquellos jardines a disfrutar de la brisa de la noche, seguiría preguntándose qué sería de él en unos años y cuánto más tendría que soportar lo que estaban viviendo.
En una de aquellas noches, en su soledad y a punto de quedarse dormido, escuchó el rugir de varios motores aproximarse desde la distancia. JiMin fue rápido en ponerse alerta, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho mientras se ponía de pie y se escondía detrás de los arbustos, camuflado por la oscuridad y la variada vegetación. Pudo distinguir tiempo después que las personas que se aproximaban formaban parte de su ejército, pero lo que las camionetas llevaban en la parte trasera provocó que el estómago de JiMin se retorciera. Sólo podía notar una manta blanca con bultos, y suspiró de manera temblorosa. Las personas comenzaron a salir de sus casas por el alboroto, y experimentando uno de los peores miedos, JiMin se acercó lentamente hacia el centro del pueblo. Los soldados se bajaron de las camionetas y empezaron a tranquilizar a las personas, las cuales sentían curiosidad por saber la razón por la cual los soldados habían regresado al pueblo. Algunos comenzaron a atacar a los uniformados, seguido de ser sometidos por los mismos y afortunadamente evitando aniquilarlos en el proceso. JiMin finalmente llegó, y tras descubrir la razón por la cual estaban ahí, todo su cuerpo se paralizó.
— Necesitamos que identifiquen un par de cuerpos. Por favor, vayan a la parte de atrás de aquella camioneta y si logran identificar cualquier cuerpo nos informan —un soldado dijo con voz gruesa y autoritaria. JiMin suspiró de manera temblorosa, siguiendo a la multitud y percibiendo el olor a putrefacción. Cubrió su nariz y su boca con la palma de su mano, y gracias a las llamas generadas por improvisadas lámparas, pudieron observar los rasgos de cada soldado que había muerto en batalla. Algunos no tenían brazos, piernas. Algunos tenían perforaciones de balas en todo el cuerpo. Todos estaban completamente manchados de sangre, y algunos rostros eran simplemente irreconocibles por ello. JiMin buscó desesperado una señal de que algún cadáver puesto sobre esa camioneta fuera YoonGi, pero su búsqueda fue interrumpida cuando un sollozo resonó en sus oídos. Identificó al hombre que ahora lloraba mientras tocaba con manos temblorosas el cuerpo de un joven soldado; su cuerpo estaba completamente blanco y su rostro estaba cubierto por arrugas. Algunas personas lo ayudaron a mantenerse de pie, tranquilizándolo. Los soldados no fueron tan comprensibles y simplemente lo bombardearon con preguntas, exigiéndole al pobre anciano el nombre de su nieto fallecido. Tras examinar los diversos cadáveres, JiMin descubrió que no había rastro alguno de YoonGi. Se sentía culpablemente aliviado de no haber estado en la misma situación de aquel hombre de tercera edad, y tras confirmar que su pareja no estaba en esa pila de muerte y sangre, regresó a su hogar sintiéndose inseguro, tranquilo y extrañamente asustado.
Escuchó en la distancia que los soldados decían que había muchos más caídos, pero que sólo habían recuperado ciertas extremidades pues sus cuerpos habían sido completamente destruidos por granadas o minas explosivas. JiMin trató de ignorar lo más que pudo las imágenes que volvían a aparecer en su cabeza, aferrándose a la poca esperanza que se había formado en él al ver que YoonGi no estaba en los cadáveres.
En ese mismo momento escribió una carta rápida y apenas legible, pues todo su cuerpo estaba temblando. Describió el alivio y el miedo que había experimentado al mismo tiempo en cuestión de segundos, trató de explicar con palabras cuánto anhelaba ver a YoonGi y descubrir que estaba bien y completo. Esa fue la primera carta que escribió en donde las letras no fueron ligeramente borradas por sus propias lágrimas, pues se sentía extrañamente más fuerte que antes, lleno de valor y grandes ilusiones. YoonGi estaba vivo. Tenía que estarlo. Se lo había prometido y esa promesa no tenía otra opción más que ser cumplida.
Esa noche JiMin pudo dormir de manera tranquila, alejado de cualquier pesadilla, vestido con la camisa favorita de YoonGi.
❦❧❦❧❦❧❦❧❦❧❦❦❧❦
Gracias por leer.
—✯Marce D✯
ESTÁS LEYENDO
Cartas a un fantasma 『YOONMIN ; YM』
Short Story❝Es la primera noche sin Yoongi Hyung [...]. No sé cuándo regresará, pero espero que sea pronto. No ha pasado ni un solo día y siento como si una eternidad hubiera transcurrido desde que lo vi salir por la puerta.❞ ❊Adaptación. ❊Yoongi;top. ❊Jimin;...