Fuego.

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Estaba viendo las llamas arder como los sentimientos que resguardaba en mi corazón, esperando a ser correspondidos por alguien que valorara y aceptara aquel inocente amor al que todo el mundo se negaba aún sin tomarse la pequeña molestia de conocerlo.

Alguien se me acercó, lo noté porque sus dientes castañeteaban. Aquel ruido comenzaba a ser molesto. Enojada volteé, pues quién sea que esté detrás mío, arruinó mi ambiente de paz y tranquilidad.

Esa fue la primera vez que lo miré.

Es aquel amable muchacho que vive a la vuelta de mi casa, aquél muchacho que varias veces me ha ayudado sin esperar algo a cambio, aquél muchacho del que toda mi familia dice que yo estoy enamorada.

Sus facciones son marcadas, pero a la vez delicadas, como si hubieran sido esculpidas por el más grande artista con suma delicadeza.
Sus pestañas largas son hermosas, mucho más que las mías.
Su morena piel parece ser del mismo tono que el del caramelo.
Sus oscuros rizos son bastante lindos.

Él estaba mirando el fuego, parecía que ignoraba mi presencia. Ignoraba que yo estaba sentada frente a él.

Y repentinamente sonrió.

Vaya, qué sonrisa más linda.
Al momento de sonreír su mirada se entrecerró. Tiene unos bonitos ojos cafés y rasgados.

Jamás había pensado en alguien de esa manera y, si soy sincera, podría llegar a decir que parece la persona perfecta a mis ojos, mas no elimina el hecho de que en verdad no es muy guapo.

Traté de relajarme, respiré profundo y conté hasta 10.

 Volví a mirarle.

Él también me estaba mirando.

Nerviosa regresé mi mirada al fuego... aquel fuego tan ardiente como la pasión.

El fuego flamante quemaba mi corazón, tan cálido, tan vivo, tan... hermoso.

Ardiendo con fervor, consumiendo todo a su paso... así se siente el amor.

Bueno, al menos así se sentía antes de que llegara él.

El amor es fuego.

Quema todo lo que le rodea, tentador para algunos, peligroso para otros. Hay quienes tratan de extinguirlo, ya sea sufriendo horriblemente y mojando todo con sus lágrimas, creyendo que eso será suficiente para apagar aquella gigantesca llama. O bien, se enfrentan a él valientemente y creen extinguirlo... mas no es así. Algunos simplemente huyen al ver la primera chispa, no lo olvidemos. 

A final de cuentas, sin importar el camino que cada uno tome, el resultado siempre es el mismo: El amor nunca muere, solo se adormece con el paso del tiempo. 

Decidí volver a mirarle, con la esperanza de que él siguiera aferrando su mirada a mi.

Pero no era así.

Estaba sonriéndole a una muchacha que reía frente a él. Aquella muchacha era muy bonita.

Más que yo, a decir verdad.

Sus miradas eran acarameladas...

Esa fue la última vez que lo miré.

Molesta me levanté y caminé lejos de allí.

Nadie conoce este sentir, dicen que es como el fuego... "peligroso". Consumiendo todo a su paso;  extinguiendo otras llamaradas; quemando todo lo seco, terminando con sus crueles vidas; haciendo humear a las plantas frescas.

Nadie conoce este sentir. El amor es fuego.

Con una mala jugada podrías hacer que sus llamas crezcan rápidamente. O con  la táctica adecuada, podrías hacer que lo único que te pueda quemar fueran las brasas. 

Aquellas ardientes brasas que nunca mueren.

El fuego arde, quema, lastima, pero es difícil olvidar la increíble sensación que fue conocerle.

El amor es fuego.













N/A:

Uh, esto lo escribí hace como un año y medio basándome en todo lo que sentía una amiga por un chico con el que salió durante un corto tiempo; hace unos días lo leí y no sé, me gustó la idea de comparar el amor con el fuego, entonces lo reescribí, esta vez tomando en cuenta mis experiencias con  el amor y el cómo recuerdo que lo percibía en aquel entonces. 

Tabasquito's TrashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora