¿Cuánto tiempo había pasado ya frente al teléfono?
Sus pies dolían al estar tanto tiempo de pie, así como su ceño de tanto estar fruncido. Era imposible leer su rostro entre la profunda concentración y duda que la carcomían, no era fácil decidirse.
La chica tenía su mirada tan fija en aquel viejo aparato que parecía pronto saldría humo de su cabeza y lo haría estallar. ¿O sería ella quien estallaría? Dentro de sí, había un enorme lío que la atormentaba hacía varias noches atrás: no le permitía dormir ni pensar claramente, no le dejaba estudiar ni realizar sus tareas correctamente, no le permitía prestarle atención a lo que su madre le decía o lo que veía en la televisión, era un completo desastre y no podía creer que todo fuera por una maldita invitación.
Decidida, levantó el teléfono y lo colocó contra su oreja, giró una, dos, tres veces; no había velocidad que se comparara a la de sus dedos girando la vieja rueda de metal, conocía aquel número de memoria al derecho y al revés pues era al único que llamaba luego de sus abuelos o su tío.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis números y aún faltaba por marcar uno, su corazón latía tan rápido.
¿Estaría bien llamarla? No era muy tarde, así que no estaría mal. ¿Ella contestaría? Tal vez no, quizá estaba ocupada con su gato. Ella solía jugar mucho con su peludo amigo. ¿Y si contestaba, qué debería decirle exactamente?
No hallaba forma de preguntárselo sin que sonara raro, ¿qué tal un "Hola, sé mi acompañante para una fiesta de cumpleaños"? No, era muy directo. ¿Y un "Ven conmigo, por favor, eres la única persona con la que me siento cómoda al bailar"? Muy patético, seguro ella contestaría un "¿por qué? ¡Las chicas también irán!"
Gruñó azotando el teléfono contra la mesita de noche. No tenía el valor suficiente para invitarla. Odiaba a ambas Dulce's por hacerle esto.
"—Daré una fiesta por mi cumpleaños— dijo Dulce Karina entregándole la invitación en un pequeño y elegante sobre. Isabella la abrió apenas la tuvo en sus manos—. Este año será en un salón de eventos, ahí dice la dirección.
—¿Por qué la recepción es para dos?
—Ese es el chiste —intervino Dulce María — tienes que llevar un acompañante.
Era injusto. Esto lo habían planeado ambas.
—Oigan, no —reprochó—. ¿A quién voy a llevar? De seguro todos ya tienen con quien ir, ¡soy la última a la que invitaste! —exclamó volteando a los lados viendo cómo la mitad de sus compañeros de clase sostenían aquella invitación.
—¿Por qué crees? —las miradas de las chicas con nombres iguales se dirigieron hasta el otro lado del lugar. Ahí estaba ella, Nimbe.
Su mirada estaba perdida en su libreta donde dibujaba garabatos mientras escuchaba a su ruidosa amiga, Elena, leerle otra de sus poesías.
—No le he dado invitación aún, depende de ti que vaya."
Molesta se encaminó a su habitación con pesados pasos, su mal humor podía sentirse a leguas.
—Depende de ti que vaya —repitió para sí misma remedando a su amiga.
Estaba confundida, cansada y abatida.
La fiesta era pronto y necesitaba una respuesta, negativa o positiva, ¡pero la necesitaba ya!Se lanzó a su cama hundiendo su rostro en la almohada para reprimir sus gritos.
Se sentía tonta, ¿cómo quería recibir una respuesta si ni siquiera podía tomar el maldito teléfono y llamarla para preguntarle algo tan simple como ir a una fiesta?
ESTÁS LEYENDO
Tabasquito's Trash
PoetryCosas un tanto personales que me gustaría compartir con los demás :)