Prólogo

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Siendo sincero, no tengo la menor idea de por qué decidí escribir esto, no es que cazar a un asesino en serie sea divertido (bueno, para algunos sí; esos tienen problemas), o que estuviera al borde de la muerte en repetidas ocasiones, o que iniciara una búsqueda implacable (¡Eh, como la peli!) con el corazón en la garganta o... ¿Sabes qué?, olvida todo eso. Mejor presta atención a lo que este zorro, a punta de pistola te contará.

Muy bien, no tan a punta de pistola, a punta de pata de coneja; que es el triple de peligroso. No pregunten.

Es posible que para cuando termines esta maravillosa e intrépida historia, nótese mi humildad, desearás una de dos cosas: matarme apretando este hermoso cuello o conmemorarme con una tonelada de moras. En caso de que sea lo segundo, envíalas en un camión a la granja Hopps, ya nos pasaremos por allá a buscarlas.

Cuando leas esto pensarás: «¡Hala, Nick, ¿por qué si sobreviviste a todo eso no te sientes imbatible y te molesta escribirlo?!». No. No funciona así. No seas impaciente, que te lo contaré cuando llegue el momento, tranquilo.

Ya, ya, eso no interesa, comenzaré con la historia; Zanahorias me está golpeando para que lo haga.

Esto sonará como la típica entrada de una novela adolescente, pero olvídate de eso, aquí no habrá florecitas y conejos saltarines en nubes rosas de algodón. [¡Por las moras, Pelusa, qué delicada!, ¿no puedo bromear con ello? ¡Ay, vale, vale!]. Prepárate para asesinatos, venganza, traiciones, preinfartos, búsquedas, muertos, mitología y, como no puede faltar, romance.

Hay más, pero me da pereza escribirlo; no me culpes, soy un zorro.

Tomamos una mora para el camino y ya todos preparados, ¡acción!

Siempre quise decir eso.

En fin, disfruta de mi pequeño sufrimiento.

OthalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora