Detesto las resacas.
Las náuseas que siento son, probablemente, las peores que he experimentado alguna vez después de beber alcohol en demasía. Por lo veloz que apresuro el paso hacia el baño, la puerta de éste se cierra duramente, originando el dolor de cabeza más intenso. Froto la cara con mis manos luego de echarlo todo en el retrete, y me lanzo suavemente a la cama, acobijándome despacio; como si no quisiera despertar el mínimo ruido.
El desastre que he generado requiere una fuerte limpieza, incluyéndome a mí mismo.
No recuerdo nada.
Mi cuerpo desea permanecer debajo de mis sábanas el día entero, pero justamente hoy en la preparatoria tengo que entregar un proyecto de mierda que mi compañero de grupo se encargó de manejarlo solo.
Mi boca se encuentra seca y mis labios deshidratados.
Había llegado en mi auto a la casa de Liam, llorando y exasperado. Le conté acerca de lo que le confesé a Jane, y que ella solamente me miró de un modo inigualable, como si ella y yo no fuéramos más los mismos. Él se aprovechó de mi estado inconstante y me transportó hacia algún bar de comentarios peligrosos.
— Bébelo todo, Harry —me había dicho, sonriendo torcidamente.
Posteriormente, yo dudé sobre las bebidas que tenía frente a mí.
— Si no hay soluciones, siempre puedes arreglar tu memoria con el alcohol—Las palabras de Hannah en aquel momento aparecieron en mi cabeza, como si trataran de convencerme de que era lo correcto.
Y lo hice, porque suelo eliminar mi tristeza con el alcohol desde hacía antes de empezar a salir con Jane.
El amor que siento hacia ella me está destruyendo, y no puede haber mejor forma. Cuando la conocí, lo primero que pensé fue: Jesús, es la chica más hermosa que he visto jamás. Y luego, Niall me apretó el hombro, diciendo que en la galería de arte hallabas mujeres como aquella que yo observaba. Pero no le creí, ni lo creo, porque no imagino que por el mundo camine otra como Jane.
Nunca razoné lo reservadas que las admiradoras del arte son, excepto en el tiempo que hablan, porque no acostumbran a detenerse una vez que comienzan a otorgar su punto de vista; o es sólo Jane, solamente Jane quien me arrebata el corazón de una mirada nostálgica, quien con su charla me hace querer más.
Jane tenía un novio en Chicago en el período en que nos conocimos, ella habitaba a conversar poco acerca de otras personas. Sin embargo, sus amigos solían expresarme que ya me conocían bastante por el mero hecho de que Jane frecuentaba a departir sobre mí. Supe que nos íbamos a enamorar en cuanto sus labios se posaron encima de los míos debido a que los sentí tan cálidos, como si de pronto aquellos actos iban a prolongarse. Me desgarra el alma no ser consciente de si continúa queriéndome con aquel frenesí de antes.
Falto a la preparatoria aquel día de malestar.
Sin embargo, al día siguiente mi madre no me permite escabullirme con justificaciones imprudentes.
Mi ropero luce completo, ya que no hay nadie más que se robe mi vestimenta y la ilumine como sólo Jane lo hacía.
Trago saliva y rebusco, escogiendo por un conjunto regular. Mi pecho se aprieta al meditar en que me toca toparme con ella en clase.
Estoy atrasado para mi primera asignatura.
Liam me llama demasiadas veces por mi nombre en medio de la calle. Intento ignorarlo, pero decido que es muy injusto y me dispongo a retrasar la caminata para atender lo que se le apetece comentarme.
— Jesús, Harry —Jadea a mi lado—. Lo que te tenía que decir es que Marvel estaba en el bar del otro día, y lo último pero más importante es que no tengo el auto por un castigo.
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ex || h.s
Fiksi PenggemarY la beso, pensando que me devolverá aquel gesto pero no, se encuentra pesada y rígida, como si nuestra simbolización de amor no significa nada para ella. —¿Qué ocurre, nena? —demando frunciendo el ceño. —Es sólo que…—sacude la cabeza y sus dedos he...