Capítulo 2: El asesino de Elia

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El asesinato de Elia apareció en todos los noticieros y periódicos del país. Todos los medios de comunicación que agolparon a las afueras de la mansión para cubrir la nota. Los veía desde mi ventana, sintiéndome como un animal de zoológico, como una atracción de feria rodeada de personas intrigadas por escudriñar hasta tus detalles más mínimos.

Vi todo desde lejos, y es que hasta hoy en día aquel accidente me parece lejano, como una película de terror que fui a ver al cine, una historia más que quedará en mi cabeza, mas no pertenece a mi vida. Sin embargo, no es así, porque a quien asesinaron tan brutalmente fue a mi tía, la esposa de Rubén y madre de Camilo.

-No puedo creer que haya sucedido esto... Ella... Ella... Por dios... lo último que le dije fue que me dejara en paz, que no se metiera más en mi vida...- decía llorando mi único primo aferrado al pecho de su padre. Ambos estaban completamente destrozados.

-No pienses en eso... Ella te amaba, tan solo que le costó mucho comprender que eres homosexual, pero estoy seguro que con el tiempo te hubiera apoyado...- mi tío intentaba fingir que estaba bien, aunque desde lejos se notaba que estaba destrozado por dentro.

-¿Quién pudo hacer algo tan horroroso?... Le hicieron tanto daño...- Camilo no podía encontrar razonamiento a lo que había ocurrido, era dantesco para cualquiera que hubiera visto la desfiguración de su cuerpo.

Los detectives llegaron luego que todos los invitados se fueron despavoridos. Recuerdo que estuvieron tres días sin dormir revisando cada centímetro de la mansión, buscaban pistas, algún indicio que les llevara hasta el o los culpables de tremenda atrocidad. Sin embargo, no encontraron nada concluyente.

-El cuerpo fue traído hasta acá, pero la tortura ocurrió en otro sitio... Aquí solo hay indicios de su caída por las escaleras... es como si hubiera venido desde el cielo... Revisaremos las cámaras de seguridad de las avenidas cercanas para averiguar si podemos encontrar el vehículo en el cual se trajo el cadáver...- fue la última sentencia que le dio el detective en jefe a mi padre, quien dio la cara por la familia al encontrar a su hermano tan abatido.

-Ni siquiera pudo cuidar a la puta de su esposa...- escuché cómo comentó don Diego a su esposa tras la retirada de la policía.

Usualmente mi papá es alguien serio, un hombre que al parecer no posee sentimientos y es que nadie normal es capaz de hacer un comentario de ese calibre ante tal asesinato.

Su esposa, Pamela Salvatierra, madre de mi hermoso Felipe, es perfecta para él, alguien carente de emociones que no demuestra nada más que malhumor, una señora estirada que de lejos reluce por su belleza, aunque tan solo al conversar con ella eres capaz de darte cuenta lo destruida que se encuentra por dentro.

-Será mejor que no te acerques a Camilo, no se encuentra para nada bien... es un despojo humano. Da lástima verle así...- me dirigió la palabra mi madrastra, un tanto asqueada por la imagen que se viene a su cabeza.

Debo reconocer que no le hice caso y es que quería verle, necesitaba contemplar el estado en el cual se encontraba. Y no, no es tanto por quererle, sino más bien... para hablar con el muchacho que me ha robado a Felipe, con quien ha podido realizar el sueño que he tenido toda mi vida.

Me dirigí hasta su nuevo cuarto en la mansión, tan solo que al llegar al umbral de su puerta, me percaté que ésta se encontraba abierta y husmeando entre el espacio que quedaba libre, pude ver que no se encontraba solo, sino que estaba con el amor de mi vida.

-Debes ser fuerte, seguir adelante... No puedes derrumbarte ahora, tu madre no querría que eso sucediera...- mencionaba el muchacho pecoso, mientras tomaba con sus dos manos el rostro de Camilo.

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