Capítulo 26: En las imágenes

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Después del beso con Díaz, nuestra relación cambió rotundamente. Ahora existía un vínculo personal, un sentimiento que jamás pensé se gestaría entre el detective que investiga los asesinatos que han ocurrido en torno a mi familia y alguien que sabe mucho más de lo que parece.

-Sé que es inapropiado. Está contra todos mis principios y las reglas de la institución, pero no pude evitarlo – se excusaba el hombre, quién por primera vez hacía algo fuera de lugar.

Estaba paralizado, no sabía cómo actuar ante su confesión. En mi mente siempre ha estado Felipe, nunca he estado enamorado de alguien que no sea él y no creo que eso pueda cambiar, mucho menos ahora que estoy más cerca que nunca de lograr estar a su lado.

-¿Qué piensas? – Miguel necesitaba una respuesta.

-Disculpa, pero no siento lo mismo – debía ser sincero.

No pude verle a los ojos, toda esa situación me daba mucha vergüenza y prefería escapar. Volteé en mi cuarto intentando evadir todo contacto.

Sin embargo, el oficial me abrazó por la espalda. El calor de su cuerpo se impregnó en mí. Sus brazos poderosos se enredaron en mi cintura y me impidieron zafar. Apoyó su mentón en mi hombro y la respiración agitada que emanaba moría en mi cuello, estremeciéndome como si se tratara de un fantasma.

-No quiero que te sientas presionado ni nada por el estilo, solo necesitaba decirte la verdad – susurró mucho más calmo.

Pensé que tal vez estaba frente a una persona normal, a alguien que es capaz de amar a otro de una forma madura y sana, muy alejada a todo lo que he vivido, a la demencia de mi padre, a la lejanía de Felipe o a la obsesión de Esteban.

-Por tu bien no voy a ayudarte a que te juntes con tu hermanastro. No es por celos ni nada parecido, es por seguridad. Mientras Diego no aparezca es muy peligroso que vayas hasta Lo Aromo. Existe la posibilidad que sea un secuestro, pero también que sea una treta más de tu padre. Tal vez quiere que todos bajen la guardia para atacar de sorpresa – eran las últimas conjeturas que barajaba.

-Está bien – me resigné ante sus ideas.

Tuve que postergar mi reunión con el amor de mi vida y es que después de confesarle todo a Miguel, me había quedado con los brazos cruzados. Debía volver a esperar, a ser paciente y a buscar el momento indicado para ser valiente.

Después de unos días tras su desaparición, regresé a clases. No había razón alguna para no seguir estudiando y tras suplicarle a Pamela, que es mi actual tutora legal, pude entrar nuevamente al colegio.

-Pensé que no te volvería a ver – bromeó Esteban al verme ingresar a aquel baño donde siempre nos reunimos. Sabía que estaría fumando en ese lugar.

-Pensé que después de encontrar a Alice aquí, lo clausurarían – comenté al recordar aquella noche.

-A este colegio solo le importa el dinero, no la salud mental de sus estudiantes. No sé si te has dado cuenta – acababa de terminar su cigarrillo y se levantó del umbral de la ventana para ir a saludarme.

Tan solo que no le dejé. Le detuve con mis manos y le miré detenidamente a los ojos.

-El detective tiene fotos tuyas conversando con don Diego – fui directo al grano.

Esteban solo atinó a suspirar profundo antes de comenzar a reír.

-Creía que ese sujeto era más estúpido de lo que parece – parecía divertido con lo sucedido.

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