Capítulo 3: Lluvia

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Los restos de tela con lodo oscuro estaban por todos lados, incluso algo de eso había entrado a su boca, sus tripas se habían revuelto tras el indigesto bocado de porquería.

Luego de haber expulsado lo que probablemente sería su última comida, se sintió exhausto, todo el cuerpo su cuerpo se había llevado una fuerte paliza. Correr a ciegas, reacomodarse la mano, haber sido mordido por un juguete, astillarse la mano, rasparse la cara, tener el pelo lleno de hojas secas y tierra, eran de las pocas cosas que le habían pasado. Se adentró en la zanja donde había dejado sus cosas, tomó la lamparita de mano mientras buscaba dentro de la mochila una botella de agua.

­La mierda — Decía, mientras buscaba algo — Si no fuera por Elise. Si no hubiera pensado tanto en actuar. Si hubiese hecho algo por ella...— pensó un momento, luego continuó—...por mis papás. ­­­—Se repetía amargamente mientras su voz se quebraba y lentamente rompía en llanto.

—Ja,ja,ja,ja,ja,ja— Una voz proveniente de todos y de ningún lado con un tono amenazante, proveniente como de las profundidades de la tierra se burló de él.

—¿Quién es? — Preguntó alarmado. —¡No es gracioso!¡Tengo un arma! — Dijo en voz alta a los cuatro vientos. Mientras su llanto desaparecía espontáneamente.

—Témeme. Puedo oler tu miedo. Puedo oler tú pavor y tus pesadillas. — Respondió aquella voz demoniaca.

Un shock lo paralizó, sentía como su cuerpo le ardía de adentro hacia afuera, era como si un rayo eléctrico le hubiera golpeado, los pies se le habían puesto tan firmes que sentía que se los habían puesto en un bloque de cemento, mientras presentía como la tierra se lo tragaba cual arena movediza muy rápida, y al mismo tiempo, escalofríos, acompañados de la sensación de ser recorrido por millones de hormigas en el cuerpo, los dientes le parecían que se le despegaban de su boca, que sus ojos lloraban sangre mientras se le volvían negros y que las uñas se le empezaban a desprender.

—Escúchame bien... — Una voz desconocida desde su interior le habló, la misma voz con la que estaría hablando apenas hace unos momentos — ...Eres un insignificante humano, tu existencia, no es más que una triste ilusión, percepción de la realidad de otro ser. — Pausó antes de dar una respuesta. — Yo.

La sensación de ahora se había convertido en un dolor inmenso, muy similar a estar en una máquina de tortura medieval donde te estiraban hasta que tus huesos se desprendieran de su sitio. Los gritos simplemente eran sofocados dentro de sí para que aquella temible voz pudiese continuar con su mensaje.

—Yo soy el final, no eres ni una pequeña parte de lo que se puede considerar un "ser". Siente la oscuridad, pues yo soy penumbra, desesperación y locura. Soy todo lo bueno, en su contrario. Soy lo único que hay después de lo que ustedes llaman muerte. Tu universo, no es más que una "célula" de mi cuerpo. —.

Los ojos le ardían más, mientras lloraba sangre y aquellas lagrimas no eran más que lava cayendo de sus cuencos oculares. Y su boca inexpresiva además de quieta, de donde provenían aquellas terribles palabras mantenía una mueca de la tristeza más profunda que un ser humano pudiese experimentar.

—Humano. Ser insignificante, de mísera existencia. Curaré tus heridas a cambio de que me dejes guiarte — Ya no sentía su cara, para él era como llevar un traje completo de cuerpo hecho de fina tela elástica. — Debes saber esto, no serás inmortal, pero necesitaras tomarte un momento para que pase tu dolor. Te daré parte de mi visión, cuando quieras ver algo que no vez a simple vista, tapa tus ojos y abre la boca, entonces te guiará hasta donde debes ir. — La voz se acalló sintió como un terremoto debajo de sus pies se hacía presente.

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