Prólogo

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Sábado a las diez y media de la mañana. Plaza Nueva, Granada. Cuando la gente pasa por delante del banco en el que están sentados se quedan un rato mirando a la curiosa pareja. Ella llorando como una magdalena, él riéndose a carcajadas. Ella tiene sus piernas sobre las rodillas del chico, y se tapa la cara, sobretodo los ojos. Nunca le ha gustado que la vieran llorar.

- No vuelvas a soñar nunca algo así –dice él mientras sonríe secándole una lágrima.

- ¿Cómo puedes pedirme eso? Sabes de sobra que los sueños no se eligen, son cosas del subconsciente, de los deseos y miedos más profundos, de... –pero antes de terminar la frase él la interrumpe.

- Que sí, que sí, esas cosas que te gusta a ti saber cuando realmente no te van a solucionar la vida.

- Siempre igual. Es que realmente pienso que lo tienes todo, que eres como mi media naranja, pero esto te falla. No veo ninguna profundidad en ti. Lo que veo es lo que hay. Abre un poco tu mente. Las cosas no son así porque simplemente lo son, profundiza. Y, ojalá, algún día me sorprendas.

El pone una cara un poco triste. Ella se arrepiente, no debería haber sido tan brusca. Sabe que aunque no sea una persona demasiado profunda, tiene sentimientos. Y es muy sensible. Probablemente la persona más sensible que conoce.

- Perdóname, el día ya ha empezado raro.

- Sí, te perdono –dice mientras le pone una mano sobre el muslo,– pero prométeme que no vas a volver a soñar algo así nunca.

Sonrisa mutua. Sonrisa compartida. Sonrisa no de estirar los labios, sino de enseñar los dientes. Y ella recibe el beso. No un beso cualquiera. El beso. Ese que recordará tanto un año después y que jamás olvidará. 

UntitledWhere stories live. Discover now