Capítulo 2

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Abril se levanta de la cama de su amiga. Ella sigue durmiendo así que le deja una nota justo al lado de su cama: «Buenos días mi niña. Me he tenido que ir porque pasado mañana tengo parcial de Psicometría y lo llevo fatal. Llámame cuando te despiertes. Te quiero.»

Camina por Martínez de la Rosa dirección Plaza Einstein. Hay poca gente en la calle pero los pocos que la ven la miran con cara extraña. Al poco tiempo se da cuenta de que lleva la ropa de anoche. Y es que cuando ella va por la mañana caminando y se encuentra a gente vestida aún con ropa de fiesta siempre piensa: «O se ha alargado la fiesta o ha follado». Seguro que ahora la gente está pensando lo mismo de ella.

Abril y Marina tienen suerte ya que viven a menos de dos minutos la una de la otra. Abril vive en la misma plaza, justo al lado de un karaoke. Entra al portal y sube por el ascensor hasta el último piso. Mete la llave y entra a su precioso estudio de estudiante. Sigue hasta el salón y se sienta un rato en el sofá. Saca el móvil y se queda un rato observando su fondo de bloqueo. Esa preciosa foto familiar que se hicieron en Barcelona. Los echaba mucho de menos.

El año pasado, cuando Abril iba a empezar la carrera, su madre recibió una maravillosa noticia: le ofrecían un puesto de trabajo en una cadena de televisión bastante conocida. Carmen, la madre de Abril, era periodista, y desde siempre había trabajado en el periódico IDEAL de Granada. Ella estaba contenta con su trabajo pero sabía que valía para mucho más. Y le ofrecían algo que la llenaba muchísimo. Pero tenían que mudarse a Madrid. Abril se alegraba mucho por su madre, pero no quería marcharse. No quería dejar a Marina sola ya que tenía muy fresco lo de Luis, y además ella estaba completamente enamorada de Granada, y no quería irse de allí. Carmen comprendió totalmente a su hija y encontraron un estudio estupendo y no demasiado caro. «¡Menos mal que eres hija única!», le decía Carmen a Abril. Vendieron el piso en el que vivían y los padres de Abril marcharon a Madrid. Por suerte, Pedro, el padre de Abril, encontró rápido trabajo en un bar del centro como camarero.

Sumergida en sus pensamientos, Abril piensa que debería llamarlos pronto ya que los exámenes empiezan dentro de un mes y no sabe si va a tener mucho tiempo. Aunque siempre lo tiene. Si hay algo que se le dé especialmente bien a Abril es organizarse. En una hora puede hacer mil cosas.

Después de haber estado un rato en el sofá pensando en sus cosas se dirige a su dormitorio. Sobre la cama se encuentra toda la ropa que se probó la noche anterior antes de quedar con sus amigas. Siempre le pasa igual. Tarda más en elegir qué se va a poner que en ducharse o maquillarse. Antes de ponerse a estudiar recoge la habitación, ya que le es imposible concentrarse si no está todo recogido. Y guardando la ropa observa cómo se le cae un papelito de un pantalón. Lo abre. «¡Estudia! Luego lo agradecerás». Jorge. Hace unos días estuvo con él en la biblioteca y le dejó esa nota cuando se puso a mandar mensajes con el móvil. Ella se rió y lo miró. Y le vio esa sonrisita que tanto le caracteriza. Y apartó la mirada porque no quería tener nada que ver con esa sonrisa.

«Ostia, Jorge», piensa Abril. Hoy ha quedado con él para tomar un café. Y cree que es el momento de dejarlo todo claro. De abrirse en canal y decirle lo que siente. De decirle que lo siento, pero... Cuánto odia los "peros". No les ve mucho sentido, todo debería ser un sí o un no, los "peros" solo traen problemas, y le gustaría no tener que usar esa palabra, pero después de todo, cree que es necesaria. No sabe muy bien cómo va a enfocar todo lo que quiere decirle, sobretodo sin hacerle daño, eso es lo más difícil. Es la persona más sensible que conoce y se odiaría si le hiciera daño.

Pasadas unas horas de estudio, la comida y el descanso post-comida, Abril comienza a vestirse para quedar con Jorge. Han decidido verse en el Bella Dama y si está muy lleno, ir a la cafetería Bohemia. Cuando Abril llega al lugar, él ya está allí. Abrazo. No se dan dos besos porque siempre han pensado que es de desconocidos y ellos son más que conocidos. Por suerte, la cafetería no está llena, así que entran. No tienen ni que mirar la carta, es lo de siempre: la oferta de tres euros que incluye café con leche y tortitas con chocolate. La camarera apunta lo que han pedido y marcha hacia la barra.

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